Mi pequeña historia de Almendralejo

lunes, octubre 09, 2006

CUANDO EL MIEDO ATACA


CUANDO EL MIEDO ATACA

Era otoño cuando Ester llego aquel rincón escondido, venía de una gran ciudad, cuando bajo del tren sintió escalofrío al pisar el anden en penumbras, iluminado por un cutre farol raído de oxido, su luz formaba un circulo que no dejaba ver más aya de él.
Al oír el silbido del tren, se sobre salto, el maquinista avisaba antes de recibir la orden del jefe de estación, que con una banderita roja en una mano y en la otra un farol de aceite, daba la señal para que la locomotora se pusiera en marcha.
Fue tan rápida la parada que apenas le dio tiempo a sacar el equipaje, obligando la a dar un fuerte tirón al baúl que aun no había logrado bajar, sacando lo de un empellón lo arrastro hasta la sala de espera. La estación era lo mas diminuto que el lector pueda imaginase, su interior constaba solo de un salón que hacia de cantina, y en un lado una ventanilla que apenas dejaba ver al el empleado encargado de vender los billetes, en un extremo mientras se esperaban, un bancos toscos que parecían que de un momento a otro se iban a descanganillar, cayendo sus ocupantes.
Para Ester, era su primer trabajo, cundo recibió la notificación de el, fue una alegría para ella y los suyos, que nunca hubieran pensado en el lugar que de momento se encontraba, que le llenaba de inseguridad y repelucos, acentuado al sentir una mano en la espalda, al volverse, vio a un hombre bajito, esquelético tanto que parecía su cuerpo una radiografía, por lo señalado de sus articulaciones, que estaban tapadas por un fino pellejo que parecía que se iba a romper por el roce de los huesos.
La persona se presento como el encargado de llevarla al pueblo, sorprendida le contesto que entonces donde estaba, respondiéndole que en la estación y sin más el hombre tomo el maletón y se lo hecho al hombro, ante el asombro de la muchacha que no hubiera pesado nunca la fuerza de la diminuta y flaca persona.
Una vez fuera, sintió el viento húmedo de la niebla y la oscuridad que apenas dejaba ver un carrito de madera tirado por un borriquillo del que solo se le distinguía los cercos blanco que rodeaban sus ojos. Cogiendo impulso el hombre coloco la valija en el carromato y se subió al pescante mientras, ella a tonita, buscaba la forma de subir, tomando la falda se la remango y gateando más que subiendo logro ponerse junto a él, intentando colocarse la ropa y que no se le cayera el paraguas y el maletín de mano.
Cuando empezó andar el vehículo tomo tal impulso que la muchacha estuvo apunto de caerse. Era como si el carro se hubiera puesto a bailar más que andar.
Pronto se dejo sentir la humedad de la niebla y el suave olor a yodo y brea, que le resulto agradable. A medida que avanzaban por el camino las luces del pueblo en la lejanía se iban acercando, lo mismo que unos faroles que iluminaban un edificio que estaba al borde del camino, al pasar, el hombrecillo esquelético se santiguo, mientras lo hacía le comunico que estaban pasado delante del cementerio municipal. Ester sintió miedo y susto cuando una rueda del carro se hundió en el barro, quedando se atrapada en el hoyo, que no podía rebasarlo por más que el conductor restallara el látigo sobre las flacas ancas del animal, no logrando el borriquillo rebasara el obstáculo.
El conductor dando un salto bajo para ver el impedimento, tocando mas que viendo pudo comprobar que el radio de la rueda se había roto y no se podía proseguir el trayecto.
Con seca voz y con malagana le dijo que bajarse, ella se deslizo como pudo agarrándose a los aperos del vehículo hasta poner los pies en el suelo hundiéndolos en un charco de agua o valla usted a saber. Teniendo que remangándose, falda, saya y enagua, mientras con recelo miraba la mortecina luz del campo santo, que apenas dejaba ver la rueda del carromato clavada en el barro. Con miedo pregunto – que vamos hacer- recibiendo por respuesta, que se quedara a esperar a que él volviera con socorro y de paso guardando el equipaje o de lo contrario venir con migo y tal vez a la vuelta, no este sus pertenecías o si quiere venir arrastrando el baúl detrás de mi hasta el pueblo, puede elegir la acción que desee.
Atónita, logro vencer sus dudas y asombrada, vio que el conductor había desaparecido y estaba sola, mojada, tiritando y con el miedo recorriéndole todo su ser. Se recostó en el vehículo y sintió en el cuerpo el viento de poniente y el silencio intenso que la rodeaba. Solamente quebrado por los espavientos y rebuznos del animal que resignado aguantaba lo que Dios le mandaba.
De pronto empezó a oír unas campanillas y una luz que se aproximaba hacia ella, era tanto el miedo que la hizo tirar al suelo sin importarle el barro donde hundió la cara, para no ver lo que hacia ella venía, pues de seguro que era la santa compaña y los resucitados de los muertos den cementerio que tenia ante ella, pensando que todo estaba planeado, que ella era la pieza para un aquelarre, quiso volverse libélula y poder escapar de tanto espanto. Cuando oyó la voz del cochero con la ayuda encontrada que la llamaba y preguntaba donde esta, mientras ella levantando la cara del barrizal, logrando vencer el pánico, sintiendo su cuerpo meado, cagada y embarrada, pues de todo tenia su vestido, por el miedo pasado.
Intento incorporarse, no supo más, cayendo en un desvanecimiento que la conduciría por un túnel de luz y oscuridad llena de temores y a una salida que por más que intentaba alcanzarla no la lograba, pensando en su inconciencia estoy muerta….
CONTINUARA : EL PROXIMO LUNES
ISABEL CORONADO ZAMORA

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