Las hadas
Las hadas, aquellas de la varita
mágica.
Soñábamos con inocencia, que cada
persona tenía un hada con una varita mágica, que iba arreglando los problemas para
nosotros, haciendo realidad los sueños.
Eran las que conseguían que un sapo
se convirtiera en un príncipe encantado.
Aquel príncipe, siempre rubio con los
ojos azulé, con pantalón de licra, trovador siempre dispuesto a cántanos
canciones.
Haciéndonos montado sobre un caballo
de abundante crin, donde tú de posadillas, delante de él, a la grupa del
corcel, cruzando el equinoccio, corriendo montañas, desfiladeros hasta llegar a
su castillo encantado.
El hada conseguía mientras dormíamos,
velar nuestro sueño, posándose en una nube, hacía que subiéramos con ellas más
bellos donde encontrar la laguna llena de peces de colores, que podías cruzar
con una barca y llegar aquel lugar donde las ilusiones se lograban.
Con las hadas no había temor, por las noches, cuando dormías, el ogro que se refugiaba en los rincones del castillo, de
tu habitación, ella con su barita mágica lo convertía en un suave peluche de caritas
sonriente.
Los cuentos de hadas, en un sobre sorpresa que una vez, a la semana, visitaba para comprar, era nuestra aventura, ver aquella viñeta, tan fantásticas llenas de la mejor fantasía e ilusión que una vez a la semana te hacia viajar con la imaginación, hacia un mundo fantásticos.
donde el lector, con ojos ávidos, llenos de fantasía, hacían
realidad, ver un mundo tan fantástico, refugiado en las mentes de cada
niña.
Ada de mis sueños damas de velos blancos, que aparecían en mis sueños, con las que viajaba a los lugares imaginativos, cada noche, donde nos reuniamos alrededor, en aquella mesa camilla, redonda apoyada en la pared, pues una pata estaba regente y chirriaba penosamente.
Dando a la imaginación, más alas navegantes que te hacían posar sobre las torres del castillo, lleno de almenas
donde vivía el príncipe encantado.
.La imaginación es el lugar que te pertenecía solo a ti.
Cuando el sueño aparecía, ibas al
catre, arrastrando los pies tan perezosamente, chocando con las sillas que te
ibas encontrando en el camino.
Al llegar a la cama, te tirabas
literalmente en ella, boca abajo vestido con zapatos.
Alguien vendría a quitármelos.
Pero el sueño era el territorio mío, donde me estaba esperando mi Ada Madrina, la que me aliviaba de todos mis males.
Con
ella era como estar con mi primo zumo sol, no habría, niños malos que me
pegaran, ni dificultad en la escuela donde yo sería la estrella y preferida de
la profesora.
El Ada lograba que mis deseos se hicieran realidad, que todo fura fácil en el teatro donde la realidad al salir a el no existia.
Muy previsible lleno de gestos donde
la pezuña de la incultura, se hacia una persecución de apestados de cosas, que
una persona racional lograba expresar no tener sin los puntos sin contestar,
sin llamar a la imaginación.
ISABEL CORONADO