Mi pequeña historia de Almendralejo

miércoles, junio 06, 2018

                              LA VIDA EN UN PUEBLO DE TIERRA DE BARROS

           



 Era una casa  en un barrio de nueva construcción en el año 1956.

Lugar que empezaba a construirse sobre zona rural, sin permisos  que los dueños no estaban en pagar al ayuntamiento.
La miseria de una España en blanco y negro, poblada de necesidad donde el apiña miento de familias, que soportaba y entendía ante la necesidad de un techo donde cobijarse.

 Que barrio mas pobre que tocaba el gueto, donde la pobreza aveces hacia que la dignidad de la personas luchaba por sobrevivir.

 Atardeceres oscuros, sin mas luz que la que el cielo mandaba cuando estaba despejado.

Calles siniestras recotorcidas, embarradas, prestas a resbalones y pisar mierdas que habían sido dejadas caer en las orillas de la pared, que el olor a entrar en casa descubría la pisada de la plasta.

 Allí fueron  a parar a una casa que ayudo el padre a construir, cargando carro de mulas  de enormes piedras que iba por ella a tres y cuatro kilómetros de distancia, para formar cimientos fuertes que aguantara tempestades  de vientos y lluvias.

 Buscaba aquel buen hombre tierra buena para hacer las tapias que estaban realizadas a base de tupir la tierra mojada,  sujetada con tapiales y con una mazo grande y regándola, dale que te dale.

Se ponía para soportar el calor un pañuelo  que ataba con un nudo en las  puntas d sus  esquinas y encima un raído sombrero enorme de paja que apenas tapaba, unas espaldas morenas curtidas por el sol soportado des de niño en eras y en trabajos duros.

Aquella casa siempre guardo un misterio que se notaba en el suelo que abecés se movía, en la noche, con misterio, que el miedo hacia que te acurrucaras y taparas la cabeza,  quedando los pies al aire,  que  la incertidumbre del misterio, vieras entrar en la habitación sensaciones terrorificas.

 Al no existir la electricidad, el alumbramiento era a base de velas palpitantes, candiles de torcías de trapo, que al chisporrotear desprendían y olían aceite sobrante de pescado refrito.

El carburo,  daba una luz blanca, no quedaba ningún rincón sin iluminar,  debajo de él  todas las noches eran  espulgados de los posibles piojos, que pudieras haber cogido durante el día con vivindo con la miseria.

 Las pulgas eran visitaban  la cama, que picaban hasta que el sueño, vencía y dominaba, sacando el parásito su alimento.

Lo peor eran los chinches, aquellos que cuando estabas sentada picaban sin consideración, sacando la sangra, como si fuera una transfusión, hasta que tomabas la silla, porraceabas contra el suelo, viendo los parásitos, salir gordos, bien rápidos, que al pisarlos, la sangre llenaba el suelo, mientras arrasabas  el traseros, que el aguijón del chinche tan fuerte, traspasaba telas.

Las moscas eran otro elemento cansino siempre al rededor de todo, de la mierda que acababas de dejar un culo, en el hoyo del estiércol, donde se echaban desperdicios, la paja cagada y meada del burro.
  Al limpiar la zahúrda  todo lo que de ella se sacaba iba aparar al hoyo del estiércol, mas desperdicios, que eran picoteados por los poyos, que esperaban que apareciera la dueña, con cualquier minucias, para picotear, incluso la mierda que deustaban.

Lo peor era cuando llovía, toda el agua que vertían las canales de la casa, iban al hoyo del estiércol, un peligro en potencia, pues se hundía, a si ocurrió, que la abuela de una tía, murió ahogada en un hoyo del estiércol lleno de agua.

Las moscas eran de los insectos mas cansinos y guarros que había en una casa, con sus cagadas que dejaban caer sin consideración, en cualquier sitio, llenando y enturbiando bombillas, que volvían opacas con sus cagadas.

Los pilfano, insecto que se hacía fuertes en la noche, se tiraban como un torero a matar un toro, sobre el que sentía, cansándole tanta sangre, como su glotonería podía, saliendo un enorme bulto a la persona que había picado, formando una  burbuja que picaba e infestaba la piel.

La boqueras, eran llagas en las comisuras de la boca, que  solían curarse con el hierro de las llaves, flotando por la mañana nada mas levantarte,   la comisura de la boca donde estaba la boquera con dicha llave.
 Esta infección, se producía, si se bebía del baso donde lo había echo, uno que tuviera dicha infeción  trasmitiendo la.

 Había que evitar este contacto, pues era señal de miseria y nadie quería estar en contacto con el que padeciera esta dolencia.

Pegar la lengua a las paredes, chupando el encalado de las paredes, señal de que de calcio estaban a cero y el organismo lo solucionaba de esta forma.

Las telarañas en las casa, pobladas de  larguiruchos morgaños de patas enormes que veías bajar haciendo su tela de araña.

La salamanquesas eran las mas simpáticas, que eran depredadores de hormigas y solían solucionar, este problema de visitantes que se instalaban  por cajones y lacenas, estropeando la poca comida que había, que tenia que ser tirada para evitar infecciones.

Lo peor es la fovia a los roedores que constantemente eran visitantes comunes, ratoncitos asqueroso que se hacían dueños de rincones buscando lugares calentitos, para pasar el invierno a los que con ballestas y costilla se combatían.

Lo peor eran las ratas que estaban ya allí, cuando se hicieron las casitas, no se querían ir, que lucha hasta  que fueron desapareciendo, no a si los ratones que eran ya inquilinos de la casa y se estaban siempre luchando con ellos.

Los gatos eran visitantes que corrían en la noche por los tejados,  algunos tan pocos cazadores que utilizaban a los roedores como juego.

Los perros eran los compañeros mas queridos en una casa y el burrito tranquilo que asomaba su hocico por la mañana roznando, según era el día  si era soleado bueno o lluviosos.


                                                    LA POBREZA CONTINUACIÓN



Siempre hay en nuestras vidas un momento roto. La niñez guardada en un cristal, enmarcado en un subconsciente que van ocultando aquello que hizo  todo mas idealizado.

La niña que tapamos, bajo tantas capas, que  vino al mundo en una calle; formada por casa tan irregulares, donde sus paredes guardaban las mismas cosas unas y otras "necesidad.

Siempre en los primeros años de una vida, es volver a un lugar tan idealizado, cada día mes y años, que te gusta recordar mas cuando la madurez  va entrando en tu vida.

 Como vienes al mundo, es como te lo cuentas, comie,nzas a tener recuerdos de aquellos años,  son fotogramas de instantes, que poco te dicen.

 De pronto recuerdas una cuadra una niña encerrada en ella, sin saber porque, mientras sientes a la madre, junto a la tía, divertidas, que ella pueda sentir, principio de una crueldad.

 Bonita convivencias con primas que vivían tras del medianil de la casa, entiendo se amada, en aquella casa tan pobre, llena de tíos, que se fueron yendo formando familias, cuantos recuerdos se agolpan de pronto.

Ninguno, pueden alinear son sal picones que saltan como gotas de pinturas.

Miedos cuando me mandaban a comprar de noche café y tenia que pasar delante de la verja de la tahona, donde los niños cada día contaban historias terroríficas, sobre aquel lugar que nada tenia en la realidad, pero que las conversaciones de mayores, mal terminadas, oídas por orejas infantiles.

 Convertían la noche,   el lugar donde las verjas de la puerta, eran guardadas por túnicas oscuras, con manos llenas de uñas tan largas, que teperseguian hasta en sueños.

Calleja cercana, donde de noche se volvía bruja, cuando las "Pantarujas" espantaban a los transeúntes, inoportunos o aquella siesta que te despertaste y nadie había en casa, sintiendo tanto miedo, que te levantaste, empezaste a llorar,   escondiéndote,  detras de una puertas raída de madera y el miedo te hizo jugar con el cerrojo de la puerta, hasta que se presento madre y tía que había ido a ver el rayo que caido en una casa vecinal.

La tiendas donde callo el rayo,  carecía de cera y cerca estaba la escuela de cagones que nunca querías ir,  la necesidad de un niño pequeño le hizo cagarse en sus braguitas, la estaba al-cargo de la escuela de cañoneras, la mando con la silla mas grande que la niña, que  arrastrando el asiento, la llevo a caca, veo con un sol atormentado, como  se iba derramando por las nalgas la caquita, hasta que llego a casa.
 Aquella otra escuela de cagones que nunca querías, ir por los malos tratos, porque si llorabas te encerraban en un horrible cuarto oscuro.

 Ves como aquella niña casi un bebe llora, desconsoladamente, pidiendo le a su madre, que no la dejara en aquel horrible lugar,  llorando  sin consuelo en la oscuridad de los recuerdos.



La pobreza  de aquellos años era la escasee, pueblo sediento de ver pasar el tiempo sobre un mapa de necesidades.

Todos los días eran aparentemente iguales, al acostarte sentías las sabanas húmedas y frias en invierno y en verano raspaban, secas con olor a sudor  y poco lavado.

 Cada casa era un escondite de necesidad, aparentar que todo era perfecto, lo pobres de dignidad como se decía en aquellos años, iban pidiendo casa por casa,   para que lo socorrieran con un mendrugo escaso de pan,  tan inexistente que era habitual despedirlos de malas maneras.

 Los pobres de dignidad debían ir guarros y harapientos, que su necesidad se viera y también su humillación.

Cuando se llegaba  aquel barrio,  puzzle de necesidad, diferente en cada casa, cuantas historias  tenia cada cual oculta  para evitar la critica.

 Tardes que las vecinas salían a la puerta de sus casas a coser y de paso "dar consejos que para mi quiero".

La honrra era muy digna de proteger, orgullo de una casa, la mujer era la vara de medir  para la sociedad, siempre tenia que tener tantas virtudes que eran indispensable, para tomar un marido que tenia que aguantar toda la vida. La Virginidad, eso era una cosa, que día tras día. Apenas tenia uso de razón se repetía.

A aquellos jóvenes que en la noche de boda se comían el pastel, sin saborear con ansias de no dejar miajas.
 Poco echos a desvirjar, poco en cuentan tenia tal detalle, si había sido ocultado.

Tiempos de un barrio que olía a polvo de siega y zapatillas con suela de goma, que cuando se caldeaban con el contacto de la "parba" se pegaba a la piel como si fuera una mas del cuerpo.

Se aprovechaba de todo y se valoraba también cualquier gesto de esplendidez.

La abuela era tan esplendida, siempre que la visitabas el duro "cinco pesetas) estaba asegurado como la jícara (onza) de chocolate de leche, encima de aquel pan blanco con olor a cajón de madera.

Si tomara una calle  de aquel barrio  en aquellos años, sentiría; discusiones, puertas siempre abiertas, nunca se cerraban, se ponía una silla detrás  de ella a especie de llave.

Si se salia hacer los mandaos, se le decía a la vecina- voy a salir- era señal que la otra si podía estaría pendiente, si no igual.

 Había poco que robar, decían, hasta que algún espabilado, entraba le revolvía los cajones para poca cosa, se llevaba  lo poco que encontraba y como siempre, había quien viera, era descubierto llevado al cuartel de la guardia civil y molido a palos.

Hasta que devolvía lo robado si no se lo había comido, que era casi siempre pues alhajas, pocas habían, las mas afortunadas tenían zarcillos de oro, las menos y no se las quitaban de la orejas, pues estaban  aredidos a su piel.

La abuela tenia muchas gallinas y gallos, cantarines de pico grande y cresta solemne,  con unos pendientes que le salían a cada lado de la cresta.

 Animales bien criados, todo el día en la calle , por la mañana los sacaba  del corral que estaba en la parte trasera de la casa,  no se acordaba de ellos y ellas en todo el día.

 Las gallinas la tenia muy controladas, con los huevos  todas las mañanas le entraba el dedo en el culo de la gallina, era la forma de saber si había puesto el huevo o estaba en su interior, esta no salia hasta que no lo dejaba caer en un rincón del pajar.

Hay si al recogerla al anochecer faltara alguna o alguno, eran contadas y cuanto no aparecía iba casa por casa y vamos que aprecia, de eso doy fe - Menuda era la "Nena" ella decía cada cual lo suyo y lo ajeno déjalo en su sitio que ya tiene amo.



El agua en aquellos años era el lujo mas grande de una casa, la persona que lograba tener un pozo era el manantial de la esperanza del día a día.

El agua habita que acarrearla de los pozos en cubos y en cantaros de arcillas, a si que  un cántaro en el cuadril sujetado con una mano y un cubo en la otra mano, que quedaba libre, llenos a rebosar, el cántaro era tapado con un tapón de corcho ennegrecido y apreciado que no dejaba escapar ni una gota del preciado liquido, no el cubo que con el balanceo  de  las caderas al andar iba quedado  un surco de agua hasta que llegaba a la casa, y era vertido en enormes tinajas o tarros realizados por los alfareros de Salvatierra de los Barros, a si tener a suficiente agua, que costaba muchos viajes, hasta que el tarro y baños eran llenados, para lavar ropa loza y aseo personal. Esto era simpático, pues había una palangana en un palanganero, donde el primero en levantarse echaba agua para su aseo, este no la tiraba, si el siguiente no era escrupuloso se lavaba en ella, creando la porcelana un aro de grasa y un agua hoy vista atraves del recuerdo asquerosa.

El agua en baños pequeños; uno para lavar y otro para enjuagar la loza,  no es grato recordar este oficio, siempre realizado por las mujeres.

 El agua se aprovechaba tanto, que los vasos   que eran escasos de cristal, ya que siempre eran de porcelanas,  tan duraderos y porraceados, al caer al suelo, estaban todos saltados el esmalte, pocos estéticos, sus desconches parecían la cara de un muñeco triste. Al estar mal enjuagados guardaban el olor del ultimo liquido.

Los pozos muchos veranos se secaban, entonces había que ir donde hubiera, guardando grandes colas interminables, que una vec llenabas las vasijas y llevabas a casa, tenías que volver a guardar la cola a si ocurría, que se llevaban todas las vasijas que se podían, de un golpe llenabas todas, ante la paciencia de los que esperaban que hacían lo mismo.

Recuerdo aquella cantarilla pequeñita que mi padre me compro de barro, tan colorado y con adornos labrados en el barro, , que bonita era y como la apreciaba.
 Lo esperaba todos los atardeceres cuando venia del campo, para ir por agua con él, me la llenaba y detrás de el, según el animo que tuviera después de un duro día de campo con trabajo fuerte y duro, no estaba para muchas bromas,  pero los niños d estos años estaban  contentos, pero los mayores, la vida de estos tiempos,  ensombrecía su animo pensando solo la supervivencia del día a día.

El pozo del señor Favian que decían que era muy buena, en su día fue echo el pozo en un morrito en tierra caleña, que le daba al agua el sabor de la cal y la hacia poco salobre, característica del agua del pozo, que arrastra los minerales y tienen un sabor dulzón  que se le dice " Salobre".

En la casa donde nací había un pozo que era el medianil de la casa, estaba allí cuando hicieron la vivienda y allí se quedo, tenia forma de huevo con puertas que lo tapaban.

Devio ser aquella zona, una era, pozo muy necesario, para apagar fuego y saciar la sed.

Aquel pozo el agua era salad, decían los pobladores del lugar, que era debido a que en su día al abrir el venero se toco otro de sal, que hizo al mezclarse salada el agua.

Era utilizada para poca cosa, para el aseo, que ya era una suerte tener agua demás, aun salada, que cortaba la jabonadura del jabón, echo en casa y tenia poca espuma,  olía a mezclas de aceites de pescado, requemadas de tanto usarlas que su final antes de tirarla era hacer jabón.


                                       CALLE REAL DE ALMENDRALEJO

La vida recordada siempre o se ve mejorada o lo contrario.

 Siempre camino por un sendero que es la vida que quiero ver y  divisar como una calzada de tierra donde los tropezones polvorientos eran frecuentes en verano.
 En invierno charcos y barro tanto, que a veces el zapato era atrapado por el cieno del barrizal, te costaba tanto sacarlo, que siempre se quedaba atrapado, al intentar recuperar lo  te enfangabas más.

 Una de la veces me habían confeccionado una "Batita de cuadros azules, con cenefa de cañamazo realizada por una tía, que era un embeleso por lo bien realizado que estaba.

 De juramento es lo contenta que iba saltando,  por la mal cera asunte, pues eran gurullos cabezones salientes, los cuales había que tener cuidado de no resbalarte por culpa de la lluvia caída que habia empezuñado todo  de barro.

Tan contenta iba, que no divise un inmerso tractor, de ruedas inmensa que en el momento que pasaba yo por la imaginada cera, el lo hizo, por la calzara inexistente, embarrada, llena de enormes soca bones, que eran pequeñas lagunas de barro, que al deslizarse las ruedas,  produzco un salpicado por mi cuerpo enterito, como si me hubieran fumigado de manchas de barros, cara, todo el cuerpo.
 Incluido "Bata" recién estrenada de la cual solo se divisaba poco de su color,  al estar cubierta toda de barro.
 Con lo contenta que iba con dos reales de peseta, a comprar me un caramelo de café con leche, de rico sabor, el cual me deleitaba chupando, haciéndolo eterno con pena de hacerlo desaparecer con mis la mentones.

 Era la golosina mas deseada de toda la semana, la única y mas apreciada.

Con tal desatino y en mi afán de limpiarme la cara y ojos cubiertos por el fango, la monedita de dos reales con un orificio en el medio, se cayo de la mano, pero no la podía quedar allí y me hundí en el barrizal, con las manos la busque desesperad amente, sin darme cuente del estado tan lamentable en que me encontraba y la moneda sin aparecer.

Con manos heladas frió y sucia desistir,  dirigiéndome a casa, mientras lo mismo grandes que pequeños se divertían al verme pasar en tan lamentable estado.

Lo peor estaba por venir cuando llegara a casa y me vieran como llegaban, ni recuerdo lo que paso.
 El haber perdido la moneda para comprar el caramelo tan apreciado de la semana no tenia precio, ni riñas  nada que viniera de la sofocada madre, que ante tal realidad contemplada antes sus ojos, me limpio como pudo, pues ni cuarto de baño menos agua corriente y caliente que  se carecía, me mandaría a la cama y a esperar otra larga semana que eran en mi niñez eternas.


 
                                                                               
Palomilla d luz puesta en un poste


Las vivencias de una vida son las que los recuerdos te van dejando.

 Siempre fueron historias las que te contaban en largas noches de invierno, que empezaban cuando la luz solar acababa, una voc avisaba que te tenias que entrar en casa. Oscuridad que apena te dejaba ver al compañero de juegos, sin luces en toda la calle solo la que un vecino ponía en la puerta de su casa.

 Bombilla, que alumbraba un circulo pequeño, suficiente para iluminar un espacio de juego.

 Mi madre por tener un hermano soltero, que vivía con nosotros , mi querido tito Jose, mando un día recado aun electricista, mas de habilidad que de oficio.  Poco temerosos a los voltios que le pudieran descargar los cables mal manipulados, poco sabedor del manejo, pero como eran escaso y pocos los que se dedicaban a tal tarea, en aquellos años eran escasos.

El electricista fue a casa, abriendo un boquete que lleno de alarma a mi madre, que según ella, por poco cae el quicio de la puerta, al poner el hombre empeño, cuando dio con una piedra de la tapia, abriendo, tan gran boquete, que según ella, daba la sensación, que había sido abierto por una granada de mano de la guerra. Cuando fue a tapar el boquete el albañil que tuvo que contratar, se alarmo pues  según él,  a punto tal descalabro del electricista de a ver echo flaquear la tapia al quitarle la piedra para que pasara el cordón como decían entonces.

Por hay paso el cable que saco de la instalación de la casa, pasando por el contador de la vivienda, grotescamente.

 El cable que estaba cubierto de tela y trenzado, le coloco una boquilla de pedernal, que clavo con dos clavos enormes, arriba de la puerta de la entrada de la casa, dando un punto de luz a la calle, que iba al coste de la economía de mi madre, que a un siendo un gasto para la mermada economía, no le importaba tal gasto,  para que a si su hermano cuando venia de vuelta del paseo, tuviera luz y no pisara o cayera en el barro o cualquier altercado.

 Todo esto le podía suceder durante el camino; las calles tenían poca luz tan escasa eran que las calles de noche eran intransitables y solitarias, pero mi madre a si se sentía mas conforme.

A veces le quitaban la bombilla y cuando se levantaba por la mañana y veia su falta, se ponía averiguar, sin encontrar al sustraendo.

 Pensando siempre que igual era alguien que se la quitaba, para que la oscuridad evitara y ocultara intrigas,  por miedo a que se fijaran en ella se callaba y ponía otra bombilla pero eso no evitaba para tener conversación con su vecina Fernanda durante varios días del tema.

Cuando llovía el cable empezaba a chisporrotear, hasta salían aveces pequeñas llamitas, pero el electricista le  decía --no pasa nada el agua de la lluvia lo apaga- Y era verdad que se apagaban y por suerte nunca paso lo que hubiera significado catástrofe.

 A si estuvo hasta que tan rudimentaria instalación fue quitada cuando pusieron varias "palomillas" como se le decían a los poste de le hierro, clavados en las pares de las casas, en la  calle donde iban  los puntos de luz puestos en ella.

Años después llegaron los focos florecen-te de una luz que nos cambiaba la fisonomía por el color conque alumbraba


                                 


ISABEL CORONADO