Mi pequeña historia de Almendralejo

jueves, marzo 28, 2019

NAVEGAR



Cuando los sentidos buscan un punto de encuentro, en sentir latidos de corazones, en el encuentro de un cruce de abrazos, que son palmadas perdidas sobre una playa.
No fueron las voces de un navegador perdido, en las orillas de un arenal vació de precipicios, en el que el ser humano se refugia

miércoles, marzo 27, 2019

            UN DESPERTAR QUE ESTA CON NOSOTROS


LA QUE ESTA A MI LADO ES MI PRIMA MARY UNA ESTUPENDA PERSONA

Aquellos domingos de semanas interminables, en casa frías, con un brasero de picón, sobre una tarima, en una mesa camilla, con un raído tapete que daba consuelo a todos, y del que se intentaba tirando de un lado hacia el otro tapar a los frioleros sentados.

 Con la badila se escarbaba cuando el frió aumentaba y la espalda se resentía, alguien decía échale una firmita o el mas brusco con la punta del zapato daba un escarbón animando las brasa.

 Despidiendo un calor que pronto te hacía retirarte, al sentir las piernas que te abrasaban, produciendo en la piel de la pantorrilla quemaduras, que no cicatrizaban, durando de un año para otro, llamadas cabras, pues bien parecían rebaños  las quemaduras, todas alineadas  con el mismo color.

Sobre la espaldas tenias que ponerte ropa el frió entraba por las múltiples rendijas, lo peor era levantarse de aquel suave calor, para irte a la cama el frio, te lo impedía.

 Cuando ya no había mas remedio de dejar la camilla por la incomodidad de la silla de asiento  de juncia o madera, pues de sillones nada, te ibas a la cama y las sabanas estaban tan frías que parecían que estuvieran húmedas.

 Te engurruñabas en la cama haciendo un cuatro, el frio te hacia tiritar hasta que el cuerpo iba tomando calor.

 Luego ibas bajando los pies poco a poco venciendo al frio hasta que derramaba un poco de calor sobre el cuerpo, sin prisa.
Apagar la luz que estaba en un lado de la pare el interruptor al lado de la puerta, había que dar un salto felino muy rápido de la cama  y apagar la la luz a la velocidad del frio que envolvía la estancia.

La noche pasaba rápida, el sueño se iba, despertabas con el  sol entrando por las rendijas, el canto  de los pájaros, el  manso sonido a nada ha acariciándote, la bulla de sonidos mezclados cotidianos.

 El lechero con su cántaro de latón y su medida de leche, con la que llamaba en la puerta haciendo salir a las vecinas.

 El pielero pregonando que compraba pieles,  de conejo y valla usted a saber, el carbonero con su carro tiznado, renqueante, dejando una huella de ticne por la calzada de tierra polvorienta, mientras vociferaba " el carbonero".

Eran sonidos cotidianos las primeras vecinas que salían a barrer las puertas, una tras iban haciendo corros,  para parlotear, sin escucharse, unas a otras,  todas querían hablar siempre de lo cotidiano.

 Criticas de unas a otras, pues cuando se iba una empezaban hablar de la que se marchaba, retomando la critica la que se incorporaba, a si hasta que se cansaban de hablar todas a la ved sin escucharse.

Te preguntabas  a ti misma, que pasara hoy,  sera un día mas, sin ve que los sueños sin flores se marchitaba bajo el sol.

El tiempo hacia tener fantasías,  buscabas  la ventana que dejara entrar luz, sobre el frio que se filtraba, sentir  la pereza, de dejar una cama tan calentita de colchón de lana, que costaba un trabajo de hacer.

 Bullir bien la lana, llevando los vellones, tentando a trabes de la tela, de  un lado, para otro,  hasta
lograr que quedar esta mas o menos lisa.

La pereza te podía, y como seria empezar un nuevo día.

MIENTRAS ESTABA ESCRIBIENDO ESTE RELATO SONABA EL CONCIERTO DE ARAN-JUEZ CUANDO LO LEAS  ESCUCHALO

ISABEL CORONADO ZAMORA

lunes, marzo 18, 2019


                                           LOS OJOS DE MI TIERRA DE BARROS



Los ojos de mi tierra, su naturaleza que mira y relincha cada vez que siente cualquier maldad del ser humano sobre el manto de su tierra roja y noble.

 Entregada, sin pedir nada mas que ser ejecutado en cultivos y en destreza de experiencias.

Tierra llena de senderos, cañadas , cordeles, reyertas y calzadas.

Se duele esta tierra cuando es alterado su lecho, mirando pasar y sentir pisadas bruscas.

Otras manos acariciando su seno,  que el labrador en su descanso debajo del olivo puso su hato y sobre la albarda del asno o la mula su cabeza y  cuerpo en la manta encima de la tierra alisada de terrones, dejo caer su cuerpo.

Mientras miraba como las nubes corrían, dejando un cielo tan azul que cegaba, mientras sus ojos se iban cerrando con sopor del sueños en el calor de la siesta,  con el grato, cansino canto de las chicharras, cantarinas sobre las ramas de los olivos.

Fueron muchas veces las que su abuelo le contó el miedo sentido al despertar,  mirar al cielo, ver sobre la rama mayor del olivo el lince que lo observaba sin mas.

Que miedo decía el abuelo que sintió, se le paro el corazon las piernas se le entumieron, los brazos se quedaron inertes.

El corazon, sus latidos eran tan fuertes,  temió que   el felino los pudiera oír, atacarle como había escuchado al abuelo, las  muchas personas con caras destrozadas y ciegos `por culpa del felino.

De pronto vio como el lince de un gran salto bajo de la rama, se puso a su lado, empezó a olerle.

 De pronto esperando que le atacara, viendo que no tenia defensa nada mas que su quietud, el felino se estiro a su lado,  busco su cuerpo,  empezó abrir la boca con bostezo tan grande, dejando ver  colmillos que de una dentellada, se podía llevar una mano por delante.

 El animal ante sus sorpresa se alineo al lado de su cuerpo, estirando sus patas las utilizo de almohada y empezó a dormitar.

Que miedo,  decía su abuelo  del miedo pasado, pero no era como el suyo.

Los recuerdos de tantas historias empezaron a formar películas, consejos que nada tenían que ver con lo que el calor del animal le daba y el estaba viviendo.

De pronto sintió algo moverse al lado de su cuerpo, eran algo impredecible, pequeño, diminuto, bajo la mirada, superando su brazo y pecho, casi de reojo,  diviso a unos insignificantes cachorros que iban saliendo del bajo vientre del lince que era una lince.

Los linces recién nacidos eran cuatros cachorros, ciegos sin poder ni levantarse, buscaban calor.


Pronto comprendí que la madre estaba pariendo, con su boca la lince los fue arrimando a su cuerpo y poniéndolos sobre sus mamas para que mamaran,  rápidamente se agarraron y empezaron a tomar contacto,  el olor y calor de su madre.

La lince lo había utilizado a él como calor en el momento de parir, se sintió contento por tal gesto.


 De momento moverse era algo imposible, cuando lo intentaba la Lince lo miraba y sacaba su mandíbula pidiendo que se quedara quieto.

No sabría pensar cuanto tiempo estuvo en la misma posición, debió quedarse dormido, pues ya era de noche la luna llena de verano estaba en  alto, era plenilunio, tan grande que iluminaba el campo haciendo que los olivares, parecieran presentes en una ,mesa rectangular, hablando entre ellos.


El miedo siempre se ha dicho que es libre y cada cual lleva en su cartera el que quiere.

Pero por la entumecion de la quietud de horas, le hacia no sentir su cuerpo, se vio, sintió que tal vez el lince le habría clavados sus caninos, estaba desangrado, la muerte era la quietud que sentía.


Los olivos le parecían que se acercaban, como si lo velaran, queriéndolo,  acompañar en su paso de la tierra al la fase donde todo lo terrenal se queda, dejando que se adueñen otros incorporados.


Empezó a ver su vida desde el día en que vino y tuvo conciencia de su vida.


Cual habían sido sus buenos momentos  y compartidos con seres que marcharon y otros que aun estaban o habían estado con él .


Cuanto tiempo había pasado de de aquel día como deseaba de ver lo en aquel instante,  agarrarse a el y decirle las veces que había dejado de decirle te quiero y agradecimiento de su saber al abuelo y seres queridos.

La entumeció se fue agarrando cada vez mas, de pronto una nube bajo, dejo caer su vapor lo suficiente para que su cuerpo fuera dejado la entumeció.


 En las sombra de la noche y claridad de rayos de luna, una  cara seca de barba medio a felicitar, con manos ásperas y boca desdentada, CON GORRA DE VISERA NEGRA MAL PUESTA DE LADO.
Sintiendo, sus caricias, abrazo, acariciaron diciendo con los ojos lo que las palabras entumidas no articulaba.
De pronto sintió  a su lado y la claridad que venia del cielo , despertó a su lado, solo había una manta y la huella de un lince.


ISABEL CORONADO


lunes, marzo 11, 2019


VERANO CON  PAN Y POCO MAS




Los veranos eran calurosos, en aquella calle cuando llegaron todo era misera , no existían ceras, ni calzadas todo se confundía en una sola cosas.
 El padre confecciono una cera como había visto tantas veces hacer a su madre, con rollos desiguales, lo suficiente para que no hubiera barro delante de la casa y la humedad fuera menor en las filtraciones de las paredes.

Los vecinos eran  pobres, no pobrecitos. Se fiaban unos de otros, pero la envidia era el fenómeno mayor de aquel trozo de calle.

Eran diferentes, llegados a una miseria tan grande,  que  desplazaba ya que el  padre tan luchador buscando trabajo para superación.

Nada se necesitaba nada faltaba lo justo pero no necesidad.
Fue un cambio total en sus pequeños años, había estado tan a gusto en la calle donde nació, rodeado de tantas personas, vecinales que se apreciaban entre ellas, menos una que no se porque a la familia como decía la madre, le tenia interés, cosa que se paga con el desinterés, ante tanto interés.

 Fueron los mejores años de su corta vida, su calle, con  amigas y primas con las que jugar, sin cesar, pared por medio.

De pronto marcharon  a vivir aquella casa alejada de todo, como cerrada, aquel barrio habitado por hambre y necesidad.

La casa nunca, no  faltaba nada lo necesario par una vida digna, era lo suficiente para aislarnos lel entorno y considerarnos diferente.

Con los pocos años que contaba, le ahogaba en aquel lugar,  quería volver a su antiguo lugar, cuando lo hacia  a la  madre no le gustaba, la vigilaba no quería que hiciera amistad con las niñas de la nueva calle, las consideraba inferiores, a la vez no la dejaba ir a la antigua calle.
 No lo comprendía se  revelaba, cosa que la hacia rebelde, los mayores no lo comprendían.

Una etapa que estaba con ella, la  seguía como una prenda extraña, colocada  incapaz de desprender se de ella.
Las calles guardan vivencias de niños que aveces se sienten desamparados, que buscan como perritos una caricia estaña.

ISABEL CORONADO ZAMORA


miércoles, marzo 06, 2019


UNA PALABRA PARA EL QUE ESCUCHA



Los retos nunca los vi, si los senti apenas me di cuenta, una sombra en el camino señalo que el marcador de vivencias estaba dando señales, del rumbo que iba cambiando hacia el punto no deseado.

Las calles volvieron a ser  puntos de encuentros donde los corros de las personas, hacían conversaciones.

 Dichos diarios que iban manoseandose, de corro en corro, pasando silabas sin rumbo, que iban hilvanando palabras, para dar conversaciones que formaban  personas, dando visiones según capacidad, explicaciones de los oyentes, habladores de lengua fácil.

 Siempre me sentí descalza antes personas de verbo fácil, era como si el cuerpo tomará su origen desnudo de su nacimiento.

 Con cuerpo arropado de palabras, clavadas como dardos sobre espalda, pecho, piernas, atravesando la diana que estuviera detrás de mi.

Cuando una palabra se suelta toma caminos para dejar senderos, acabando en veredas en barradas de una calle de pueblo, cuando la lluvia  iba llamando a los tejados para escurrirse por ellos, por canales y canalones, la palabra era empujada por la lluvia, colándose por las cañas de los tejados, que formaban refugio de habitantes, replegados en manadas al calor de la lumbre conseguida con leña  arrancada,  encontrada  donde el frío se hacia sentir sobre cuerpos desnudos, esperando el calor, refugio de la hoguera, secándose ropaje y cuerpo al calor de las llamas.

La palabra tiene piernas de caminantes, corre rápida solo necesita unas cuerdas bocales, una lengua enseguida es lanzada al exterior,  recogida por el oído  embriagador de recibir sonidos,  que aveces confunde con coces de mulas en estampidas, corriendo ladera abajo chocando con alcornoques que intentara reprimir.
 La fuerza de la palabra rompe muros sólidos, donde las llamas de oradores hablantes despliegan sonidos bucales,  derramando sobre cabezas  insípidas que escuchan esperando tomar una silaba y hacer suyas cada una, con forma de egos diferentes,  que van marcando según el pensamiento del que hace una palabra.

 La facilidad de reaccionar, confeccionando una conversación que no van  a ningún sitio en principio, hasta que toma los raíles de  una oración, con verbos, adjetivos, adverbios, sin mas  lo que fue una letra, se convierte en la palabra  del mas ávido en una conversación, que formamos según nuestras apetencias, sin ser nada al igual una vez escuchada, dialogada, comprendida por cada individuo,.

 Escuchada según oído, fiel o radiante que va dando vueltas, en su oreja, formando divagaciones que nunca sirven para verdad.

ISABEL CORONADO