Mi pequeña historia de Almendralejo

martes, octubre 31, 2006

lunes, octubre 30, 2006

PARQUE DE LA PIEDAD DE ALMENDRALEJO SIGLO PASADO






PALACIO DE MONSALUD DE ALMENDRALEJO DONDE NACIERA EL POETA DEL ROMANTICISMO JOSÉ DE ESPRONCEDA.

ISABEL CORONADO 

Una vez aclarado, la mujer se presento y le dijo que se llamaba Aurelia y que venía a ayudarla a cuenta del municipio.
Mientras hablan cosas banales, llegaron a una parte de la casa que hacia de cocina, en ella había una especie de nafre grandota para guisar la comida que funcionaba con petróleo, que se le echaba en el deposito que tenia al lado, junto a ella un baño para fregar los platos y una lacena en la pared con unas puertas de madera agujereada haciendo dibujos, una mesa y una silla algo desvencijadas y en muro un ventanuco junto a un enorme topetón sobre una chimenea que debajo en el suelo tenia unos troncos para encenderla.
Ester no quiso comentar nada de lo hallado a la mujer y se mantuvo callada, mientras veía a la lugareña, sacar los suministro del interior de una enorme cesta de mimbre, que iba poniendo encima de la mesa, para luego ir hacia la lacena y sacar una caserota, encendió el hornillo y empezó hacer la comida, mientras lo hacia, iba contando le que el ayuntamiento pagaba todos los gasto de la casa y comida más su servicios. Diciendo le que se sentara que le iba hacer un buen desayuno, para que se repusiera del altercado de la noche anterior. Ester se encontraba débil, se sentó par comer aquella redonda tostada de quesillos pronunciados y bien hornada y regad de aceite con muchos ajos, sal y guinda picante que le supo a glorias, lo mismo que la mezcla de café, achicoria y cebada tostada, infusión que le tonifico el cuerpo, agradeciendo le a la mujer sus atenciones, mientras esta seguía con su tarea espalda a ella, su enorme trasero no dejaba de mover, lo manejaba con soltura igual que su cuerpo que era grueso distinto al de su marido que era lo más enjuto que se puede ver.
Ya más relajada Ester, escucho unos golpes en la puerta y sintió sobre salto, enseguida Aurelia fue abrir dando le paso a un desgalgado hombrecillo que venia con una carga de leña sobre sus espaldad para la chimenea que descargo en un rincón de la cocina y quitando se la gorrilla que giraba entre sus dedos, le dijo que el alcalde quería verla y sin más pero mirando de reojos se marcho.
La muchacha fu hacia su habitación y se dispuso a vestirse quitando se la bata, tomo un vestido que estaba terciado sobre una silla y se lo puso pero antes se aseo por partes como la noche antes lo había echo, llenando la porcelana del jarro lleno de agua que esta en suelo. Una vez fiscalada
se dispuso a ir al ayuntamiento par ver que se le quería, despidiendo de la mujer que seguía trajinando en la cocina, abrió la puerta, la claridad la deslumbro, al sobre pasar el umbral, la brisa marina le acaricio el rostro que sintiendo el fresco sobre su cuerpo.
Los pescadores estaban trajinando y se dio cuenta que la casa estaba sola que no tenía ninguna al rededor y que en el muro trasero había restos de un liquido rojo, sintió miedo al recordar los ruidos de la noche antes y se animo mirando hacia el mar y que lo mejor era acudir a la llamada del alcalde.
Una vez rebasado parte del camino que era de arena, entro en la primera calle del pueblo que la llevaría hasta la casa consistorial, en su interior enseguida un alguacil, la llamo la atención y la introdujo en el despacho del mandatario, que era un hombre rechoncho, de cara curtida y manos ásperas que sintió al saludarlo pon el fuerte apretón que recibió que le quedo el anillo volado y incrustado en la carne. En el pelo del hombre aun quedaban huellas de haber sido rubio, sus ojos eran azule y la mirada picara. Una vez hechas las presentaciones y aclarado lo referente al cobro, llamo a un alguacil par que la condujera hasta la escuela.
Ester iba al lado del alguacil andando ligera con presura, pues el hombre parecía tener prisa, cuando se paro de golpe delante de una casa de planta baja, que al mirarla, se le cayeron los palos del chozo, estaba ruinosa y al abrir se la puerta, dejo ver un salón, enorme con una pizarra medio descolgada y una venta al fondo, junto a una puerta que daba paso al patio o recreo por llamarlo algo, todo era desolador, el patio pequeño sin árboles, pues si lo hubiera visto habría quitado espacio de juegos a los crios y tímidamente pregunto y los servicios, el hombre al escucharla hizo un gesto de asombro y le contesto los niños donde pueden, las niñas y usted venga, abrió una medio puerta pues no llegaba hasta completar el marco y señalo un agujero en el suelo.
Como todo estaba visto, el hombre fue empujando a la mucha hasta fuera, cerrando la puerta y entregando le la llave y que la escuela empezaba mañana, sin más se despidió y la dejo sin saber que dirección tomar y que hacer.
Caminando llego a las casa que le habían destinado, llamo, nadie le abrió empujo la puerta que cedió, Aurelia se había marchado y en el interior, se iba sintiendo el buen olor de la comida que la mujer había quedado lista para ser degustada.
Antes de comer fue hacia el patio a revisar su hallazgo, todo estaba igual, pero se dio cuenta que no había percibido en su descubrimiento en la pared una argolla con restos de cuerda atada a ellas, sintió escalofríos y temor a que llegar la noche y otra vez le asalto la idea de volver a su casa, con los suyos, que poco se imaginaban el lugar donde estaba, tenia que ir a la telefónica y hablar con ellos y decirle que se iba que se encontraba insegura, pero como el desfallecimiento hacia huellas se fue hacía el fogón, destapo la olla y el olor la resucito, era la ora de comer después tomaría la decisión más oportuna..continuara




lunes, octubre 23, 2006

continuación:cuando el miedo ataca

El miedo a Ester unido al cansancio y montones de cosas que en breves momentos pasaron por su cabeza la hizo rendirse cayendo en los tiernos brazos de Morfeo. No supo el tiempo que estuvo dormida, solo que al despertar su cuerpo estaba dolorido, pero a gusto entre las sabanas, de pronto volvieron sus temores al recordar, los ruidos de la noche y de un salto, echando la ropa de la cama hacia a tras se puso de pie sintiendo el frió del suelo en los pies, busco los zapatos que estaban debajo la cama junto el orinal, se calzo con ellos y con la luz que entraba por la ranuras de la madera de la ventana a tientas se fue hacia ella y corrió los cerrojillos de los postigos.
Al abrirlos la luz entro a raudales deslumbrándola y obligándola, a ponerse las manos en los ojos, cuando se hizo a la claridad de la luz, fue viendo lo que había fuera, unos hombres, estaban arreglando aperos de pescas, dando se cuenta que la casa estaba en las cercanías de la playa, desde ella se veía al fondo el mar y en el horizonte un barquito faenando.
Ester, con pereza dejo la ventana y empezó a sacar la ropa del baúl, que estaba arrugada y empezó alisarlas con la mano y estirando las, para ponerse alguna de ellas.
Cuando estuvo vestida, mientras se miraba y peinaba en el espejo que estaba encima del lavabo, se sintió observada, pero queriendo tranquilizarse y liberadse de miedos tontos, sin más, salio de la habitación y en el pasillo fue examinando la casa donde pudo ver que era humilde, pero limpia, la vivienda tenia en la parte trasera un patio de altas tapias, cubiertas de hiedras y el medio un surtidor con una bomba para sacar agua, la mucha fue examinando el lugar, que le daba desasosiego, mientras se iba poniendo los pendientes, a la vez, que examinaba todo, cuando se le cayo uno, sin saber donde habían caído, movió, la enredadera de la pared, vio, que habían caído en una oquedad del suelo, al intentar cogerlo el baldosín, cedió un poco y el zarcillo se introdujo más en la grieta, para cogerlo, tomo un palo que había cerca y lo hundió en la oquedad haciendo palanca con fuerza, logro arrancar el baldosín y vio en el hueco el pendiente y algo, se agacho más para ver que era, viendo que era una especie de llave de paso, que al tomar el zarcillo, movió y cedió, sintiendo un ruido como si chillaran a su alrededor, se volvió hacia donde sonaba y vio en la pared, que la enredadera había desaparecido, dejando ver una puerta que había cedido sobre sus pernos.
Ester con terror se incorporo del suelo y atónita sin saber que hacer pero con curiosidad vio que la portada estaba llena de telarañas, del interior salía un olor a moho.
Armándose de valor con una mano rompió la tela de araña cayendo un arácnido gordo y peludo, que la hizo soltar un grito, que a la vez por inercia piso con sumo asco. Sin atreverse a entrar en el interior se asomo sin distinguir lo que había en el interior a la vez que sintió sobresalto al sentir unos porrazos fuertes en la puerta de la calle. Sin saber porque se sereno y cerró el artilugio que había movido y dejado al descubierto todo lo que tenía delante.
Al hacerla girar todo volvió a estar como estaba. Alisándose el vestido y algo alterada se dirigió hacia la puerta para ver que pasaba, cuando la abrió vio ante ella a una mujer que no reconocía, ella se identifico como Aurelia, la mujer del cochero que la noche anterior había estado con ella en la aventura pasada y quedado par la mañana siguiente, ella en la oscuridad y lo acontecido por la mañana no se acordaba de ella.
Una vez aclarado, la mujer se presento y le dijo que se llamaba Aurelia y que venía a ayudarla a cuenta del municipio.
Mientras hablan cosas banales, llegaron a una parte de la casa que hacia de cocina, en ella había una especie de nafre grandota para guisar la comida que funcionaba con petróleo, que se le echaba en el deposito que tenia al lado, junto a ella un baño para fregar los platos y una lacena en la pared con unas puertas de madera agujereada haciendo dibujos, una mesa y una silla algo desvencijadas y en muro un ventanuco junto a un enorme topetón sobre una chimenea que debajo en el suelo tenia unos troncos para encenderla.
Este sin saber porque, no quiso comentar nada de lo hallado a la mujer y se mantuvo callada, mientras veía a la lugareña, como sacaba suministro del interior de una enorme cesta de mimbre…..continuara

ISABEL CORONADO

miércoles, octubre 18, 2006

cuando el miedo ataca

Ester, recobro la conciencia, al sentir unas manos áspera dando le cachetitos en la cara, con los ojos entornados en la tiniebla vio unas siluetas tétricas, pensó que eran las animas del purgatorio que venían a por ella, estaba débil pero logro incorporarse y quitarse de encima las personas que la rodeaban, puesta en pie, dio un respingo, al darse de cara con el cochero esquelético, que al ser iluminado por la luz amarillenta de los faroles del cementerio, su apariencia era la de un aparecido.
El conductor, le dijo que los presentes eran su familia, que a su llamada de socorro se habían prestado a lo que hiciera falta y sin más explicación, viendo el hombre que nada se podía hacer por la rueda del carromato, con la oscuridad y la niebla era cada vez más espesa, lo mejor era dejarlo allí hasta que viniera el día y ver que se hacía.
Desengancharon al burrito, coloco sobre su lomo el equipaje, como se pudo, pues el baúl era tan pesado que durante el trayecto fue más arrastra por el débil asno.
Ester, detrás del cortejo brincaba más que andaba, por los constantes hoyos y desniveles del terreno que oscuras no lograba distinguir, ni donde ponía los pié. Toda ella empapada desde el primer pelo hasta la ultima uña del pies, preguntaba para sí, ¿donde me llevan estas personas?.
Al llegar a las primeras luces del pueblo, el manto de la niebla se había extendido, sin distinguir el entorno ni fuerzas para mantenerse en pie, sintió alivio, cuando se pararon y el cadavérico hombrecillo, saco una llave colgada de una cadena, del bolsillo, que hizo girar en la cerradura, que crujió, sin ganas de ser abierta, la puerta de un empellón crujió sobre sus pernos con un chillido, quedando en parempad.
Antes de que ella pasara lo hizo una mujer, que a tientas llego hasta una lámpara de carburo, al ser encendida, ilumino parte de la estancia.
Entrando todos al interior, dejando ver la luz del quinqué, una estancia tétrica.
Como iba empapada y aterida de frió, lo que quería es que se fueran cuanto ante todos y pregunto donde estaba el servicio, que quería darse una ducha, todos se miraron y parte de los acompañantes se dirigieron hacia la puerta con idea de marcharse, quedando en la estancia solo el cochero y su mujer que le contesto, que para lavarse, en el dormitorio había un palanganero, con una jarra de agua y debajo de la cama una escupidera para cosas mayores.
Se despidieron no sin antes decirle que encima de una mesita tenía pan, queso y vino y que por la mañana ella vendría para lo que se le ofreciera.
Sin más se marcharon no sin antes aleccionarla que cerrara bien la puerta pues era mejor que tomara precauciones.
A solas, aterida de mido con escalofríos y tiritones que le hacían castañear los dientes, se preguntaba hay Dios, donde me he metido, donde estoy. Tomando energía empezó a desnudarse, quitándose la ropa, empezó a lavar por partes el cuerpo, con el agua que echo en la jofaina.
Luego intento hacer las cosas mayores como le habían dicho en la escupidera, no sabia como ponerse para ello, pues de cloaquillas no era capaz y una de las veces se callo de espalda y apunto estuvo de verter el orín sobre el suelo, como los apretones iban en aumento tomo la escupidera y la puso encima de una silla, de esta manera pudo hacer de cuerpo, con el problema siguiente con que se limpiaba…
Ya aseada empezó a comer con glotonería pues se dio cuenta del hambre que tenía y la sed que el áspero vino saciaba, reanimando su cuerpo ya más entonado, mientras pensaba mañana me voy, en cuanto venga el día tomo el primer tren, no quiero estar en este lugar, todo esto se decía mientras se metía en la cama.
Para alivio las sabanas eran suaves y con olor a prado, las mantas daban un calocito que la llenaron de alivio, estiro el cuerpo lo esperezo. Pero se le había olvidado apagar el carburo y tubo que levantarse para apagarlo, fue tanto el frió que sintió que volvió de un salto al interior del lecho. Cuando recobro el calor, sintió un ruido y el miedo apareció otra vez, con la luz apagada, sin tener nada para encenderla, el terror volvió y se decía, que va a ser de mí, cuando oyó unos mormullos fuera en la calle, que a ella le sonaban como si estuvieran en la habitación.
El desasosiego la hizo acurrucarse en la cama, apareciendo y recuperando, todas las películas de miedo que en su vida había visto, imágenes que se iban proyectando en los parpados de sus ojos que mantenía tremendamente cerrado.

ISABEL CORONADO ZAMORA

lunes, octubre 09, 2006

CUANDO EL MIEDO ATACA


CUANDO EL MIEDO ATACA

Era otoño cuando Ester llego aquel rincón escondido, venía de una gran ciudad, cuando bajo del tren sintió escalofrío al pisar el anden en penumbras, iluminado por un cutre farol raído de oxido, su luz formaba un circulo que no dejaba ver más aya de él.
Al oír el silbido del tren, se sobre salto, el maquinista avisaba antes de recibir la orden del jefe de estación, que con una banderita roja en una mano y en la otra un farol de aceite, daba la señal para que la locomotora se pusiera en marcha.
Fue tan rápida la parada que apenas le dio tiempo a sacar el equipaje, obligando la a dar un fuerte tirón al baúl que aun no había logrado bajar, sacando lo de un empellón lo arrastro hasta la sala de espera. La estación era lo mas diminuto que el lector pueda imaginase, su interior constaba solo de un salón que hacia de cantina, y en un lado una ventanilla que apenas dejaba ver al el empleado encargado de vender los billetes, en un extremo mientras se esperaban, un bancos toscos que parecían que de un momento a otro se iban a descanganillar, cayendo sus ocupantes.
Para Ester, era su primer trabajo, cundo recibió la notificación de el, fue una alegría para ella y los suyos, que nunca hubieran pensado en el lugar que de momento se encontraba, que le llenaba de inseguridad y repelucos, acentuado al sentir una mano en la espalda, al volverse, vio a un hombre bajito, esquelético tanto que parecía su cuerpo una radiografía, por lo señalado de sus articulaciones, que estaban tapadas por un fino pellejo que parecía que se iba a romper por el roce de los huesos.
La persona se presento como el encargado de llevarla al pueblo, sorprendida le contesto que entonces donde estaba, respondiéndole que en la estación y sin más el hombre tomo el maletón y se lo hecho al hombro, ante el asombro de la muchacha que no hubiera pesado nunca la fuerza de la diminuta y flaca persona.
Una vez fuera, sintió el viento húmedo de la niebla y la oscuridad que apenas dejaba ver un carrito de madera tirado por un borriquillo del que solo se le distinguía los cercos blanco que rodeaban sus ojos. Cogiendo impulso el hombre coloco la valija en el carromato y se subió al pescante mientras, ella a tonita, buscaba la forma de subir, tomando la falda se la remango y gateando más que subiendo logro ponerse junto a él, intentando colocarse la ropa y que no se le cayera el paraguas y el maletín de mano.
Cuando empezó andar el vehículo tomo tal impulso que la muchacha estuvo apunto de caerse. Era como si el carro se hubiera puesto a bailar más que andar.
Pronto se dejo sentir la humedad de la niebla y el suave olor a yodo y brea, que le resulto agradable. A medida que avanzaban por el camino las luces del pueblo en la lejanía se iban acercando, lo mismo que unos faroles que iluminaban un edificio que estaba al borde del camino, al pasar, el hombrecillo esquelético se santiguo, mientras lo hacía le comunico que estaban pasado delante del cementerio municipal. Ester sintió miedo y susto cuando una rueda del carro se hundió en el barro, quedando se atrapada en el hoyo, que no podía rebasarlo por más que el conductor restallara el látigo sobre las flacas ancas del animal, no logrando el borriquillo rebasara el obstáculo.
El conductor dando un salto bajo para ver el impedimento, tocando mas que viendo pudo comprobar que el radio de la rueda se había roto y no se podía proseguir el trayecto.
Con seca voz y con malagana le dijo que bajarse, ella se deslizo como pudo agarrándose a los aperos del vehículo hasta poner los pies en el suelo hundiéndolos en un charco de agua o valla usted a saber. Teniendo que remangándose, falda, saya y enagua, mientras con recelo miraba la mortecina luz del campo santo, que apenas dejaba ver la rueda del carromato clavada en el barro. Con miedo pregunto – que vamos hacer- recibiendo por respuesta, que se quedara a esperar a que él volviera con socorro y de paso guardando el equipaje o de lo contrario venir con migo y tal vez a la vuelta, no este sus pertenecías o si quiere venir arrastrando el baúl detrás de mi hasta el pueblo, puede elegir la acción que desee.
Atónita, logro vencer sus dudas y asombrada, vio que el conductor había desaparecido y estaba sola, mojada, tiritando y con el miedo recorriéndole todo su ser. Se recostó en el vehículo y sintió en el cuerpo el viento de poniente y el silencio intenso que la rodeaba. Solamente quebrado por los espavientos y rebuznos del animal que resignado aguantaba lo que Dios le mandaba.
De pronto empezó a oír unas campanillas y una luz que se aproximaba hacia ella, era tanto el miedo que la hizo tirar al suelo sin importarle el barro donde hundió la cara, para no ver lo que hacia ella venía, pues de seguro que era la santa compaña y los resucitados de los muertos den cementerio que tenia ante ella, pensando que todo estaba planeado, que ella era la pieza para un aquelarre, quiso volverse libélula y poder escapar de tanto espanto. Cuando oyó la voz del cochero con la ayuda encontrada que la llamaba y preguntaba donde esta, mientras ella levantando la cara del barrizal, logrando vencer el pánico, sintiendo su cuerpo meado, cagada y embarrada, pues de todo tenia su vestido, por el miedo pasado.
Intento incorporarse, no supo más, cayendo en un desvanecimiento que la conduciría por un túnel de luz y oscuridad llena de temores y a una salida que por más que intentaba alcanzarla no la lograba, pensando en su inconciencia estoy muerta….
CONTINUARA : EL PROXIMO LUNES
ISABEL CORONADO ZAMORA