Mi pequeña historia de Almendralejo

martes, noviembre 21, 2017


AUSENCIAS





Una hoja de la cepa estaba sobre el camino, sin rimo ni visión tan desigual sobre abandonada sin saber cual final esta en su final.

No hay peor que ver el horizonte y no pode ir hacia el.
 La sabiduría el pesar sin saber hacia donde esta, no saben ni yo tan lista  la vida tan diferente como aquel árbol que se arranca tan diferente una herida que sin  sutura cada día sufriendo sin sentir una llamada que me de fuerza par al falta tan grande de  .
 Que odio engendra una colman tan difícil entrar la mano queriendo ver salir la dulzura de tu presencia todo tan surrela tan sueño tan capitulo que no acaba.

Cuando ves una vid sin sus hojas te das cuenta que la cepa siente su perdida y se vuelve seca árida sin refugio llorando los días de sol cubiertos sus sarmientos de cabellera de hojas, fuertes que daban amparo de nidos de pájaros y cobijo de  perros sedientos.





                                                        UN LARGO CAMINO






    LA PORTADA DE MI LIBRO PRESENTAD EL 29 DE OCTUBRE 2009    
                                       

Ha sido un largo camino el recorrido hasta ver realizado un trabajo que ha costado tanto, como es la publicación, de una recopilación, de años.


Se que la lucha de una mujer sencilla por conseguir poner en circulación sus escritos, motiva la envidia de diversas personas, eso me da pena.


Se que mi trabajo esta lleno de faltas y de la prestancia que da saber el arte de plasmar correctamente la palabra sobre el papel.


Soy feliz, cuando me felicitan, pues todas las personas tenemos necesidad de un poquito de reconocimiento, al trabajo realizado.


Cuando tomo el libro en mis manos siempre surge el recuerdo de aquellas conversiones con mi padre, que por su forma de explicar acababan en riñas, cuanto saber tenían sus palabras como las añoro a medida que pasan los años, su forma pausada de contar las cosas. Cuando creía que había acabado, salia hablando. Su formas de conversar, donde la palabra no fluía rápidas, sino sosegada no había prisa para el recuerdo, al que debía dejar salir despacio y colocarla, delante de su vista y hacerla conectara y poder ver el conversador lo que él atraves de la palabra estaba viendo como una película delante de sus ojo.

¿Porque cuando tenemos a personas que tanto nos quieren, pensamos que siempre van a estar con nosotros?.



Y cuanto los echas de menos, cuando un día toman el tren sin vuelta, pero si de encuentro, pues sera el mismo que tomaremos y al asomarnos por una ventanillas y sentir que el tren se va parando en una estación de la eternidad, al asomarnos por la ventanilla, veremos en el anden a esos seres queridos que nos están esperando.



Pero se que el éxito de mi publicación se debe a estos seres que siempre están con migo, y en un rincón del Centro Cívico de Almendralejo estaban y sonreían felices de verme y agradecidos a estas personas que estaban empañándome.


Mi pequeña historia comienza así:

La historia popular de Almendralejo que os voy a contar es la escuchada al calor de la candela de una cocina en las frías noches de invierno y en mesas camillas, calentada con braseros de “picón” y en las veladas veraniegas, sentado en las puertas de las casas, a la llegada de la noche cuando los vecinos salían ansiosos de tomar un poco de fresco y sacaban sus sillas, que algunos ponían inclinadas en el quicio de la puertas, después de un duro día de trabajo y en cuanto observaban que enfrente o al lado la conversión podía ser una distracción , se iban poco a poco incorporando con sus asientos hacía donde estaban reunidos en corros sin más luz que la luna.


Noches de calor sofocante mitigadas con el agua del barril, puesto al fresco en la ventana mientras te echabas aire con cualquier cosa o con aquellos abanicos de cartón, que regalaban.
En el silencio de la noche todos siguiendo con atención las narraciones, escuchadas bajo un cielo estrellado y de vez en cuando mirando la nebulosa o camino de Santiago, señal que la feria de igual nombre estaba cercana.

Los niños al percatarse de la animada e intrigante conversación de los mayores dejaban los juegos y entraban en sus casas por su “sillinas” de juncia, y con suma atención observaban y escuchaban a José y a otros vecinos de la misma edad, cómo empezaban a contar a los presentes historias populares, mientras sacaban la petaca, llena de tabaco picado, que se ofrecían entre ellos y empezaban a liar un cigarrillo pausad amente, a la vez que iban contando lo que escucharan a sus mayores.
Siempre surgían porfías, por saber uno más que el otro o que él contaba mejor las cosas que el compañero o simplemente querer ser protagonista del monólogo y así lograr que los presente tuvieran su atención puesta en él.
Veladas y conversaciones transcurrirían unidas, logrando que todos permaneciéramos embobados escudando el por qué de llamarse el pueblo Almendralejo.
Según los presentes en la antigüedad en el lugar había almendros y los primeros asentamientos para identificar y situarse lo hacían diciendo donde están los Almendros-lejos, nombre que se iría uniendo y afianzando por las personas que llegaban de paso o permaneciendo en el lugar, quedando sus huellas a generaciones venideras.
Según contaba Don Pedro Moreno y señora Doña Francisca Casado, ambos nacidos y criados en la localidad de Don Benito (Badajoz), sus paisanos participaron en los orígenes de Almendralejo, pues vinieron a nuestro pueblo cuando era un bosque de jara, retama y “torvises”, (monte bajo), a la llamada de la fertilidad de la tierra, que admitía cultivos diversos sobre un suelo rojizo y arcilloso que le dan el nombre de Tierra de Barros.
A los primeros pobladores les sorprende la belleza de nuestra llanura, limitada por la sierra de Monsalud y la del Arroyo de San Servan, que hacen que los vientos choquen en ella y se apacigüen, sobre un valle donde todo abundaba: la caza era variada (mi abuelo me contaba que muchas veces al limpiar olivos (podarlo) se vio sorprendido por linces, gatos monteses y en las dehesas por jabalíes).
Se podía pescar en los regachos Palomino, Airón, Charnecal y Cagancha, que des embocaban en el Lorin, aguas que corrían alegres hacía la vega de Arnina y le daba nombre al arroyo, que en el pasado oliera a manzano y laurel, dice en uno de sus poemas Juan Luis Ortíz, poeta de la localidad.

Corriente cristalina que iba haciendo surco profundo en la tierra para desembocar en el río Guajira.
La abundancia de agua aria ser fértil a la tierra y llegarían colonos de otros lugares cercanos y lejanos a los que se les ofrecieron tierras temporal mente y gratuitamente a cambio de hacerla productiva.
Estas buenas gentes limpiaron los campos de maleza y los sembraron de viñas, olivos, cereales ect, que fructificaron sobre los campos tomando el color esmeralda que como tapices se extendieron hacia el horizonte, el sol doraría la espiga haciendo le parir un trigo rubio.

Y los venidos de otros lugares al igual que los “Donbenitenses”, consiguieron grandes capitales, algunos volvieron a sus orígenes y otros se quedaron y construyeron bodegas, molinos de trigo y almazaras, logrando hacer despuntar lo que empezara como un poblado, aldea y más tarde como villa. Consiguiendo ser, una de de las más ricas de la comarca.

La similitud de los habitantes de Almendralejo en costumbres y comportamientos con los moradores de Don Benito, hicieron en el pasado que estos dos pueblos se sintieran y reconsideraran hermanos.
Los primeros habitantes para mejor protección se asentarán donde el terreno le ofrecía más defensa y facilidad para la construcción de sus viviendas y con materiales fáciles de conseguir.

Después de hacer un descanso el narrador proseguía con su historia, que nosotros transformábamos en una película, que nos transportaba al pasado y nuestra imaginación, nos devolvía imágenes de cómo pudo haber sido el lugar que ocupa hoy la parroquia de la Purificación, en el pasado una elevación de rocas desde donde se dominaba todo el valle y en pendiente bajaba por una ladera llena de jaras hacía lo que hoy es la calle Real, por donde pasaba el regacho Cagancha.

En su otra orilla hoy plaza de Espronceda, se encontraba una gran mole de rocas, contaban que fue utilizadas como cantera, piedras que fueron utilizadas por los pobladores para la construcción de las primeras casas.
Qué mejor lugar para empezar a hacer una aldea que en alto, rodeado de arroyos, manantiales y cañaverales, cuyas cañas valdrían para hacer los techos de las viviendas que eran tapadas con las tejas de adobes, echas con la tierra arcillosa del lugar.

Al llegar a este punto de la conversación, al orador se le había secado la garganta y llamó a su niño para que le acercara el barril, botijo de arcilla roja de Salvatierra, y tomándolo en alto dejó caer el agua por el Pichi (pito te) formando un arco hacia su boca, cuando terminó se limpió las gotitas sobrantes de la comisura de la boca con el dorso de la mano.

Prosiguiendo con la narración y situándonos en la gran cuesta que conocemos como Calle Carolina Coronado (antaño llamada el Caño), que al ser rebasada, al final (hoy calle el pozo) se hallaba otra elevación llena de rocas y de gran pendiente que descendía hacia el regacho y pozo Airòn, que cruzaba y dividía la vega, donde las garzas y otras aves acuáticas, caminaban entre los berros, poleos y juncos que estaban sobre las aguas de la laguna que se formaba, hoy avenida de la Paz.





Dedicado a tantas personas sencillas que disfrutaron narran-dome historias de su vis.
En este libro estan recopilado 100 años de historia de Almendralejo en primeras personas.










LA PORTADA DE MI LIBRO PRESENTADA EL 29 DE OCTUBRE 2009



UN LARGO CAMINO
Ha sido un largo camino el recorrido hasta ver realizado un trabajo que ha costado tanto, como es la publicación, de una recopilacion, de años.


Se que la lucha de una mujer sencilla por conseguir poner en circulación sus escritos, motiva la envidia de diversas personas, eso me da pena.


Se que mi trabajo esta lleno de faltas y de la prestancia que da saber el arte de plasmar correctamente la palabra sobre el papel.


Soy feliz, cuando me felicitan, pues todas las personas tenemos necesidad de un poquito de reconocimiento, al trabajo realizado.


Cuando tomo el libro en mis manos siempre surge el recuerdo de aquellas conversaciones con mi padre, que por su forma de explicar acababan en riñas, cuanto saber tenían sus palabras como las añoro a medida que pasan los años, su forma pausada de contar las cosas. Cuando creía que había acabado, salia hablando. Su formas de conversar, donde la palabra no fluía rápidas, sino sosegada no había prisa para el recuerdo, al que debía dejar salir despacio y colocarla, delante de su vista y hacerla conectara y poder ver el conversador lo que él atravec de la palabra estaba viendo como una película delante de sus ojo.

¿Porque cuando tenemos a personas que tanto nos quieren, pensamos que siempre van a estar con nosotros?.



Y cuanto los echas de menos, cuando un día toman el tren sin vuelta, pero si de encuentro, pues sera el mismo que tomaremos y al asomarnos por una ventanillas y sentir que el tren se va parando en una estación de la eternidad, al asomarnos por la ventanilla, veremos en el anden a esos seres queridos que nos están esperando.



Pero se que el éxito de mi publicación se debe a estos seres que siempre están con migo, y en un rincón del Centro Cívico de Almendralejo estaban y sonreían felices de verme y agradecidos a estas personas que estaban empañándome.


Mi pequeña historia comienza así:

La historia popular de Almendralejo que os voy a contar es la escuchada al calor de la candela de una cocina en las frías noches de invierno y en mesas camillas, calentada con braseros de “picón” y en las veladas veraniegas, sentado en las puertas de las casas, a la llegada de la noche cuando los vecinos salían ansiosos de tomar un poco de fresco y sacaban sus sillas, que algunos ponían inclinadas en el quicio de la puertas, después de un duro día de trabajo y en cuanto observaban que enfrente o al lado la conversación podía ser una distracción , se iban poco a poco incorporando con sus asientos hacía donde estaban reunidos en corros sin más luz que la luna.
Noches de calor sofocante mitigadas con el agua del barril, puesto al fresco en la ventana mientras te echabas aire con cualquier cosa o con aquellos abanicos de cartón, que regalaban.
En el silencio de la noche todos siguiendo con atención las narraciones, escuchadas bajo un cielo estrellado y de vez en cuando mirando la nebulosa o camino de Santiago, señal que la feria de igual nombre estaba cercana.
Los niños al percatarse de la animada e intrigante conversación de los mayores dejaban los juegos y entraban en sus casas por su “sillinas” de juncia, y con suma atención observaban y escuchaban a José y a otros vecinos de la misma edad, cómo empezaban a contar a los presentes historias populares, mientras sacaban la petaca, llena de tabaco picado, que se ofrecían entre ellos y empezaban a liar un cigarrillo pausad amente, a la vez que iban contando lo que escucharan a sus mayores.
Siempre surgían porfías, por saber uno más que el otro o que él contaba mejor las cosas que el compañero o simplemente querer ser protagonista del monólogo y así lograr que los presente tuvieran su atención puesta en él.
Veladas y conversaciones transcurrirían unidas, logrando que todos permaneciéramos embobados escudando el por qué de llamarse el pueblo Almendralejo.
Según los presentes en la antigüedad en el lugar había almendros y los primeros asentamientos para identificar y situarse lo hacían diciendo donde están los Almendros-lejos, nombre que se iría uniendo y afianzando por las personas que llegaban de paso o permaneciendo en el lugar, quedando sus huellas a generaciones venideras.
Según contaba Don Pedro Moreno y señora Doña Francisca Casado, ambos nacidos y criados en la localidad de Don Benito (Badajoz), sus paisanos participaron en los orígenes de Almendralejo, pues vinieron a nuestro pueblo cuando era un bosque de jara, retama y “torvises”, (monte bajo), a la llamada de la fertilidad de la tierra, que admitía cultivos diversos sobre un suelo rojizo y arcilloso que le dan el nombre de Tierra de Barros.
A los primeros pobladores les sorprende la belleza de nuestra llanura, limitada por la sierra de Monsalud y la del Arroyo de San Serván, que hacen que los vientos choquen en ella y se apacigüen, sobre un valle donde todo abundaba: la caza era variada (mi abuelo me contaba que muchas veces al limpiar olivos (podarlo) se vio sorprendido por linces, gatos monteses y en las dehesas por jabalíes).
Se podía pescar en los regachos Palomino, Airón, Charnecal y Cagancha, que des embocaban en el Lorin, aguas que corrían alegres hacía la vega de Arnina y le daba nombre al arroyo, que en el pasado oliera a manzano y laurel, dice en uno de sus poemas Juan Luis Ortíz, poeta de la localidad.
Corriente cristalina que iba haciendo surco profundo en la tierra para desembocar en el río Guajira.
La abundancia de agua aria ser fértil a la tierra y llegarían colonos de otros lugares cercanos y lejanos a los que se les ofrecieron tierras temporal mente y gratuitamente a cambio de hacerla productiva.
Estas buenas gentes limpiaron los campos de maleza y los sembraron de viñas, olivos, cereales ect, que fructificaron sobre los campos tomando el color esmeralda que como tapices se extendieron hacia el horizonte, el sol doraría la espiga haciendo le parir un trigo rubio.
Y los venidos de otros lugares al igual que los “Donbenitenses”, consiguieron grandes capitales, algunos volvieron a sus orígenes y otros se quedaron y construyeron bodegas, molinos de trigo y almazaras, logrando hacer despuntar lo que empezara como un poblado, aldea y más tarde como villa. Consiguiendo ser, una de de las más ricas de la comarca.
La similitud de los habitantes de Almendralejo en costumbres y comportamientos con los moradores de Don Benito, hicieron en el pasado que estos dos pueblos se sintieran y reconsideraran hermanos.
Los primeros habitantes para mejor protección se asentarán donde el terreno le ofrecía más defensa y facilidad para la construcción de sus viviendas y con materiales fáciles de conseguir.
Después de hacer un descanso el narrador proseguía con su historia, que nosotros transformábamos en una película, que nos transportaba al pasado y nuestra imaginación, nos devolvía imágenes de cómo pudo haber sido el lugar que ocupa hoy la parroquia de la Purificación, en el pasado una elevación de rocas desde donde se dominaba todo el valle y en pendiente bajaba por una ladera llena de jaras hacía lo que hoy es la calle Real, por donde pasaba el regacho Cagancha.
En su otra orilla hoy plaza de Espronceda, se encontraba una gran mole de rocas, contaban que fue utilizadas como cantera, piedras que fueron utilizadas por los pobladores para la construcción de las primeras casas.
Qué mejor lugar para empezar a hacer una aldea que en alto, rodeado de arroyos, manantiales y cañaverales, cuyas cañas valdrían para hacer los techos de las viviendas que eran tapadas con las tejas de adobes, echas con la tierra arcillosa del lugar.
Al llegar a este punto de la conversación, al orador se le había secado la garganta y llamó a su niño para que le acercara el barril, botijo de arcilla roja de Salvatierra, y tomándolo en alto dejó caer el agua por el Pichi (pito te) formando un arco hacia su boca, cuando terminó se limpió las gotitas sobrantes de la comisura de la boca con el dorso de la mano.
Prosiguiendo con la narración y situándonos en la gran cuesta que conocemos como Calle Carolina Coronado (antaño llamada el Caño), que al ser rebasada, al final (hoy calle el pozo) se hallaba otra elevación llena de rocas y de gran pendiente que descendía hacia el regacho y pozo Airòn, que cruzaba y dividía la vega, donde las garzas y otras aves acuáticas, caminaban entre los berros, poleos y juncos que estaban sobre las aguas de la laguna que se formaba, hoy avenida de la Paz.



























LA PORTADA DE MI LIBRO PRESENTADA EL 29 DE OCTUBRE 2009


UN LARGO CAMINO
Ha sido un largo camino el recorrido hasta ver realizado un trabajo que ha costado tanto, como es la publicación, de una recopilacion, de años.


Se que la lucha de una mujer sencilla por conseguir poner en circulación sus escritos, motiva la envidia de diversas personas, eso me da pena.


Se que mi trabajo esta lleno de faltas y de la prestancia que da saber el arte de plasmar correctamente la palabra sobre el papel.


Soy feliz, cuando me felicitan, pues todas las personas tenemos necesidad de un poquito de reconocimiento, al trabajo realizado.


Cuando tomo el libro en mis manos siempre surge el recuerdo de aquellas conversaciones con mi padre, que por su forma de explicar acababan en riñas, cuanto saber tenían sus palabras como las añoro a medida que pasan los años, su forma pausada de contar las cosas. Cuando creía que había acabado, salia hablando. Su formas de conversar, donde la palabra no fluía rápidas, sino sosegada no había prisa para el recuerdo, al que debía dejar salir despacio y colocarla, delante de su vista y hacerla conectara y poder ver el conversador lo que él atravec de la palabra estaba viendo como una película delante de sus ojo.

¿Porque cuando tenemos a personas que tanto nos quieren, pensamos que siempre van a estar con nosotros?.



Y cuanto los echas de menos, cuando un día toman el tren sin vuelta, pero si de encuentro, pues sera el mismo que tomaremos y al asomarnos por una ventanillas y sentir que el tren se va parando en una estación de la eternidad, al asomarnos por la ventanilla, veremos en el anden a esos seres queridos que nos están esperando.



Pero se que el éxito de mi publicación se debe a estos seres que siempre están con migo, y en un rincón del Centro Cívico de Almendralejo estaban y sonreían felices de verme y agradecidos a estas personas que estaban empañándome.


Mi pequeña historia comienza así:

La historia popular de Almendralejo que os voy a contar es la escuchada al calor de la candela de una cocina en las frías noches de invierno y en mesas camillas, calentada con braseros de “picón” y en las veladas veraniegas, sentado en las puertas de las casas, a la llegada de la noche cuando los vecinos salían ansiosos de tomar un poco de fresco y sacaban sus sillas, que algunos ponían inclinadas en el quicio de la puertas, después de un duro día de trabajo y en cuanto observaban que enfrente o al lado la conversación podía ser una distracción , se iban poco a poco incorporando con sus asientos hacía donde estaban reunidos en corros sin más luz que la luna.
Noches de calor sofocante mitigadas con el agua del barril, puesto al fresco en la ventana mientras te echabas aire con cualquier cosa o con aquellos abanicos de cartón, que regalaban.
En el silencio de la noche todos siguiendo con atención las narraciones, escuchadas bajo un cielo estrellado y de vez en cuando mirando la nebulosa o camino de Santiago, señal que la feria de igual nombre estaba cercana.
Los niños al percatarse de la animada e intrigante conversación de los mayores dejaban los juegos y entraban en sus casas por su “sillinas” de juncia, y con suma atención observaban y escuchaban a José y a otros vecinos de la misma edad, cómo empezaban a contar a los presentes historias populares, mientras sacaban la petaca, llena de tabaco picado, que se ofrecían entre ellos y empezaban a liar un cigarrillo pausad amente, a la vez que iban contando lo que escucharan a sus mayores.
Siempre surgían porfías, por saber uno más que el otro o que él contaba mejor las cosas que el compañero o simplemente querer ser protagonista del monólogo y así lograr que los presente tuvieran su atención puesta en él.
Veladas y conversaciones transcurrirían unidas, logrando que todos permaneciéramos embobados escudando el por qué de llamarse el pueblo Almendralejo.
Según los presentes en la antigüedad en el lugar había almendros y los primeros asentamientos para identificar y situarse lo hacían diciendo donde están los Almendros-lejos, nombre que se iría uniendo y afianzando por las personas que llegaban de paso o permaneciendo en el lugar, quedando sus huellas a generaciones venideras.
Según contaba Don Pedro Moreno y señora Doña Francisca Casado, ambos nacidos y criados en la localidad de Don Benito (Badajoz), sus paisanos participaron en los orígenes de Almendralejo, pues vinieron a nuestro pueblo cuando era un bosque de jara, retama y “torvises”, (monte bajo), a la llamada de la fertilidad de la tierra, que admitía cultivos diversos sobre un suelo rojizo y arcilloso que le dan el nombre de Tierra de Barros.
A los primeros pobladores les sorprende la belleza de nuestra llanura, limitada por la sierra de Monsalud y la del Arroyo de San Serván, que hacen que los vientos choquen en ella y se apacigüen, sobre un valle donde todo abundaba: la caza era variada (mi abuelo me contaba que muchas veces al limpiar olivos (podarlo) se vio sorprendido por linces, gatos monteses y en las dehesas por jabalíes).
Se podía pescar en los regachos Palomino, Airón, Charnecal y Cagancha, que des embocaban en el Lorin, aguas que corrían alegres hacía la vega de Arnina y le daba nombre al arroyo, que en el pasado oliera a manzano y laurel, dice en uno de sus poemas Juan Luis Ortíz, poeta de la localidad.
Corriente cristalina que iba haciendo surco profundo en la tierra para desembocar en el río Guajira.
La abundancia de agua aria ser fértil a la tierra y llegarían colonos de otros lugares cercanos y lejanos a los que se les ofrecieron tierras temporal mente y gratuitamente a cambio de hacerla productiva.
Estas buenas gentes limpiaron los campos de maleza y los sembraron de viñas, olivos, cereales ect, que fructificaron sobre los campos tomando el color esmeralda que como tapices se extendieron hacia el horizonte, el sol doraría la espiga haciendo le parir un trigo rubio.
Y los venidos de otros lugares al igual que los “Donbenitenses”, consiguieron grandes capitales, algunos volvieron a sus orígenes y otros se quedaron y construyeron bodegas, molinos de trigo y almazaras, logrando hacer despuntar lo que empezara como un poblado, aldea y más tarde como villa. Consiguiendo ser, una de de las más ricas de la comarca.
La similitud de los habitantes de Almendralejo en costumbres y comportamientos con los moradores de Don Benito, hicieron en el pasado que estos dos pueblos se sintieran y reconsideraran hermanos.
Los primeros habitantes para mejor protección se asentarán donde el terreno le ofrecía más defensa y facilidad para la construcción de sus viviendas y con materiales fáciles de conseguir.
Después de hacer un descanso el narrador proseguía con su historia, que nosotros transformábamos en una película, que nos transportaba al pasado y nuestra imaginación, nos devolvía imágenes de cómo pudo haber sido el lugar que ocupa hoy la parroquia de la Purificación, en el pasado una elevación de rocas desde donde se dominaba todo el valle y en pendiente bajaba por una ladera llena de jaras hacía lo que hoy es la calle Real, por donde pasaba el regacho Cagancha.
En su otra orilla hoy plaza de Espronceda, se encontraba una gran mole de rocas, contaban que fue utilizadas como cantera, piedras que fueron utilizadas por los pobladores para la construcción de las primeras casas.
Qué mejor lugar para empezar a hacer una aldea que en alto, rodeado de arroyos, manantiales y cañaverales, cuyas cañas valdrían para hacer los techos de las viviendas que eran tapadas con las tejas de adobes, echas con la tierra arcillosa del lugar.
Al llegar a este punto de la conversación, al orador se le había secado la garganta y llamó a su niño para que le acercara el barril, botijo de arcilla roja de Salvatierra, y tomándolo en alto dejó caer el agua por el Pichi (pito te) formando un arco hacia su boca, cuando terminó se limpió las gotitas sobrantes de la comisura de la boca con el dorso de la mano.
Prosiguiendo con la narración y situándonos en la gran cuesta que conocemos como Calle Carolina Coronado (antaño llamada el Caño), que al ser rebasada, al final (hoy calle el pozo) se hallaba otra elevación llena de rocas y de gran pendiente que descendía hacia el regacho y pozo Airòn, que cruzaba y dividía la vega, donde las garzas y otras aves acuáticas, caminaban entre los berros, poleos y juncos que estaban sobre las aguas de la laguna que se formaba, hoy avenida de la Paz.