Mi pequeña historia de Almendralejo

martes, abril 23, 2024

 

Las hadas



Las hadas, aquellas de la varita mágica.

Soñábamos con inocencia, que cada persona tenía un hada con una varita mágica, que iba arreglando los problemas para nosotros, haciendo realidad los sueños.

Eran las que conseguían que un sapo se convirtiera en un príncipe encantado.

Aquel príncipe, siempre rubio con los ojos azulé, con pantalón de licra, trovador siempre dispuesto a cántanos canciones.

Haciéndonos montado sobre un caballo de abundante crin, donde tú de posadillas, delante de él, a la grupa del corcel, cruzando el equinoccio, corriendo montañas, desfiladeros hasta llegar a su castillo encantado.

El hada conseguía mientras dormíamos, velar nuestro sueño, posándose en una nube, hacía que subiéramos con ellas   más bellos donde encontrar la laguna llena de peces de colores, que podías cruzar con una barca y llegar aquel lugar donde las ilusiones se lograban.

Con las hadas no había temor, por las noches, cuando dormías, el ogro que se refugiaba en los rincones del castillo, de tu habitación, ella con su barita mágica lo convertía en un suave peluche de caritas sonriente.

Los cuentos de hadas, en un sobre sorpresa que una vez, a la semana, visitaba para comprar, era nuestra aventura, ver aquella viñeta, tan fantásticas llenas de la mejor fantasía e ilusión que una vez a la semana te hacia viajar con la imaginación, hacia un mundo fantásticos.

 donde el lector, con ojos ávidos, llenos de fantasía, hacían realidad, ver un mundo tan fantástico, refugiado en las mentes de cada niña.

Ada de mis sueños damas de velos blancos, que aparecían en mis sueños,  con las que viajaba a los lugares imaginativos, cada noche, donde nos reuniamos alrededor,  en aquella mesa camilla, redonda apoyada en la pared, pues una pata estaba regente y chirriaba penosamente.

 Dando a la imaginación, más alas navegantes que te hacían posar sobre las torres del castillo, lleno de almenas donde vivía el príncipe encantado.

.La imaginación es el lugar que te pertenecía solo a ti.

Cuando el sueño aparecía, ibas al catre, arrastrando los pies tan perezosamente, chocando con las sillas que te ibas encontrando en el camino.

Al llegar a la cama, te tirabas literalmente en ella, boca abajo vestido con zapatos.

Alguien vendría a quitármelos.

Pero el sueño era el territorio mío, donde me estaba esperando mi Ada Madrina, la que me aliviaba de todos mis males.

 Con ella era como estar con mi primo zumo sol, no habría, niños malos que me pegaran, ni dificultad en la escuela donde yo sería la estrella y preferida de la profesora.

El Ada lograba que mis deseos se hicieran realidad, que todo fura fácil en el teatro donde la realidad al salir a el no existia.

Muy previsible lleno de gestos donde la pezuña de la incultura, se hacia una persecución de apestados de cosas, que una persona racional lograba expresar no tener sin los puntos sin contestar, sin llamar a la imaginación.

ISABEL CORONADO

 

 

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