Mi pequeña historia de Almendralejo

lunes, octubre 28, 2019


                                    Santiago  Álvarez,
              



Una savia conversación con  Santiago Álvarez, sus estudios  se los ha dado la vida y la naturaleza.

 Con setenta y nueve años contaba  aquel día, no había dejado  de cultivar sus tierras, A  las que  les trazo  líneos,  plantando en ellos las vides, que injertó, viendo convertirse en viñedos.


La primera vez que fue a trabajar al campo, lo hizo a coger aceitunas,  cuando llegaba la merienda, en medio del “Jato” ponían  una olla con la comida, los “avíos” para hacerla, los traían del pueblo, Manolo el  mandadero, encargado  de realizar,  en esta ocasión era en el Cabezo Redondo, en el término  de Solana de los Barros.

 Se comía de pie, introduciendo la cuchara en el recipiente y paso atrás, para dejar sitio al siguiente. Dormí lo hacían en sacos rellenos de paja con su primo José y un vecino.

 En 1940 la vida en nuestro entorno  era mala, triste, tiempos muy difíciles.

El acarreo de la recolección se hacía con carros tirados por mulas,  el pesaje en baños enganchados  en ganchos clavados al arco de las puertas de las bodegas ( a un quedan algunos de estos).

El trabajo duraba todo el día, si la recolección  era mucha y se precisaba más personal, los mismos trabajadores, decían que no se encontraban personal, pues al hacer falta  en su casas el dinero, se mataban trabajando haciendo dos jornales en un día,  ganando más, (llamado “raspa” ) trabajo muy duro.

El padre de Santiago al ser manijero, lo quería llevar, pero él no quería, pues se quedaba con su jornal.
En 1950, marcha a la mili, aprendiendo a conducir en el ejército, sacándose el carné de segunda.
  A la vuelta se va a trabajar con su progenitor, que estaba  de encargado en la casa de García de la Torre.

 Su jefe al comprar el tractor, le pago el carnet,  de tractorista,  consiguiendo él sacarse el de primera,  que le costó 500 peseta.

  Al faltar su padre  se queda, en su puesto,  el año 1953 hasta su jubilación.

Los tractores de aquellos años han ido evolucionando mucho,  del  que tomo la primera vez,.
Su incomodidad: asientos  rígidos,  al tomar las ruedas las piedras del camino, la espalda se resentía  mucho, eran “mata personas” por los golpetazos que padecías los riñones.

El primer tractor que hubo en Almendralejo lo tuvo la empresa Montero en 1958 aproximadamente y Don Arturo.

Contaba que al hijo de su jefe le gustaba acompañarle en las tareas del campo, al que le enseño a descargar y podar.

Santiago me contaba que salía todos los días al campo a ver sus tierra un par de horas, haciendo lo que precisara la planta, se sentía con facultad con sus 79 años, limpiaba sus olivos y recogía su aceitunas.

Disfrutaba con sus tierras por haberla  visto des  el principio crecer y desarrollarse.
Al jubilarse formo parte de la directiva del Hogar de Mayores, de nuestra localidad, con Joaquin Merino, Pedro Bala,  Juan y José  Álvarez.

La directora  era  Doña Isabel, que les propone una serie  de actividades  entre  la que estaba, un estudio sobre la vinicultura, surgiendo la idea de hacer vino.

Para adquirir conocimientos visitaron bodegas tomando contacto con bodegueros, que les fueron informando.

El grupo estaba formado por  un mecánico, necesario para construir la presa, que todos ayudaron hacer en su casa donde tenían un tallercito, compraron las barras de hierro,  moldeando hasta conseguir la presa.

Luego estaba el bodeguero, cuya familia siempre había tenido bodega en la calle Condesa de la Oliva, no le era desconocido el tema y los  labradores conocedores de la materia prima.

La uva para el caldo la consiguieron del rebusco que ellos mismo realizaron,  terminada la campaña iban un par de horas, dejándola,  en un corralón, en  toldos  para  la transformación.

La uva la desbagaban, echándola en la presa realizad por ellos, igual que las tapaderas con que tapaban el torno, que pesaban dando vueltas hasta que empezaba a salir el caldo que iba cayendo en la barrica, cuba  (pitara) incorporando le productos aconsejados para su fermentación.

El vino,  antes de consumirlo, lo  llevaron a la Estación Enológica,  analizado se al consumo, valorándose en catorce grados.

Como vino, no estando picado y los análisis  correctos, la misma Enológica les dio un número de 60 botellas, con una máquina de embotellar les colocaron  los tapones, etiquetando con el nombre de “Hogar de Mayores”.

Al salir  de la junta del hogar, siguió  haciendo vino con los compañeros nombrados.
Me conto, que el amigo Juan Agudo Álvarez al manejaba bien la informática, con el ordenadores del hogar, confecciono  las etiqueta con el nombre de “Vino de Pitarra”.

 No formando parte de la junta del Hogar de Pensionistas, la elaboración lo pagaban ellos. Antes el hogar les aportaba subvenciones para comprar el material.

Esta actividad  les ilusionaba y la continuaban realizando, la experiencia la  debía haber continuado la junta entrante, que se hubiera nutrido del conocimiento adquirido y trasmitiendo.

Quedando aparcado a nivel de del Hogar del pensionista  que ellos seguían con la experiencia y reuniones por la mediodía.

Años ilusionados,  iban a los colegios, a dar  charlas  sobre la agricultura y aprendizaje teniendo mucha  aceptación.

Después de probar el buen vino por ellos envarado, les felicito brindado con él.

ISABEL CORONADO ZAMORA