Mi pequeña historia de Almendralejo

miércoles, junio 17, 2020


                                


                                                 TALLERES DE COSTURA






MANUELA ZAMORA MODISTA CON ARTE

Talleres de costura, lugar donde la mujer encontraba una diminuta salida laboral, trabajo no valorado económicamente por dedicarse la mayoría de las jovencitas a este menester.

Otra forma de ganar un jornal fue sirviendo, (empleadas de hogar), en aquellos años era casi esclavista  por su rudeza, el fregar se hacia de rodilla tirada prácticamente por el suelo para abarcar más, con una bayeta o trozo de trapo, que enjuagabas en un enorme y pesado cubo de Cid, lleno de agua helada en invierno, que hacían que las manos estuvieran llenas de sabañones, y desfiguradas por la reu ma. Pagadas con poco jornal  o por un el plato de comida, era lo que había.

 Las fábricas eran pocas dando poco trabajos y duros, a las que se les pagaba menos que a los barones haciendo esfuerzos y trabajos como cualquier hombre.

La mayoría de las madres, educaban a las hijas para tres virtudes, casamiento, tareas domesticas y costurera, las que se revelaban eran “Desoficías, callejeras y limpia alumbrares”. 
La madre o una amiga, la llevaba al taller, bien de sastra, modista o bordadora, una vez casada, se dejaba de ejercer para la clientela, solo cosería para su casa. 

Había mujeres que les gustaban el oficio aprendido, a de más de tener su propia economía y lo continuaban a un que al marido no le gustara pues en una sociedad machista para el hombre era una humillación que la mujer contribuyera económicamente al mantenimiento del hogar.

 Hay que decir que en un tiempo en que las puertas laborales para la mujer estaban cerradas, saber coser fue una salida en tiempos difíciles, si se quedaba viuda o el marido enfermara y con niños que criar, el saber un oficio era una ayuda.

A la escuela se le prestaba poca atención, una vez oí decir a una madre a su hija si total te vas a casar sabiendo leer, escribir, y un poco de cuentas. Eran quitadas del colegio para aprender a coser, a tan tierna edad a veces se abusaban de ellas, con labores que nada tenían que ver con la costura.

Hubo donde se aprendían el oficio, como en el taller de modistas  de Fausti que estaba en la callejita la cárcel debajo del arco que hubo a la entrada de la plaza de Espronceda, donde estuvo la  hornacina de San Antonio, allí aprendería el oficio Manuela Zamora y muchas mocitas de la época. Fausti  se trasladaría a la calle Mérida.

Talleres con muchas mujeres, como el de Isabel Ballesteros, la Morena. En la calle Arnina antes General Franco, hoy Juan Calos I, estuvo el de bordado de Josefina Franco, donde se realizaban obras de artes, sobre telas de hilo, jacona y algodón, que puestas en bastidores se realizaban bordados como el filtere para su realización el oficio debía estar aprendido por su dificultad.

El taller de bordado de Mariana en la calle Villafranca tuvo fama, en mi poder tengo dos joyas realizadas en él, la toalla de novio de José Coronado bordada con hilo de seda en tela igual y el traje de bautizo de su hija.

En la misma calle María García con Pepe su marido y su hermana Chari, más arriba, Rosa Barroso y Fernando su esposo. En la calle Hornachos Toni Bote, una artista que continua con la profesión. Y tantas otras.

 Almendralejo estaba lleno de talleres de costura, mientras se cosía se comentaba lo que pasaba en el pueblo, la película, la orquesta que tocaría el domingo o disanto (fiesta) día de baile y salida de paseo o feria con baile de matinée (mañana).

 Mientras se hacían festones, calados o se hilvanaba y la ofíciala cosía con la maquina los retoques finales a la prenda, se hablaba del muchacho que le gustaba, del noviazgo o si otra estaba enfadada con el novio o de la que se iba a casar, disfrutando con el enlace, pues de una boda salen siete, se decía.

La maestra ponía orden para que se hablara poco, y apremiaran la costura sin levantar la cabeza del bastidor, de todo se comentaba y se criticaba.
 Se les gastaban bromas muchas veces pesadas  a las niñas que entraban nuevas, como era mandarla a comprar la piedra de afilar las agujas.

 A las adolescentes en sus casa, no se le informaban sobre la pubertad y el seso, si estaban delante se decía “hay ropa tendida” y no se hablaba más, en los talleres escuchando conversaciones a medias al respecto, no comprendiendo lo comentado y sin tener quien se lo aclarara.


ISABEL CORONADO ZAMORA