LOS OJOS DE MI TIERRA DE BARROS
Los ojos de mi tierra, su naturaleza que mira y relincha cada vez que siente cualquier maldad del ser humano sobre el manto de su tierra roja y noble.
Entregada, sin pedir nada mas que ser ejecutado en cultivos y en destreza de experiencias.
Tierra llena de senderos, cañadas , cordeles, reyertas y calzadas.
Se duele esta tierra cuando es alterado su lecho, mirando pasar y sentir pisadas bruscas.
Otras manos acariciando su seno, que el labrador en su descanso debajo del olivo puso su hato y sobre la albarda del asno o la mula su cabeza y cuerpo en la manta encima de la tierra alisada de terrones, dejo caer su cuerpo.
Mientras miraba como las nubes corrían, dejando un cielo tan azul que cegaba, mientras sus ojos se iban cerrando con sopor del sueños en el calor de la siesta, con el grato, cansino canto de las chicharras, cantarinas sobre las ramas de los olivos.
Fueron muchas veces las que su abuelo le contó el miedo sentido al despertar, mirar al cielo, ver sobre la rama mayor del olivo el lince que lo observaba sin mas.
Que miedo decía el abuelo que sintió, se le paro el corazon las piernas se le entumieron, los brazos se quedaron inertes.
El corazon, sus latidos eran tan fuertes, temió que el felino los pudiera oír, atacarle como había escuchado al abuelo, las muchas personas con caras destrozadas y ciegos `por culpa del felino.
De pronto vio como el lince de un gran salto bajo de la rama, se puso a su lado, empezó a olerle.
De pronto esperando que le atacara, viendo que no tenia defensa nada mas que su quietud, el felino se estiro a su lado, busco su cuerpo, empezó abrir la boca con bostezo tan grande, dejando ver colmillos que de una dentellada, se podía llevar una mano por delante.
El animal ante sus sorpresa se alineo al lado de su cuerpo, estirando sus patas las utilizo de almohada y empezó a dormitar.
Que miedo, decía su abuelo del miedo pasado, pero no era como el suyo.
Los recuerdos de tantas historias empezaron a formar películas, consejos que nada tenían que ver con lo que el calor del animal le daba y el estaba viviendo.
De pronto sintió algo moverse al lado de su cuerpo, eran algo impredecible, pequeño, diminuto, bajo la mirada, superando su brazo y pecho, casi de reojo, diviso a unos insignificantes cachorros que iban saliendo del bajo vientre del lince que era una lince.
Los linces recién nacidos eran cuatros cachorros, ciegos sin poder ni levantarse, buscaban calor.
La lince lo había utilizado a él como calor en el momento de parir, se sintió contento por tal gesto.
No sabría pensar cuanto tiempo estuvo en la misma posición, debió quedarse dormido, pues ya era de noche la luna llena de verano estaba en alto, era plenilunio, tan grande que iluminaba el campo haciendo que los olivares, parecieran presentes en una ,mesa rectangular, hablando entre ellos.
El miedo siempre se ha dicho que es libre y cada cual lleva en su cartera el que quiere.
Pero por la entumecion de la quietud de horas, le hacia no sentir su cuerpo, se vio, sintió que tal vez el lince le habría clavados sus caninos, estaba desangrado, la muerte era la quietud que sentía.
Los olivos le parecían que se acercaban, como si lo velaran, queriéndolo, acompañar en su paso de la tierra al la fase donde todo lo terrenal se queda, dejando que se adueñen otros incorporados.
Empezó a ver su vida desde el día en que vino y tuvo conciencia de su vida.
Cual habían sido sus buenos momentos y compartidos con seres que marcharon y otros que aun estaban o habían estado con él .
Cuanto tiempo había pasado de de aquel día como deseaba de ver lo en aquel instante, agarrarse a el y decirle las veces que había dejado de decirle te quiero y agradecimiento de su saber al abuelo y seres queridos.
La entumeció se fue agarrando cada vez mas, de pronto una nube bajo, dejo caer su vapor lo suficiente para que su cuerpo fuera dejado la entumeció.
De pronto sintió a su lado y la claridad que venia del cielo , despertó a su lado, solo había una manta y la huella de un lince.
ISABEL CORONADO
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