HORIZONTE TIERRA DE BARROS
PAISAJE DE LA SIERRA DEL MONASTERIO DE TENTUDÍA
Barros, me hace ver a diario el horizonte sobre las llanuras quebradas por montañas, que forman nuestro valle.
Caminar a diario me hace sentir la mirada de la tierra, que va narrando cada historia del sembrados y olivo centenarios, que forman el mapa de una campiña diversa, en formas de surcos, bien alineados que me admirar la destrez de aquel agricultor, que un día con su sabiduría los trazo y realizo también plantado en una tierra aveces descuadradas.
Cuando la filoxera llego a esta comarca como en otras del resto del mundo, la sabiduría, estudios hicieron que la sabiduría del labrador, lograra vencer a esta enfermedad, plantando plantas no autóctonas, que una vez injertadas, se lograba los viñedos que hoy puedo contemplan, en mi caminar..
Por zonas llenas de cepas, que dormitan el invierno, invernan esperando que llegue la primavera,
cepas retorcidas de dolor al serle arrancadas sus vides cada septiembre, cuando el campesino con un tajo, la despoja del racimo que pario para ser llevado a lagares.
Cepas de larga melena de sarmientos, que sus hojas se han marchado, dejándolos sueltos de cualquier herencia, dejada sobre su cepa durante años.
Descarga de las cepas cuando los sarmientos se retuercen, sin querer dejar la cepa, cuando la tijera
de un corte los deja, solos en la tierra amontonados, formando hogueras, convertidos en picón para formar braseros y calentar hogares, con buenas brasa, que con las paletas de hierros urgaran espabilando al calor.
Me siento parte de esta mancha de tierra, que cubre mi vista, se deja vencer por un horizonte limpio, sobre leves lomas cubiertas de color y arropadas por el calor de una puesta de sol.
Amar la tierra, es dar pasos, sobre pisadas, para formar parte del paisaje que amamos.
ISABEL CORONADO ZAMORA
Barros, me hace ver a diario el horizonte sobre las llanuras quebradas por montañas, que forman nuestro valle.
Caminar a diario me hace sentir la mirada de la tierra, que va narrando cada historia del sembrados y olivo centenarios, que forman el mapa de una campiña diversa, en formas de surcos, bien alineados que me admirar la destrez de aquel agricultor, que un día con su sabiduría los trazo y realizo también plantado en una tierra aveces descuadradas.
Cuando la filoxera llego a esta comarca como en otras del resto del mundo, la sabiduría, estudios hicieron que la sabiduría del labrador, lograra vencer a esta enfermedad, plantando plantas no autóctonas, que una vez injertadas, se lograba los viñedos que hoy puedo contemplan, en mi caminar..
Por zonas llenas de cepas, que dormitan el invierno, invernan esperando que llegue la primavera,
cepas retorcidas de dolor al serle arrancadas sus vides cada septiembre, cuando el campesino con un tajo, la despoja del racimo que pario para ser llevado a lagares.
Cepas de larga melena de sarmientos, que sus hojas se han marchado, dejándolos sueltos de cualquier herencia, dejada sobre su cepa durante años.
Descarga de las cepas cuando los sarmientos se retuercen, sin querer dejar la cepa, cuando la tijera
de un corte los deja, solos en la tierra amontonados, formando hogueras, convertidos en picón para formar braseros y calentar hogares, con buenas brasa, que con las paletas de hierros urgaran espabilando al calor.
Me siento parte de esta mancha de tierra, que cubre mi vista, se deja vencer por un horizonte limpio, sobre leves lomas cubiertas de color y arropadas por el calor de una puesta de sol.
Amar la tierra, es dar pasos, sobre pisadas, para formar parte del paisaje que amamos.
ISABEL CORONADO ZAMORA
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