ESTOY ESCRIBIENDO MI PROXIMÓ LIBRO
PRONTO VERA LA LUZ NUEVAS HISTORIAS EDITADAS DE MI PEQUEÑA HISTORIA.
LEE ALGO DE LO QUE SERA.
SEGUNDA PARTE DE MI PEQUEÑA HISTORIA
Siempre eran aquellas tardes de invierno tranquilas en la cocina sentados unas veces alrededor de la candela y otras en la mesa camilla, mientras comíamos la merendilla, un bollo con una jícara de chocolate, o pan con mucho miajón bien impregnado de aceite y el terrón de azúcar, encima del hoyo (años después, mi madre se los dio un día a mis hijos y decían que la abuela les había premiado con un pastelito exquisito).
Eran atardeceres tranquilo, no había reloj el tiempo pasaba tan lento que para que mirar el minutero del despertador, que estaba encima de la mesilla para cumplir su misión por la mañana temprano, aunque no hacia falta, pues en la casa se levantaban antes que este sonara escandalosamente.
Recuerdo que mientras comía, me gustaba poner la silla en dos patas y me balanceaba, a veces esta cedía y me daba contra el suelo, sufriendo chinchones y el bofetones por no estarme quieta.
La llantina cedía, mientras me refregaba con los puños los ojos al oír en la emisora de radio S.E.R.
Siempre eran aquellas tardes de invierno tranquilas en la cocina sentados unas veces alrededor de la candela y otras en la mesa camilla, mientras comíamos la merendilla, un bollo con una jícara de chocolate, o pan con mucho miajón bien impregnado de aceite y el terrón de azúcar, encima del hoyo (años después, mi madre se los dio un día a mis hijos y decían que la abuela les había premiado con un pastelito exquisito).
Eran atardeceres tranquilo, no había reloj el tiempo pasaba tan lento que para que mirar el minutero del despertador, que estaba encima de la mesilla para cumplir su misión por la mañana temprano, aunque no hacia falta, pues en la casa se levantaban antes que este sonara escandalosamente.
Recuerdo que mientras comía, me gustaba poner la silla en dos patas y me balanceaba, a veces esta cedía y me daba contra el suelo, sufriendo chinchones y el bofetones por no estarme quieta.
La llantina cedía, mientras me refregaba con los puños los ojos al oír en la emisora de radio S.E.R.
El programa, Perico Periquin y Matilde, interpretado por Pedro Pablo Ayuso Matilde Conesa y Matilde Vilariño, serial radiado la mar de divertido, que se daba los martes a las siete y media o las ochos de la noche.
Los demás días de la semana, desando que llegara la hora de la reunión familiar al calor de la lumbre y empezaran a contar historias y cuentos.
Cada noche las conversaciones eran diferente, surgiendo de pronto al ir hablando vivencias de los presentes y sí un túnel del tiempo hubiera con gusto entraría en él y poder volver aquella infancia con niñas como Enriqueta o mis primas Mari y Aleandra o vecindad, formada por familias que habitaban en las casa todas juntas: abuelos, padres hijos y nietos. Estaba los llamados Anditos, Roía, Catorce, Bota, Maria la de Gonzalo, Pepa la de Joaquín Loza, Catalina la Bota, Frasca.ect.
Eran los años 1950, un Almendralejo, con casitas blancas de cal, llamado la Yacita Blanca de Exremadura-
Los demás días de la semana, desando que llegara la hora de la reunión familiar al calor de la lumbre y empezaran a contar historias y cuentos.
Cada noche las conversaciones eran diferente, surgiendo de pronto al ir hablando vivencias de los presentes y sí un túnel del tiempo hubiera con gusto entraría en él y poder volver aquella infancia con niñas como Enriqueta o mis primas Mari y Aleandra o vecindad, formada por familias que habitaban en las casa todas juntas: abuelos, padres hijos y nietos. Estaba los llamados Anditos, Roía, Catorce, Bota, Maria la de Gonzalo, Pepa la de Joaquín Loza, Catalina la Bota, Frasca.ect.
Eran los años 1950, un Almendralejo, con casitas blancas de cal, llamado la Yacita Blanca de Exremadura-
Las vecinas eran miembros más de la familia, compartiendo entre ellas problemas, necesidades y alegrías sí las hubiera.
¿Como poder haya esa puerta en otra dimensión y abrirla y entrar?.
¿Como poder haya esa puerta en otra dimensión y abrirla y entrar?.
Y poder ver a tantos seres, apeados en las margenes de nuestro caminar por la vida.
Y encontrar al abuelo, Juan Zamora, que era alto, de ojos azules y tierna mirada, siempre le conocí pelado al cero esto lo hacia porque su amigo el gitano Canilla que era esquilador de burros y mulas lo pelaba así, y no le cobraba un real.
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