Mi pequeña historia de Almendralejo

viernes, noviembre 13, 2020




ComentariosSI OS FIJA IS, QUIEN LLEVA EL NIÑO EN BRAZO, ES UNA NIÑERA, PARA CUIDAR A LOS NIÑOS. LLEVA UN MANDIL BLANCO, ERA LA ETIQUETA PARA SER CONICIDA POR SU

LOS AMIGOS Y ENEMIGOS DE LA TAUROMAQUIA 

  POR CESAR.J CALERO CORONADO




La fiesta de los toros no entiende de punto medio, sobre todo si nos referimos a opiniones sobre ella.

Los enemigos de la fiesta han aparecido con las nuevas corrientes ecologistas de los últimos años. Nada más lejos de eso, ya que los anti taurinos existen desde hace siglos.

 Se suben al carro del antitaurinísimo por ser algo “progre”. Por el contrario los buenos aficionados de la fiesta la han defendido como parte de ellos,  símbolo y una tradición.

Los primeros antitaurinísimo aparecen en el S. XV, a través de la clase eclesiástica, con el cardenal Juan de Torquemada, que estaba en contra de correr toros, por ser una forma absurda de arriesgar la vida con el fin de divertirse, lo veían como algo cercano al suicidio, ir en contra  de las leyes de Dios.

 Este pensamiento se extendió por todas las clases eclesiásticas, utilizando los sermones de las misas para expresar sus ideas. Al ver que con la palabra no conseguían nada, el papa San Pío V en (1567) en el que prohibía la costumbre de correr toros con la amenaza de excomulgar a todo aquel que la practicase o viese.

 Felipe II, aun sin ser aficionado, consiguió a través del duque de la Sesa mitigar y retener las bulas papales, a fin de que se pudiesen celebrar corridas sin miedo a ser excomulgados, pues sabía que los toros para su nación era la mayor atracción de las fiestas patronales y la mejor manera de tener al pueblo a su favor.

En 1572 al morir Pio V le  sucede Gregorio XIII modera el rigor de la bula y excluye el castigo. Al entrar Sixto V (1583) vuelve otra vez el castigo con todo su vigor, nuevamente fueron paliadas por Clemente VIII (1596).

 Al final tras muchos años de aprobaciones y prohibiciones, debió de imperar una opinión favorable hacia la fiesta, pues se exponía a excomulgar a una nación entera. 

A comienzo del S.XIX tras la retirada de todos los grandes maestros de finales del SXVIII y tras las espeluznante muerte del afamado diestro Pepe-Hillo 1802, esta decayó en interés, momento que aprovecharon los políticos ilustrados de la época para acabar con ella, aconsejándole a Carlos IV su abolición, para dar una buena imagen, a la nueva Europa que nacía.

Prohibieron finalmente la fiesta con la pragmática dictada el 10 de febrero de 1805.

 Tras la invasión Francesa de 1808 fueron restablecidas por José Bonaparte (José I) como acto de buena fe, para ganarse el favor de los españoles. Ya en 1814 fuera los franceses y declarado rey Fernando VII, le dio a las corridas el impulso que necesitaban, pues era  gran aficionado, ganadero de reses bravas, asiduo espectador a la plaza de la puerta de Alcalá y benefactor de la escuela taurina de Sevilla. Al no encontrar ningún enemigo,  las corridas de toros ganaron en aficionados al espectáculo, evolucionando, pasando de ser un simple juego con el toro a un arte.

En los años 70 coincide la caída del régimen franquista y el fin de una gran generación de toreros, los toros sufren un  bajonazo de popularidad, muy equivocadamente asocian la tauromaquia a las ideas de derechas, arma que utilizan para cargar con fuerza.

En los últimos años, leyes  sanitarios (vacas locas, lengua azul),  ponen zancadillas o trabas burocráticas a los festejos, por suerte estamos atravesando una época muy buena de toreros, toros y aficionados que impida que decaiga el espectáculo.

En resumen, taurinos y antitaurinos fueron, van e irán de la mano siempre, quien mejor use sus armas se saldrá con la suya, lo mejor que debían hacer ambos grupos es tolerarse y respetarse.

 

                                                                                               César José. Calero Coronado

 

 

 

 

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