Mi pequeña historia de Almendralejo

jueves, octubre 06, 2011

PENSAR Y AMAR ES CONTINUAR JUTO A LOS RECUERDOS

CUENTAS DEL RECUERDO

Amalia, era la encargada de ir al mercado.
Eran fieles a sus vendedores, que siempre eran los mismos para la carne Gaspar, para el queso y chacinas selectas Carmen la del “queso” que es como era conocida.

Amalia iba temprano todas las mañana con una gran cesta, y se encaminaba a la plaza y realizada la compra.

Cuando terminaba, dejaba en su casa la suyo e iba a casa de la abuela con los encargos.
Y aquí empezaba lo de “Siempre” como ella decía.
La abuela matriarcal mente, la esperaba sentada arrimada a la mesa camilla con un motón de garbanzo en la mesa, que sacaba de una bolsista, las legumbres estaban ennegrecías de ser contadas todos los días, y que eran utilizados para realizaba la cuenta del mercado.
Amalia llegaba pausada mente y empujaba, la puerta de la casa,que en cuanto se la movía chirriaba dolorosamente, nunca recibió una mano de pintura y la madera blanquecina se había ido resecando, agrietando y torciendo con los años.

Amalia pesada mente subía el alto umbral y entraba dentro en la vivienda y decía –mama ya estoy aquí.

-Mira te traigo la compra, y continuación se sentaba y decía se me importado tanto y da me cuanto—
-Alto, la cuenta la vamos hacer por parte y di me, el precio de cada cosa.

—Hay mama siempre lo mismo, me tienes harta de tanta des confianza, se me ha importando esto y ya esta-

-A no decía la madre tu me dices el precio y yo echo la cuenta—

-Bueno respondía y empezaba la abuela hacer montoncitos de garbanzos con el coste de cada cosa y así hasta que terminaba de de hachar la cuenta.

Pero no le cuadraba, pues Amalia le decía que era más y era un tira y afloja entre las dos hasta que la madre veía que había contado más garbanzos o menos.

Cuando terminaban Amalia estaba exhausta de tanta porfía y decía, a su hermana – Manola tramé un café y echa le bastante Achicoria y bien dulce y magdalenas, que estoy en ayuna.

Manola ponía en cima de la anafre de carbón, una cafetera en negrecida por las llamas y empezaba a soplar con el soplillo, hasta que tomaba fuerza, el fuego y la cafetera empezaba a dar resoplidos y hervir la meccla y salir se por las comisuras del utensilio, que se iba derramando encima de las llamas que hacia chillar y soltar chispitas como si fueran fuegos artificiales.

El liquido hume ante era depositado en un enorme tazón de china, como decía en la casa, que ponía encima de la mesa.

Amalia con destreza lo arrimaba hacía ella y empezaba a picar muy tranquila mente las magdalenas en el tazón.

Mientras respondía a la madre, que no acababa de estar conforme con la cuenta, e iba introduciendo las legumbres en una volsita para la próxima vez y lo guardaba en una abertura de la falda donde estaba la faldriquera.

Y amalia mientras con la cuchara sopera iba comiendo y asintiendo con la cabeza, pues la madre no acaba de aclararse y le respondía-Si mama, que sí mama.
La calma de Amalia, al responder mientras comía, iba aburriendo a la anciana y optaba por dejarla desayunar, mientras lentamente, se ponía una mano tapando se la boca gesto que era habitual en la abuela.
Y el día siguiente comenzarían otra vez las porfías y desconformidades por las cuentas y compras realizadas.
Nunca vi Amalia alterada ni insultante ni faltar le el respeto a la madre.
Me parece verla estirando los labios y manoteando para hacerse creer lo que decía.


Ccontinuara……..ISABEL CORONADO ZAMORA

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