Mi pequeña historia de Almendralejo

jueves, octubre 25, 2012


AVECES

A veces la sensación se une a una suave y no estar a ver y comprender y asumir las nubes que a veces aparecen en tu ser.
Con la suavidad de la nostalgia, donde aparecen notas en nuestra frente y las tomamos y las hacemos sonar, sentir  y pervivir en los oídos.
Las notas, se van esparciendo, se deslizan y detrás de ellas me voy y viajo, posándome, junto a ellas en un suave prado que el viento hace que vuele y la brisa las van alejando y de pronto los picos nevados de una cumbre nos hace vislumbrar, tanta blancura que nos ciega y nos detenemos, sobre las laderas cubiertas de blanca nieve, que  pisamos y tocamos y apretamos con las manos y la dejamos en libertad.
 Las notas nos arrastran falda abajo de la montaña hacia un pueblecito de pocas casa, de sus chimeneas sale humo y un suave olor  a pino.
 Y caminamos por sus calles y con las notas vamos chocando con sus paredes y de pronto vemos la salida del pueblo y caminamos por helados senderos y nos posarmos sobre trineos, que inician una marcha por una loma y tomamos velocidad e impulso, Que nos hace volar y pasarnos en un lago helado, que dejamos y volando divisamos, un bosque de conifieras, tan altas, que sus copas tapan el cielo y el viento las hace quejarse y dejar caer una suave aroma que se une con el musgo y la hojarasca .
Andamos por veredas mirando los troncos caídos y quemados por rayos.
 Pasamos por encima de ramas, para pasar pequeños riachuelos, cantarines, que alegres bajan, corriente que los lleva a unirse con otro manantial del que bebemos, una rica agua fría, con sabor amargo.
 Las orillas están llenas de plantas olorosas y de pronto un ruido y he despertado de un viaje que me ha llevado con mi subconsciente, al encuentro de sensaciones, que relajan el espíritu y el alma.  
ISABEL CORONADO ZAMORA

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