La primera Amapola que hoy contemplo.
La primavera con el agua recién caída está dando señales de vida.
Como un sentimiento mi mirada se fue en tan sencilla flor que con su color
rojo se asomaba y quería llamar la atención al viandante.
Estaba esperando en la sierra de Monsalud en el municipio de la Parra, que apareciera uno de mis hijos
con su carita sonriente como siempre ante una prueva con dificultad y tan importante de montaña.
El verdor del Paige, los aromas, la serenidad y la calma, alterando por un
ruido que la naturaleza nos da, como premio del canto de cualquier ave sonora
que quiere despertar los sentidos con oído y vista.
La amapola es la flor más sencilla que la naturaleza nos ofrece, sale de la tierra, desperezando sus pétalos, uno tras otros, como si fueran brazos que quiere abrirse
al sol y a la admiración de cualquier viandante.
Las campanas de la vida suenan, cuando te detienes delante de ellae.
Es la Amapola la que hace sentir y aplaudir las campanillas de la próxima primavera, con color y sonidos del viento, al chocar con la amapola, que lanza hacia a nosotros el toque de atención, soberano del lugar, donde habita y perecerá dejando pasar a una estancia que seguirá debajo de ella para la próxima primavera.
Dormitara y cuando el sonido de la lluvia y el calor de la cercana primavera llame a la tierra, que la ha mantenido.
Sin prisa sacara sus brazos en forma de pétalos
se esperezara y se volverá hacia nosotros dando un toque de atención, diciendo
la primavera esta aquí.
Salir a flota y corre por el prado donde habita, refugio de insecto que
poblaran y aran la fecundación de la vida vegetal.
ISABEL CORONADO
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