ESTER ACEPTO PASAR LA NOCHE
Ester, no tuvo más remedio que aceptar, pasar la noche en aquel lugar pero sola nunca. Aurelia a regañadientes, la acompañaría, antes llevaría a su marido a casa.
Adriano era de poco bulto, no así su señora, que era saludable y fuerte, que lo tomo casi en voladas, para llevarlo con sus hijos, para terminar de curar lo y atender.
Ester, a solas en la estancia sin mover un miembro de su cuerpo, viendo palpitaba la llamita del quinqué, que dibujaba en la pared su silueta que tomaba moviendo cuando alguna corriente hacía palpitante la luz del carburo,
Los mas mínimos ruidos les parecía siniestros, al mirar hacia el techo, el cristal de la lumbrera dejaba ver un trozo de cielo estrellado con nubes que llevaban prisas por pasar y que a ella le parecían siniestras, como si fueran mano largas que rompiendo el vidrio del la clarabolla la llevaba a los confines de las tinieblas. Tanto miedo empezó a sentir que no tomo cuenta que una figura empujaba la puerta y con paso suave se ponía a su altura.
Ester al girar la cabeza, se dio con un rostro redondo y desgreñado, llevándose tal susto que la hizo dar un salto y tal grito, que la persona que estaba delante de ella que no era otra que la pobre Aurelia, que dio un espaviento, que unido al sofoco por haber corriendo por regresado con la mucha, que unido al susto y sobre salto la llevo caer de culo sobre una silla cercana, cuyas patas por el peso de la mujer se abrieron y chillaron.
Ester al ver la situación que su miedo sin sentido había provocado, no tuvo más remedio que admitir ante la mujer que era miedosa y disculparse.
Todo más tranquilo las dos fueron hacía la cocina a comer lo que traía Aurelia, era poca cosa, no era tiempos de abundancias, y lo que puso sobre la mesa era un queso serrano metido en aceite, pan y una botella de vino de la zona de Tierra de Barros. Mas tranquilas empezaron a comer y conversar mientras saboreaban comida y buen vino.
Les fue apareciendo sueño y decidieron irse a costar, como nada más había una cama se acostaron juntas y empezaron hablar sobre sus vidas pero pronto el sopor del alcohol las fue aletargando y durmiendo.
No sabía cuanto tiempo había pasado, cuando unos suaves roces las despertaron a ambas y con los ojos muy abiertos en la oscuridad se miraron, girando las caras levemente mientras sus corazones empezaron a palpitar, como si sus latidos resonaran por toda la habitación. Mientras a través de la tenue luz que entraba por la claraboya del techo y las rendijas, veían una sombra que por el pasillo se deslizaba suavement, las dos cerraron fuertemente los ojos y se cogieron las manos.Continuara..
Adriano era de poco bulto, no así su señora, que era saludable y fuerte, que lo tomo casi en voladas, para llevarlo con sus hijos, para terminar de curar lo y atender.
Ester, a solas en la estancia sin mover un miembro de su cuerpo, viendo palpitaba la llamita del quinqué, que dibujaba en la pared su silueta que tomaba moviendo cuando alguna corriente hacía palpitante la luz del carburo,
Los mas mínimos ruidos les parecía siniestros, al mirar hacia el techo, el cristal de la lumbrera dejaba ver un trozo de cielo estrellado con nubes que llevaban prisas por pasar y que a ella le parecían siniestras, como si fueran mano largas que rompiendo el vidrio del la clarabolla la llevaba a los confines de las tinieblas. Tanto miedo empezó a sentir que no tomo cuenta que una figura empujaba la puerta y con paso suave se ponía a su altura.
Ester al girar la cabeza, se dio con un rostro redondo y desgreñado, llevándose tal susto que la hizo dar un salto y tal grito, que la persona que estaba delante de ella que no era otra que la pobre Aurelia, que dio un espaviento, que unido al sofoco por haber corriendo por regresado con la mucha, que unido al susto y sobre salto la llevo caer de culo sobre una silla cercana, cuyas patas por el peso de la mujer se abrieron y chillaron.
Ester al ver la situación que su miedo sin sentido había provocado, no tuvo más remedio que admitir ante la mujer que era miedosa y disculparse.
Todo más tranquilo las dos fueron hacía la cocina a comer lo que traía Aurelia, era poca cosa, no era tiempos de abundancias, y lo que puso sobre la mesa era un queso serrano metido en aceite, pan y una botella de vino de la zona de Tierra de Barros. Mas tranquilas empezaron a comer y conversar mientras saboreaban comida y buen vino.
Les fue apareciendo sueño y decidieron irse a costar, como nada más había una cama se acostaron juntas y empezaron hablar sobre sus vidas pero pronto el sopor del alcohol las fue aletargando y durmiendo.
No sabía cuanto tiempo había pasado, cuando unos suaves roces las despertaron a ambas y con los ojos muy abiertos en la oscuridad se miraron, girando las caras levemente mientras sus corazones empezaron a palpitar, como si sus latidos resonaran por toda la habitación. Mientras a través de la tenue luz que entraba por la claraboya del techo y las rendijas, veían una sombra que por el pasillo se deslizaba suavement, las dos cerraron fuertemente los ojos y se cogieron las manos.Continuara..
Por ISABEL CORONADO ZAMORA
6 Comments:
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