ERA DE LOS ANTRINES HOY PARQUE DE LAS MERCEDES
Navidad para Joselito era magia, lo mejor no ir a la
escuela, irse con sus tíos al huerto y sobre todo correr con el perro que tenía
su tío llamado Canelo.
Aquella mañana cuando estaba levantándose, oía trasteo en la
casa, ruidos que venían del pequeño comedor donde estaba la radio de la casa.
Su madre había
comprado unos décimos de lotería y cupones para una cesta de navidad, muy
entusiasmada estaba escuchado lo que emitía la emisora de radio.
Joselito iba arroscándose la cabeza, cuando llego al quicio
del arco y diviso a su madre.
Esta le señalo con la mano hacia la mesa camilla, encima
humeaba una taza de café, al lado rebanadas de pan frito, regadas con bastante
azúcar.
Se sentó en la silla y la miraba mientras comía.
Mama, que son estos papeles, --no se te ocurra tocarlos, son
premios, de seguro que nos toca la cesta de del comercio de Pedro Plaza.
Y que es mama- ¡uh! Muchas cosas, para la noche buena.
Y podremos vender, la mujer para que se callara le dijo que sí.
La mente de Joselito empezó a pensar, se terminó el desayuno
y se fue muy decidido a ver la cesta, que la tendera lucia en un sitio muy
preferente del colmado, en una plataforma que el público viera, pero no tocara
ni catara.
Su mirada no podía dar crédito, cuantas cosas, son
demasiadas y lo vio tan fácil que a su madre le tocara tan suculenta cesta, que
muy contento se encamino hacia casa de su abuela.
Cuando iba de camino se encontró con uno de sus primos, muy decido
conto la cesta que tenían, llenita de manjares.
Que me dices primo, que sí, seguro que la repartiremos, si
pero para ello será al que aporte algo a cuenta, el pariente le dijo que mientras
no lo viera no lo creía y más conociéndolo.
Pues bueno, pero esta llenita de bolsas de garrapiñadas,
vamos a casa de abuela que seguro que ella lleva papeletas.
La abuela estaba sentada en la mesa camilla echado la cuenta
del mercado, que por no saber escribir ni de cuentas y ser muy lista lo hacía
con montoncitos de garbanzos y nadie lograba engañar.
En cuanto los vio, les dijo—donde vais vosotros tan temprano,
-- son vacaciones-¡ah! Sentaros que os voy a dar una rebanada de Arrope, con
presa de calabaza.
Abuela usted tiene papeletas de la cesta de Pedro Plaza, la
mujer como estaba con la cuenta le dijo que si y prosiguió con su algebra, dice
Joselito que le va a tocar a su madre la abuela a sintió con la cabeza y prosiguió,
con su cuenta sin prestar mucha atención a los chiquillos.
No ves cómo es verdad lo que te he comentado primo, voy a tener
esta navidad de todo y me vas a dar primo.
No se tendrás que hacer por mi tarea o darme el gallo que
tiene tu madre para navidad, eso no mi madre se enfadaría mucho.
Quieres que vayamos al comercio y veas la cesta, la abuela
para que la dejaran, le dio la rebanada y les animo a que se fueran.
Salieron muy animados, por los Antrines, aquella noche había
llovido, la calle sin apenas cera toda calzada embarrada, no había un charco
que Joselito y su primo por seguirlo, no metieran los zapatos, divertidos chapoteando
el agua.
Cuando llegaron a la tienda esta estaba llena de vecinas,
todas hablando a la vez, contándose y pregonando noticias de vecino, sin
mostrar interés por los chiquillo-
Cuando el primo vio
la cesta se maravilló, por las jugosas cosas que había en su interior, dices
que le ha tocado a tu madre, --que si ya te lo he dicho--.
A esto una de la mujer que los miro, les pregunto —vosotros
que hacéis aquí- Joselito le contesto, que era el hijo de Amalia, que le había
tocado la cesta de navidad.
Esta que mientras le
escuchaba, hablaba a la vez, con tendero y otras mujeres, pidiendo que la
atendieran, mientras, contesto y dijo que sí, pero no a Joselito sino al
tendero que le preguntaba que si le tocaba.
Lo ves, le dijo al primo, que más quieres saber, vamos air a
mi casa, te voy a enseñar las papeletas que tiene mi mama.
Las casas, en estos años, rara vez se cerraban con llave, se
le ponía una aldaba, que enganchaba en la puerta, era suficientes pues los
vecinos se vigilaban unos otros.
Al empujar la puerta, empezó a llamar a su madre, mientras
entraban sin recibir contestación.
Y viendo, encima de la mesa las papeletas, se las enseño a
su primo, -- si quería que le diera parte de ella, a cambio del gallo, que había
criado su madre, para la navidad, se lo tenía que dar.
Al chiquillo, ni bien ni mal pareció, el trato pues Joselito
ya le había dado lo que le gustaba de la cesta y que pensaba comerse el solo.
Vale trato echo, voy por lo que hemos tratado, antes de
llegar a su casa, el olor del guiso del gallo tenía toda la calle inundada de
rico olor.
Entro en su casa, no había nadie, a su madre, se le oía,
habla encasa de una vecina, vio buen momento de tomar la olla sin más y llevársela.
Dicho y hecho, con gran apuro, pues pesaba mucho, el gallo
en Pepitoria y la puso en una cesta de mimbre, con muchos apuros y esfuerzos,
la llevo a casa de su primo, muy contento haciendo cuenta de lo ofreció del
contenido de la cesta.
Joselito estaba jugando en la calle cuando diviso a su primo,
que apenas podía con la cesta, fue hacia él, al darse cuenta que traía el
trato.
Le dijo que su madre
estaba en casa, no debía enterarse de lo que habían tratado, que era mejor que
se fuera, que mañana le daba la mitad de la cesta, para que la cosa fuera más creíble,
de uno de los cajones del aparador donde su madre guardaba los dulces de navidad,
saco una bolsa con figuritas de mazapán que le dio a su primo y le dijo que era
a cuenta.
El crio muy contento se marchó con las golosinas
comiéndoselas y dichoso.
Joselito como la madre no estaba se fue a la cocina y cambio
el guiso a la olla de su madre que también tenía pollo, pero poco, apenas para
pasar una noche en familia.
La olla de su primo la escondió rápidamente, al sentir a su
madre que venía por el pasillo, al verle le dijo- que ha--ces aquí- nada
contesto.
Y tú de donde bienes, de ver si nos ha tocado la cesta- y
que mama- nada hijo no ha sido, esta vez, mientras la mujer se fue hacia el
anafre, puso la olla encima y empezó a soplar con fuerza con el soplillo, el
anafre, para aligerar el fuego, levanto la tapadera de la olla.
Se extrañó que
hubiera aumentado, tanto la pepitoria, extrañada dijo en voz alta, como
amentado la pepitoria si no cabe en la olla, que raro, no he visto una coa como
esta en mi vida, que al cocer haya aumentado tanto.
Mientras hoy la conversación se fue muy sigilosos, hacia
casa de la abuela.
Y allí permaneció, hasta que escucho voces que venían, de
puerta de la calle, era su tía que lo buscaba y saber del trueque que había
realizado su hijo con él.
Que pasa le dijo la abuela a la tía, que Joselito a engañado
a mi hijo, le ha dado el gallo en pepitoria, que teníamos para esta noche.
La abuela le contesto que como un niño iba hacer eso, que no
que eran cosas de su hijo.
Empezaron a llamar a Joselito, que había escapado, mientras las
mujeres en zar zardas, no se dieron cuenta.
Corrió a su casa y muy suave se puso a estudiar, su madre al
verlo tan aplicado lo besaba y le decía que niño tan estudioso tenia.
Cuando de pronto la puerta se abrió con un gran estruendo,
aparece su tía- A ver dónde está el diablo de tu hijo, que me de mi gallo- que
te pasa cuñada, que me dices si este niño desde esta mañana que se levantó no
se ha movido de casa, -no decía su tia- que me des mi gallo, si no sé de qué me
hablas.
Las dos enfadas riñendo, Joselito estudiando, aplicado más
que nunca por si se descubría todo, estuvo hasta la hora de la cena.
Cuando se pusieron a celebrar la noche buena, en la fuente humeaba
la suculenta pepitoria, y sus madres, no dejaba de decir, parece mentira que un
poyo haya dado de si tanto, mientras su herman decía- que tuviera cuatro alas
un poyo.
Aquella navidad la pepitoria fue tan abundante que sobro, la
madre para hacerse perdonar mando a Joselito con las sobras para que las probara
su tía y aliviar la discusión del día anterior, el muchacho dijo que no.
Que su primo iba a venir, que se las diera, que él se iba al
campo con sus tíos.
La madre, que como había estudiado tanto, que se fuera y una
vez más Joselito con sus mañas, logro que su primo, después de una fuerte
regañina y enfado, unos días después hiciera las paces.
Las madres de ambos,
una y otra preguntando se, donde estaba su gallo y la otra lo que había dado de
sí este año la pepitoria,
Joselito y su primo pronto hicieron esfuerzos por olvidar,
los mayores que eran listos lo arreglarían todo.


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