Llovía cuando salimos era un día cris, en que la mijina lluvia
y el chispeo de la humedad, hacia al “día pajarero “se podía tener idea de lo
que el día podía dar de sí, con un agua “calera” que iba invadiendo la humedad convirtiéndose
en un “cala bobo”.
Las nubes parecían andar rápidas, “asina” una cortina se
corriera, todos se ganaban en las reuniones perdidas, sin temor caminando por
un tiempo, cuando la oscuridad señalaba la noche, ni siquiera la luz se la
esquina, sus filamentos, palpitaban dentro de la bombilla enroscada en la
boquilla de metal de una palomilla, mal clavad en la pared.
El viento, hacía
moverse, sin cesar, el chirrió de las uniones del metal hacia las tinieblas, despeluchadas
acercarse, caminar como si quisiera, entrar, delante del umbral de la casa, que
dejaba pasar por las hiendas de la madera, mal trechas de la puerta changada,
con el paso de años sin recibir una mano de pintura sobre ella y sus clavos oxidados.
La lluvia era un paso de a la piel, tan suave que la absorción
de los miedos al caminar por la calle te acondicionaba a sentir más miedo que división.
El frio señalaba que la lluvia se convertiría en carámbano,
que helaría, las paredes, tejados traspasando el calor, que luchaba por sobrevivir
ante en frio.
Los días de inviernos eran como el final de la última hoja
de la libreta, donde empezábamos a escribir y las cuatro reglas.
Cuando por fin se tenía era una libreta, la mimabas la quería
como tu piel.
Cuando la pizarra con aquel pizarrín de manteca, con el que escribíamos
y echábamos cuentas en ella, borrando con el dorso de la mano, un día esta caía,
se estallaba o se hacía pedazos, intentabas como un puzle acoplar los trozos,
en el marco de madera, casi imposibles, lograbas mal escribir sobre los trozos.
Cuando conseguías tener un cuaderno, administrabas cada renglón,
espacio para que la hoja diera más de sí.
El levantarte temprano con la casa tan fría, el picón del
braseo, se había convertido en ceniza, el calor, mermado, el frio se adueñaba
de cada rincón de la casa.
Apenas un café con leche,
con un miajon de pan migado, era el desayuno, ligero para la escuela.
En las clases apeñugados, sintiendo el calor de los cuerpos
y la miseria humana, que se quedaba en los sentidos olfativos y no se olvidaba.
A las doce y medias salían de la escuela, corriendo pisando
charcos calado, llegabas a casa y al calor de la candela, la ropa se iba enjugando
y secando´
Empezabas a tiritar, un frio que se entraba en los tuétanos hasta
que el calor del brasero y la candela en la cocina iba dando calor.
La comida era poco variable, todos los días garbanzos sin más,
tocino añejo, o guiso de las mismas legumbre, cuando ponían frijones, sopa de
tomate era una fiesta y se disfrutaba.
La fruta eran las uvas de cuelgas que se enguachaban de las
puntas de los maderos de la cocina y al calor lentamente se iban convirtiendo
en pasa que se comían con trozos de pan.
También las granas que colgadas aguantaban a veces hasta
enero igual que los melones de cuelgas, las sandias de invierno que eran
blancas.
El desayuno, era a base de café y rebanadas que era fritas y
crujientes, de noche casi siempre migas aprovechando el pan duro.
Los días de inviernos eran interminables, al ser de noche
tan pronto, la oscuridad se hacía dueñas por calles sin apenas iluminación.
Hacia el miedo dueño de cada rincón del exterior, las casa con
pocas bombillas que iluminaran las estancias, cualquier ruido y chirrio de las
maderas secas de los muebles, hacia tan siniestros, que en la camilla, te
arrimabas uno con otro luchando por un poco espacio, de tarima, donde poner los
pies, mientras el gato luchaba por que no le diera una patada y fuera al brasero,
Pobre felino que al
sentir las brasas saltaba y salía entre los pies y traje de camilla. chillando y
soltando un olor a pelo quemado.
Al ir a dormir temprano, había quien tenía radio y se entretenían,
escuchando la emisora, con los programas de la SER, locutores como Bobi Grane o
José Luis Peque, se escuchaban seriales y programas radiofónicos y como no el
Parte como se le llamaba a las noticias.
Despertabas temprano harto de dormir y con frio hasta que el
abuelo atizaba la candelas y preparaba brasero, para cuando la familia fuera
acudiendo.


1 Comments:
Bonita historia
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Isabel, at 10:19 a. m.
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