Mi pequeña historia de Almendralejo

miércoles, diciembre 08, 2010

UNA VIDA JUNTOS

ANTONIA GARCIA VILLAR Y MAXIMILANO CLEMENTE



CALLE REAL DE ALMENDRALEJO POR LOS AÑOS 1959

Una vida juntos lleva Antonia Garcia Villar, nacida en la calle Espronceda nº5.
Con Maximiliano Clemente Crespo, nacido en la calle San Roque nº11, en una casa arrendada a Javier Merino, luego se trasladaría a la calle el Caño (Carolina Coronado), del mismo dueño.
El noviazgo lo comienzan la pareja, con diecinueve años, recuerdan los bailes: el Obrero, en la calle Espronceda el de cartilla y el Cojondongo.
Por las dificultades de la época se casan con treinta años, en la ermita de N.Sra. Señora de la Piedad, les unió, Don Francisco Romero Guerrero, que le regala el ramo de flores llevando se lo, Nicolasa, la ermitaña a su casa.
Antonia, tenía amistad con el sacerdote, al ser la que le confeccionaba las sotanas y volvía cuando se iban gastando, para que así duraran más.
El enlace iba a ser con el de una hermana, pero la madre de Clemente muere y se decide hacer en intimidad, casando se la otra pareja después.

Para la celebración: el novio puso un borrego, criado por él, y ella las gallinas, así hicieron el banquete de boda y se quedan a vivir en la casa del padre de Clemente.
Tuvieron dos hijos: Juan y Espiri.
Antonia el oficio de Sastra, lo empezó, con doce años en la calle Emparrilla (Cervantes) en el taller de Fermín Fernandez Torres, el cual fue a Barcelona aprender el corte, y se enamoro de una catalana con la que se caso).

El ser sastra fue porque su hermano Manolo, le dice a su madre que no fueran a servir (tareas domesticas) las hermanas, con un oficio, no se daba nada hacer y era mejor.

Su hermana Ana, tomo el oficio de camisera, taller que estaba en la calle Emparrilla, la maestra se llamaba María, y Tere bordadora. Su madre hacía medias.
Los hermanos de Antonia trabajaban en la ferretería del “Toldesano” en la calle Palacio, junto a la carpintería de “Capita”.
Fermín, tenía catorce costureras, cosiendo hasta, en la fiesta de la Piedad.
Recuerda que el día de la patrona, murió el padre de un bodeguero de la calle Palacios, y fueron llamadas todas por el maestro, para hacer los trajes de los dolientes, estando toda la noche cosiendo, para rematar la ropa de luto de los familiares.
Y los novios esperando en la calle, que terminaran pronto, mientras oían la música de la feria.
En la sastrería cada una tenia su misión, una empezaba la chaqueta, y otras remataban, la prenda por partes, ella era ofíciala y terminaba los trajes.
Pantalones y chalecos, eran acabados fueras del taller por costurearas en sus casa.

El haber estado cosiendo con Fermín, le ha permitido tener una paga. Le desquitaban una perra gorda (diez céntimos de peseta) del sueldo, que era abonado, semanalmente, y a fin de mes firmaban la nomina y el maestro le decía –esto es para que el día de mañana tengáis una paga- y extrañaba, por la desprotección laboral que había.
En Almendralejo había catorce talleres, de sastra, pero solo la “Moda, Pico Roto y Fermín”, tenían a las costureras declaradas.
Estar dada de alta le permitió cobrar las tres mil pesetas, que daban, a los que se casaban, con las que compro la alcoba.
Ha cosido muchos pantalones de panas y chambras y hubo personas que no le pagaron.
Se cosía todo el día, se dejaba para merendar, sin horario, en las casas que las contrataban.
Clemente, nombrado siempre por su apellido, empieza a trabajar, siendo un niño, pues en casa hacía falta, y al final de la guerra no había hombres para ir a labrar la tierra y tiraron, de los crios, para escardar las sementeras, realizado con un Ros pequeñito de cavo largo.
También iba a espigar, después de segar la parte, contrataban a “Zagalones”(niños) para ir recolectando lo dejado por los segadores.
Si cogías menos de lo que se llamaba una “Baqueta” el encargado, con un manojo de espigas, les azotaba, no dolía, pero escocia.

Su vida de jornalero, era trabajar de sol a sol y el jornal escaso, y si mientras trabajaban tenia sed no podías ir a beber al jato, tenían que ir juntos, para no perder tiempo.
Se ganaba poco para el esfuerzo realizado, la necesidad, les obligaba conocer todos los oficios agrícolas.

Recuerda al compañero José CORONAO "Cartilla", con cariño, su bondad, en ayudar a los compañeros que se iban quedando a tras con el tajo.

Clemente siempre ha trabajado en cuadrillas y era buscado, en la explanada de la plaza de abasto, se iba por la mañana temprano, pasando frió y mojando se, con el fan de ser contratado.
La mujer, le hacía la talega, donde iba la fiambrera con las viandas para todo el día, y una tostada, con mucho aceite y ajo, comida nada mas llegar de la plaza, si no daba tiempo, lo hacía, montado en la mula, camino del tajo.
Una vida dura, con mucho personal esperando ser contratados, los había que se brindaban por menos.
Los encargados contrataban a familiares, todo esto facilitaba que los que buscaban lo tuvieran a (huevo) para tomar a los que precisaban.
Se trabajaba si lo había todo el año, en la Piedad y en semana santa se hacia un alto y en navidad, y a veces ni eso, pues aprovechaba para arreglar lo suyo y no perder jornal, saliendo por la mañana, y volvían con la puesta de sol.
Le gusta mucho el fútbol, corría en venir del campo, dejando la mula atada en una argolla, clavada en la pared de la puertas de las casa, para ir haber el partido.
A la vuelta tenía que quitarle, los aperos a las vestía, darle de comer y beber.

A la mula para entrar en la casa le compro una estera de esparto para que no resbalara, pues la cuadra, en todas las viviendas, estaba al fondo, en el corral donde había gallinas y la zahúrda para el cerdo.
Los desperdicios y la paja de la cuadra, se depositaban en el hoyo del estiércol, que era usado para abonar la tierra por los labradores que a cambio lo sacaban y daban la paja para el año.
Paja que era trasportada en carros, y dejada en la puerta de las casas, entrada con la ayuda de los vecinos, con el calor y el picor que daba este oficio, que a los niños les divertía.

En la cuadra estaba el pesebre con una bola de sal, donde comía la vestía y el pajar, que el mismo hizo con tablas, donde era guardada y tupida la paja y así cupiera más.
Tenía su hija Espiri ocho meses, cuando compraron la casa donde viven, que solo tenia dos naves.
El barrio, se estaba haciendo y terminaba en la calle Alfonso X, donde empezaban los sembrado de viñas y el “lejió” (afueras del pueblo)
Las viviendas carecían de saneamientos y algunas ni luces tenían. Las calles, sin asfaltar, ni aceras e iluminación.

Al venir de otra zona mejor del pueblo, pasaron mucho, con tantas carencias, hoy están contentos y orgullosos, de vivir en este barrio, uno de los mejores de Almendralejo.
En frente de ellos, vivía la “Castañona” mujer emprendedora y negocianta, hacia bailes, vendía agua del pozo de su casa y en época de vendimia recogía a una veintena de forasteros a los que les cobraba la queda.
Las reformas de la casa donde viven, fueron echas por Andrés, hermano de Candela. Gran profesional y artista como lo demuestran las bóvedas de artesonado que realizo.
Cuenta clemente que al ganar poco, había que ayudar con otros trabajos, al jornal, sembrado melones, a rebusco a acompañado por Ángel el Gato, a vendimiar y con viñas a medias (el dueño ponía la tierra y él el trabajo, aperos y lo que se precisara) partes que estaban en el “Manzo” terreno cubierto por un manto de piedras, que rompía las rejas del arado y herramientas.
Lugar estaba a dos horas, montado en animal de labranza, al que se iba por la carretera Alange, que estaban sin asfaltar o el camino, que atravesaba el regacho Bonnaval, sin puente,
Si no había jornal iba a lo suyo, si, llovía, dejaba la mula atada en la parte, y regresaba montado en los carros de la arena que venían al pueblo, volviendo con ellos al día siguiente.
Pedro Ruiz, natural de Aceuchal, era el dueño del cortijo del Manzo y las tierras dadas a renta que lo rodeaban,.
Juan Villa, su cuadrilla e hijo, realizaron los conos de la bodega, que tenía el cortijo para el vino de las cosechas, de esta zona.
Un pesador, pesaba CON UNA ROMANA,lo recolectado, que se echaba en baños grandes colgados de una cadena en un gancho clavado.
El precio por arroba era igual que en el pueblo, abonada cuando el dueño quería en el cortijo, donde vivía también el encargado y el hortelano, que trabajaba la huerta

A una legua (5´57km) del Manzo estaba “El Ebro” propiedad de Don Juan Quintana (comadrón) y su hermano (sargento), después de la guerra la empezaron a llamar así, por lo lejos que estaba, tierras dadas a medias y a rentas, a los jornaleros de Almendralejo, que tomaba la que querían.
Recuerdan que al final de la guerra, pasaban trenes llenos de heridos, para el hospital que hubo en Vilafranca, en el pueblo hubo otro en el colegio Antonio Machado.
Javier Merino con dos hijos y otros Almendralejenses, murieron en la cárcel al ser incendiada esta en 1936, por personas descontroladas de izquierda.
Al padre de Antonia al llevarle la comida a su jefe, le cogió dentro el incendio provocado, y escalando una pared, logro salir.
Cogiendo le también en la parroquia, cuando fue incendiada y bombardeada la torre por los nacionales pereciendo Almendralejenses en su interior, logrando escapar por la sacristía.
El padre de Antonia, fue chofer, después de una vida trabajando para el mismo patrón, cuando fue mayor fue despedido sin miramiento ni paga, teniendo que ser guarda de la plaza, que era lo que le quedaba a los trabajadores al final, ser guardas de melones, de viñas, javar, ect.
Los trabajadores carecían de médicos, los más necesitados tenían la “Beneficencia”.
Pasado un tiempo, en la Comunidad de Labradores, daban una cartilla donde se pegaban los sellos, dado por los patronos, que pagaban los jornaleros que le permitían tener medico y medicinas, gratis.
Clemente recuerda a su tio “el Chato Solano” hermano de su madre, tuvo cinco hijas a cada una le tenia un puesto de pescado en la plaza, uno de los dos hijos barones que tenía, lo mataron en la guerra.
Con dinero su tío logro traer el cuerpo y enterrarlo en Almendralejo.
Antonia y clemente ven pasar la vida contentos de estar juntos, con sus hijos y nietos, recordando, los viaje a lugares que le gustaban ir, después de jubilarse.
Una historia que nos hace viajar al pasado, puente que nos devuelve al presente, donde sus esfuerzos hicieron que las generaciones de hoy tengan una vida mejor, pues como bien dice Clemente, la vida de su padre fue peor que la suya y le da pena cuando habla con la juventud que no valore los esfuerzos por dejar un camino mejor que él lo encontró sin importarle lo pasado junto a su señora.

ISABEL CORONADO

1 Comments:

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    By Anonymous Anónimo, at 4:10 p. m.  

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