EL HUERTO DE LOS RECUERDOS
ISABEL CANO (LA NENA)
ISABEL CANO (LA NENA) CON ESTE ÁPODO FUE CONOCIDA TODA SU VIDA, LA CUAL VIVIÓ CON SABIDURÍA Y ADMIRACIÓN Y CARIÑO DE TODAS LAS PERSONAS QUE LA CONOCIERON Y FUERON SANADOS CON SUS MANSO Y ARTÍFICE DEL HUERTO DE LA HISTORIA QUE OS CUENTO
ESTAS LINEAS ME HACEN VIAJAR A UN TIEMPO LEJANO Y CERCANO, MESCLADO EN LAS NIEBLAS DE MI MEMORÍA. ¿QUIEN AL RECORDAR NO QUISIERA SER ESPECTADOR DE SUS PROPIAS VIVENCIAS?.
Hubo en Almendralejo en la vereda Usero un huerto, vergel de poco más de una fanega de tierra que era cruzado por el regacho Zancho, donde el agua era tan abundante que en poco que se excavara en el terreno el agua afloraba, habiendo varios pozos en el lugar.
El huerto tenía una casita hecha de adobe, construida hábilmente por la abuela que servía de refugio más que vivienda. En una de sus esquinas había un melocotonero sembrado por el abuelo, su fruto era carnoso, al ser comido su jugo chorreaba por la comisura de los labios, al intentar limpiarlo con el dorso de la mano el chorunvo corría por los brazos, las ramas del árbol era tan frondosa, que se comía a su sombra, utilizando una mesa desvencijada de madera, rodeada de enormes piedras clavadas en la tierra desde Dios sabe cuando, usadas de asiento.
El sendero para entrar al huerto estaba sorteado de árboles frutales, que marcaba la linde con la finca del dueño de las tierras, Don Elías, medico que tenía un bonito cortijo (hoy en ruinas), donde se criaba ganado, sobre todo vacas lecheras de enormes ubres y cuernos y mirada penetrante con cencerros colgados del cuello, para avisar su presencia.
En la zona se podían ver casitas salteadas de labriegos y cortijos con guardeses para cuidar las fincas, todos se conocían familiarmente. Cuando aquella mañana de verano llegó parte de la familia con chiquillos traviesos e imaginativos, su griterío empezó animar la campiña.
Él travieso del clan era Joselito: que pondría en práctica ideas de las que pensaba divertirse. Él sabía que el agua de beber se tomaba de una fuentecita que había después del recodo del camino, él pillo ya tenía su primera diablura preparada, para una de sus primas, a la que le dijo - el suelo esta sucios porque no lo friegas con el agua del cántaro- dicho y echo, tomo esta el liquido de la cantarilla que estaba a la sombra para mantenerse fresca y se empleo a fondo dejando los rollos brillante, terminada la tarea, contenta se puso a jugar con su perro Canelo, a esto que vio llegar a su tío sediento en buscan del cántaro que encontró vació, la niña esperando ser felicitada se sorprendió al oír dar voces al hombre, que preguntaba irritado donde estaba el agua, sonriente le dijo en que lo había empleado, al saber lo se encolerizo y la obligo a ir a la fuente a por agua, que le pareció lejano, al estar pasado la curva, cercano al lugar llamado las Navernosa, terreno desigual de grandes rocas y barrancas, en su falda había una alameda de eucalipto (hoy talados) que se nutrían del agua del arroyo, sus ramas al moverse provocaban susurros, que le motivaba miedo, unido a que podía encontrar bacas que iban al regato a beber y se ponían respingonas y montunos los machos con las hembras y provocaban tal alboroto que al pastor le costaba poner orden.
Pero obligada por su tío con el cántaro que abultaba más que ella se encamino a la fontanar, mientras Joselito se lo estaba pasando en grande escondido entre los zarzales, para meter más miedo empezó hacer aullidos de lobos y asustar más a su prima, y lo consiguió y esta aterrorizada empezó a llorar, que escuchada por su padre fue haber que pasaba y la vio en el camino corriendo de un lado al otro aterrorizada, la tomo en sus brazos consolándola, cuando escucharon algarabías y cencerros, acompañados de chiquillos que aparecían por el recodo del sendero y detrás de ellos una piara de bacas en estampida, los chiquillos, buscaban un lugar alto para ponerse a salvo de los astados y rápidos subieron a la cerca del camino, mientras el vaquero intentaba calmar a los animales.
Cuando el gañan había reducido al ganado y metido en el corral, pregunto a las criaturas que tiritaban de miedo, quien lo había provocado, todos a la vez contestaron, ¡Joselito!, Que le dijo que fueran al prado, que las bacas no iban a pastar y se pusieron a jugar y se tumbaron a la sombra de los árboles, mientras los animales tranquilamente pastando se iban acercando sin que ellos se dieran cuenta de su presencia y de que Joselito, con una hierba borriquera repelente, se la iba restregando, por las parte trasera de los animales provocándoles escozo, desconsuelo, dando lugar a la estampida y ellos en la hierba tumbados y alerta gados despertaron sobresaltados, asustados a puntos de ser arroyados por los animales.
Una vez terminado el relato se preguntaban donde podía estar, a esto que un labrador pasaba y les dijo -que divertido va Joselito, no para de reír, le he llamado la atención y ni caso-, preguntándole todos a la vez -donde dices que le has visto-, -va hacia la charca, con una caña para pescar ranas-.
Deseosos de darle un escarmiento, se encaminaron al lugar, allí estaba Joselito a un con cara sonriente, sacando de un bote de cristal un enorme angosto y atándolo al hilo de la caña, que lanzo al agua, inmediatamente una rana con ferocidad se agarro a la presa que no estaba dispuesta a soltar, él más rápido, la agarro y la deposito en su zurrón. Al echar el sedal de nuevo, noto que pesaba mucho, pensando que el anfibio que había picado era más gordo, tiro, al no salir lo hizo más fuerte y vio emerger del agua pendiendo del hilo una rana gigante que de un salto se puso detrás de él, que asustado salio a correr como si tuvieran resortes sus pies no paro asta donde estaba uno de sus tíos esperando el agua, que al verlo llegar temblando de miedo, le pregunto -que te pasa – hay tito una rana enorme viene de tras de mi- y aterrorizado se introduciendo en el interior de la casa, metiéndose debajo del camastro, tiritando y repitiendo –tito que viene que es enorme- el hombre sin hacerle caso, se agacho y agarrando le de una oreja lo saco arrastra y el sobrino le decía -que la rana se lo iba a comer- y le contesto el hombre -que lo haga-, pero tu vas a por agua. El chiquillo no sabia que era peor ser engullido por el anfibio o al que tenía delante, sediento encolerizado y frenético.
Sintiendo los calzones humedecidos por el miedo, logro soltarse de su tio y corrió, con deseo de llegar a su casa. Sin darse cuenta que los demás reían, viendo lo partir, pues había provocado un poco de sus bromas pesadas.
La rana que el decía no era tal, sino la manta de la albarda de la mula, que se la habían atado al hilo de la caña, al tirar de ella y al estar mojada y tener el sol de cara, hizo el efecto deseado, al ser deslumbrado por los rayos solares reflejados en el agua. A Joselito en una temporada no repitió bromas, ni pesco. Cosa que olvidaría pronto.
ISABEL CORONADO ZAMORA
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