Mi pequeña historia de Almendralejo

martes, octubre 18, 2011

LOS PRESTIÑOS


CAMPIÑA DE ALMENDRALEJO

Cuando comienzo ha recordar me parece tener aun los años de aquel día, cuando Amalia, dicharachera, con calma, espavientos y risotadas, empezó hablar, logrando, enseguida ser centro de atención, con sus ocurrencias, que nos provocaban risas, al escucharla.
Aquella tarde llovía, y estábamos sentados esperando los prestiños, de unA fuente, tapada con un paño blanco, mientras nos lo íbamos comiendo, Amalia empezó ha contar como aprendió hacer los.
Hablaba que su mocedad la paso en la casa de Maria Gil, comadre de sus padres, era esta muy diestra con la repostería y de ver se los hacer fue aprendiendo y teniendo igual arte en hacer dulces.
Y ocurría que cuando se ponían hacer prestiños el olor de la fritura, se hacía paso y se iba extendiendo por los corrales de la vecindad.

Quedando en el ambiente la aroma que hacía que las vecinas más curiosotas, se acercaran haber que estaban haciendo.

Las casas, estaban siempre abiertas, solo un gancho lograba tenerlas entre abiertas, cosa que era fácil de quitar, abrir y entrar en las casas, para ver que estaban haciendo.

y pronto descubrían que encima de la mesa camilla había una fuente llena de suculentos prestiños que aun estaban caliente listos par ser enharinados de azúcar.

Que al verlos, alababan,la buena pinta que tenían, ellas se sentían tan alagadas que empezaban a dar aprobar, a todas las que iban llegando y para que no se enfadaran las que no habían acudido le mandaban prestiños.

De forma que la fuente pronto se quedaba bacía y apenas le quedaba para probar ellas y el resto, de la familia. Esto pasaba siempre.

Tanto éxito y halagos, acabo por no agradar a las dos mujeres, que según decían se hartaba de hacer los y se los comían unos y otros y apenas le quedaba para los suyos.

Decidiendo que la próxima vez que los hicieran, para que la vecindad, no tuvieran constancia de ellos, se irían al pajar de Maria Gil, que estaba en la otra parte del pueblo y a si nadie se enteraría.

Cuando llego el día se levantaron al amanecer, aun era de noche cuando salieron de casa, rumbo al pajar, con los avios introducidos en dos baños que se pusieron en el cuadril. y muy sigilosamente se encaminaron al lugar decidido.

Cuando llegaron, el día estaba viniendo y empezaron hacer una gran candela, que una vez pasada, surgieron las brasa y pusieron encima de ella la es trébedes y sobre ella un caldero, que se lleno de aceite.
Amalia empezó, hacer la masa, pero algo debía haber echo mal pues la mezcla no ligaba, y opto para que se consolidara, echarle más ingrediente y a si una y otra vez, pero nada.
Intentaba arreglar el desaliño, y seguía echando, ahora un poquito de aceite, que nada, pues más harina, que no iba, mas azúcar, que no, levadura que tampoco, haber si con más vino esto liga de una vez.

Como no dejaba de echar ingredientes, el baño se fue llenando de masa siendo imposible manejarla y amasar por la gran cantidad resultante.

Cuando Maria Gil había puesto la lumbre a punto y echado la aceite en el caldero, para que se fuera lentamente calentando, fue hacia donde estaba Amali llena de apuros, la cara de Maria, tomo todas clases de variaciones, primero abrió la boca desmesuradamente, la cerro, se puso una mano en la frente, mientras con la otra manoteaba diciendo hay-- Amalia hasta cuando vamos ha estar haciendo, prestiños si la masa que has hecho es para un regimiento.

-Amalia por díos, como has podido hacer esto y no darte cuenta.

-Mira Maria, como ha salido tanta masa y tan buena, vamos hacer prestiños hasta que nos cansemos y con el resto, la repartimos y así no quitamos de dar los prestiños realizados. Dicho y hecho hicieron hasta que se acabo la aceite frita.
Ya era el atardecer cuando acabaron y regresaron a casa, donde tomaron la masa sobrante que estaba en un barreño y se fueron casa por casa de las vecina y familiares cercanos.

Y les decían - mira para que hagáis dulces que tanto os gustan, hemos decidido, haceros la masa y los hagáis vosotras y tomaban un trozo con una mano y dando un tortazo sobre ella para que quedara en el plato que la vecina le sacaba, que quedaban sorprendidas, pues ellas creían, que lo que iban a poner, encima del plato eran los dulces realizados y las caras eran de asombros pues no comprendían al ver la masa sobre el plato.

Amalia y la amiga, después del reparto, en casa, empezaron a reír por la ocurrencia que habían tenido, evitando regalar dulces realizados.
Cuando, lo contaba acaba riendo a carcajadas y medio afixiando se , por la risa, que trasmitía, haciendo nos reír ha todos

Eso si nunca volvió hacerlo, de hay que cuando volvía al pueblo y era invitada por su cuñada Manuela a tomar chocolate, esta le tenia preparado prestiños pues le encantaba degustarlos y recordar lo sucedido.
Continuara…….Isabel Coronado Zamora

0 Comments:

Publicar un comentario



<< Home