" ESTA EL DÍA PAJARERO"
El día "pajarero", eran como el de hoy, de suave neblina que poco a poco iba empapando, no deja hacer nada, Si se iba al campo la humedad hacia que la tierra se empapara, haciendo imposible entrar a trabajar la finca.
En el pueblo, la continua llovizna, daba para poco hacer, pagar el sello agrícola en la "Comunidad", limpiar la cuadra, afilar hachas, para la descarga de los olivos , navajas para el injerto de la vid, preparar los cabos de las zachas para plantar las nuevas vides, escardar potreras, arreglar a peros. Ir al pajar recoger chismes (aperos) que con las prisa quedaban por medio, barrer con el ramojo de margaritas, darle de comer a los "bichos" (animales).
Y algo que a los niños les encantaba que los recogieran a la salida del colegio, cosas que durante el resto del tiempo que estaba bueno no se hacia .
Los chiquillos de corta edad, iban solo a la escuela o se venían con vecinos o hermanos mayores o iguales cogidos de la mano y muy bien aleccionados (si alguien te ofrece un caramelo o cual quier cosa no lo toméis, salir a corre hacia casa o avisa) era una precaución que todos los día al salir era repetida.
Cuan llegaba la hora de la salida de clase, los padres esperaban en la puerta, con aquellos enormes paraguas llamados portugués, los niños a la salida las mirada iban en buscar de la figura paterna, triste se quedaba el que no encontraba al suyo y sentía envidia cosa que nunca sentimos algunos, pues nunca faltaba en estos día el padre con su sonrisa, con orgullo miraba y en una mano el pesado paraguas y el la otra el cartucho de " tostaos" o de caramelos , golosina deseada, esta delicia, se valoraba mucho.
Refugiados, debajo del paraguas, de doble varilla, de lona azul, mas parecía una sombrilla. Muy arrimados a su cuerpo, encorvados para que no moja nos y el "cava" de carton azul que si se calaba !a dios!.
Eran risas, mientras atendíamos mas a comer las golosinas que otra cosa. Se salia de la escuela a las 12 o 12,30, del medio día, había tiempo, para jugar en la camilla a las cartas, que eran pequeñitas amoldable a las manita pequeñas, o las partidas del parchís, divertidas con aquellos puentes, que obligaba a no pasar y a comer fichas, provocando riñas y peleas que la madre solucionaba diciendo a recoger y a comer.
Que comida tan rica como, la matanza de los cochinos, estaba recién echa todo fresco, las costillas adobadas sobre la media librita redonda de pan tostada, chorreando la pringue, por la comisura de los labios y por las manos.
La madre reñía, diciendo que os vais a manchar, os tendré que poner otra ropa, para ir esta tarde al cole. A las tres se volvía al a la escuela, hasta las cinco.
La madre retolicando, que estaba lloviendo que la ropa no se seca hay poca.
Un día mas en la vida de unas niñas que pasaba, lleno de la felicidad, que le traía un "día Pajarero", pero ese día no había "jornal" y había muchos.
ISABEL CORONADO
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