Mi pequeña historia de Almendralejo

miércoles, mayo 19, 2021

 CUENTO DE NAVIDAD



Almendralejo al fondo Canta Gallo

Era se una vez, en una playa donde las nubes volaban y aterrizaban sobre la arena, allí tomaban a los pasajeros que trasportaban por los cielos.

Las nubes, de un inmenso algodón de cara regordeta, sonrisa de grandes carcajadas, manos diminutas que batían, constantemente sobre el aire y cuando el viento era intenso, de su barrigona con las manos regordetas flotaban y salía una pompa enorme que se iba haciendo grande hasta envolverla, entonces sus pasajeros estaban protegidos de inclemencias.

Corrían por el horizonte rojo donde el sol al ponerse se le había olvidado recoger los rayos y aun iluminaba los restos del día y principios de la noche.

Era maravilloso volar y aterrizar sobre la playa, llena en las alturas de nubes inalámbricas que batían sus antenas, para ser reclamadas y bajar su escalera de escamas marina, por donde los niños risueños subían, pues solo podían hacerlo los seres risueños, que siempre estuvieran riendo, si alguno estaba triste la nube, le lanzaba un soplo, empezando a reír alegres y subían.

Era maravilloso como se llegaba a ella por la escalera, introduciéndose por una puerta de nebulosa, que dejaba espacio a los transeúntes para que pasaran a su interior.

La nube era blandita, calentita a veces si veía cosas malas lloraban intensamente cuando divisaban los campos secos y sedientos, los animales necesitados de sorbos de agua de los regachos que con su lluvia empezaban saborear sus orillas, de rica lluvia que desbordaba y calmaba sed. Abecés la nube se enfadaban tanto que era mejor tenerlas contenta.

Los niños que llegaban aquella playa, eran felices al ver las nubes arcadas en el cielo, deseosas de ser necesitadas para aventuras de ilusión, emociones que se desplegaban sobre un paragua, que debajo de ella iba lanzando deseos de los viajeros que se iban convirtiendo en realidad, a cambio de su promesa, de hacer que la maldad la lanzaran al paraguas desplegado y convirtieran en cosas buenas, que viajaran juntas como los destellos del sol a la tierra.

La nube al anochecer encendía luces de colores, avisando en la oscuridad su presencia, era el momento en que la escalera se convertía en puntos luminosos, que hacían bajar a duendes que eran los pilotes que ayudaban a las nubes.

Que le gustaban tomar el sol sobre el espigón, sintiendo y viendo las olas llegar, siendo salpicadas, su bullida blancura.

Las nubes viajaban sin cesar, alrededor del mundo sin parar, a veces se cansaban y se quedaban sobre un lugar donde absorbían el agua, que en su viaje la iban dejando caer.

Abecés las nubes tapaban el sol, haciendo los días tristes, oscuros pero el sol poderoso las vencía y se hacía dueño del firmamento, tomándolas a todas, como globos con una cuerda y las mandaba acostar, cansadas como estaban de tanto viajar, dormían y reinaban el buen tiempo.

Isabel coronado Zamora   7-12-2014 -3n ch




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