JOSÉ CORONADO CANO
14-3-2017
José Coronado Cano,
emprendería el día 10 de mayo un camino sin regreso, dejando un espacio en la
senda a generaciones venideras con un legado lleno de la historia popular de
Almendralejo.
José Coronado Cano era un
entusiasta de la cultura y autodidacta de ella. Gustaba transmitir sus sapiencias del pasado y de lo
vivido en un Almendralejo tan distinto,
por suerte, al que hoy disfrutamos.
Le apasionaba hablar de
los campos que desde niño transitó montado en borriquillos, mulas etc.
Conocedor de caminos, veredas, padrones y pozos del término de Almendralejo.
Persona generosa, como la
tierra que pisaba cada día, su inteligencia y sabiduría en situaciones y
momentos vividos le ayudó para obtener la noble carrera de ser Hombre de Campo,
cuya especialización sólo lo logran los años y aún así no todos consiguen la
Diplomatura, al ser la naturaleza difícil de conocer. Cuando la vida de la
planta depende del labrador, como las personas de un médico, si el tratamiento
no es el adecuado el paciente no arriba y puede perecer al igual que la planta.
José como otros de su
época tomó el oficio de labrador a lo mejor porque no había otra opción, le
gustaba o porque venía de una casta de labradores, que les transmitieron el
arte y oficio de conocer con maestría la tierra y su evolución sobre los
sembrados.
Con pena veía como el
oficio se iba perdiendo, opinando que sería bueno que los mayores dieran
conferencias y enseñaran trucos y conocimientos, que en ocasiones Peritos
Agrónomos habían aceptado. El hombre de
campo con la práctica de años y sus observaciones sobre la planta, sabe
reaccionar ante una epidemia, con experiencia puede evitar anomalías que puedan
surgir, tratando cada vez de forma distinta según venga el ogaño (año) y se
presente la cosecha. Haciendo al labrador Catedrático con sus trucos, técnicas
y modos adquiridos por ellos y conocimiento recibidos de padres a hijos, como
tomar de referencia las fases de la luna para descargas de vides y olivos, porque puede ayudar a dar buena cosecha y
lograban que la planta produzca más, esta profesionalidad es difícil encontrar
en los libros.
Como buen labrador
adoraba la naturaleza y sufría por su degeneración, gustaba asomarse al campo
al atardecer a sentir el viento suave, que se expandía sobre la sementeras y
barbechos despidiendo aroma a hierba fresca, que siente el resencio del ocaso
del día. Le encantaba coger ramilletes de margaritas silvestres y obsequiárselo
a su mujer, decía que no había mejor ramo de flores, florecillas silvestres que
con humildad florecen en las lindes de los caminos, sin más pretensión que
alegrar la vista del caminante a su paso por los senderos.
Le apasionaba el arte del
injerto, fue uno de los primeros en saber tal oficio aprendido de su padre Juan
Coronado, al igual que sus hermanos Antonio y Dionisio.
Una de sus preferencias
pasear, cuando sus nietos eran pequeños gustaba de llevarlos por los lugares de
nuestro pueblo y del campo, contándoles cuentos e historias.
Persona de gran fantasía, en las noches de
verano gustaba rodearse de sus nietos y de los niños-as de su calle, que
sentados en corro en sus sillitas le escuchaban contar dos cuentos mezcla de
realidad y ficción, El de la Pata Larga y el de la Coguta, siempre era la misma
historia, con variaciones y cambios de entonación e interpretación al hacer la
narración. Estos cuentos fueron escuchados por varias generaciones, los que los
oyeron recuerdan aquellas veladas al calor de la candela o de la mesa camilla,
o a la luz de las
luna en las calurosas noches de verano,
narraciones que todos los niños esperaban para deleitarse con los cuentos de
José, con uno de ellos su nieto César consiguió un premio en la semana de la
juventud del ayuntamiento.
Fue un gran hombre
descendiente de una buena casta y de gran Corazón fiel a
ideales y creencias. Siempre estará con sus hijas.
Isabel Cornado Zamora
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