Mi pequeña historia de Almendralejo

miércoles, septiembre 17, 2014

                                                    Parque  San José Almendralejo


NUNCA

Erase el pueblo llamado Nunca, donde las casas estaban formadas por  hojas, cada época del año tenían una tonalidad.
 El verano era estío caluroso con poca lluvia y viento solano que pocas veces traía agua, si pequeños remolinos en forma de tornados, que levantaban tanto polvo y aire que se llevaba las hojas secas por el sol.
Con la llegada de septiembre había que espabilarse, las hojas eran escasa y se esparcían por el suelo, las lluvias llegarían,  había que prensar bien todo para que la casa aguantara el crudo invierno,.

La otoñada en esta parte era simpática, el sol hacia caer las hojas lentamente depositadoras sobre las casa que las esperaban con risas por la cosquillas que les hacia.
El otoño era lluvioso  y ven tolero por lo que las cosquillan y  risas producidas por las hojas se volvían en prisas y pesare por no haber estado mas al tanto y haberse dejado  embaucar por Don Otoño.
El invierno llegaba de pronto, había que ser presto en preparar las hojas y la leña.
 En este pueblo rara ved nevaba, pero si helaba, cubriendo todas las hojas de escarchas que se quejaban amargamente por el frió que pasaban, y que les producían horribles constipados que la hacia imposible proteger la casa, quedado huecos por donde el frió se filtraba, y las brasas de la candela se pasaban y la leña se quejaba por lo pronto que era gastada y convertida en ceniza para la colada.

El invierno era un duende de aspecto crudo, nunca se reía, siempre iba arrastrando una gran barba con la que se protegía.

El pueblo en cuanto  divisaba a Don Invierno, era señal de recoger su ganado, la ultima cosecha perezosas que no querían madurar, y era recolecta das y  colgada alrededor del fuego, el membrillo con otros mas y la uva con cara simpática se terminaba de hace y la uva se volvían pasas.

La Primavera era una dama tan bella, que a su paso las flores se encendían de bellos colores, la hierba se asomaba y crecía rápida, los brotes  de los arboles la saludaban.
 Sus caminar estaban llenos de campanillas provocadas por los manantiales que alegres corrían, en busca de Doña Primavera, que extendía su manto con el que se cubría y el valle se volvía tan verde que el pueblo volvía a sonreír.
 No había que preocuparse de las hojas  que cubrían las viviendas,  aparecían tan rápidas, que la recolecta se hacía sin esfuerzo, para todas las moradas del pueblo.
Colorin colorado este cuento a finalizado.

Isabel Coronado

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