RECUERDO DE LA CRUZ DE
MAYO---EN ALMENDRALEJO
La historia que os voy a
contar fue narrada por José y Manuela, en un patio, que la primavera llenaba de
colores, perfumes y golondrinas anidando en las tejas, trinos, que les
acompañaron, al dejar el sendero de la vida un once de mayo.
Aquel patio, ya no tienen
flores, ni frutales y las canciones cantadas por sus dueños, solo suenan en los
oídos del recuerdo.
Patio que hoy rechaza la
soledad, añorando las tardes primaverales y serenas, de fluidas charlas con
vecinos y en las noches de estíos, bajo un cielo estrellado con brisa de aire
gallego, acompañados por amigos y niños, que con embeleso escuchaban, historias,
leyendas y cuentos, narrados por José, que lograba interesar e intrigar a los presentes.
Y es que este patio al
llegar mayo, se llenaba de belleza y vida, las gotas de rocío, parecían reír de
gusto, al deslizarse por las hojas y chocar con los rayos del sol, al filtrarse
entre las ramas, logrando frondosas plantas, llenas de flores para la Cruz.
Llamado así al pequeño
altar realizado en un rinconcito de la casa, sobre una mesa, donde, escalonadamente,
se colocaban cajas vacías, que eran cubiertas con una sabana y encima se iba
depositando estampas, figuras de santos, jarroncitos llenos de flores y
margaritas silvestres, que José, dando paseos, cogía al principio del camino de
Villafranca y hacia ramilletes para la Cruz de Mayo.
Antaño frecuente ver en
casi todas las casas de Almendralejo, donde al atardecer las vecinas se reunían,
a rezar el rosario, cantar la salve y recitar poesía las niñas.
También solían poner un
platito para la que quisiera dar alguna perrita, para el mantenimiento de la
cruz, cosa que rara vez pasaba
Pero el tres de Mayo era
la romería de la Cruz, muy festejada por los Almendralejenses de la época, que
en gira iban a Monte Virgen, ermita que se encuentra, en las orillas del rió
Guajira, entre Villalba y Aceuchal.
Cada barrio tenía su
Jira, de la calle la Fuente salió una muy grande, compuesta por amigos como
Francisco el de “Gualupe”, José el de “la Nena”, Alonso “el Marruño” Pedro el de “Higuerita”ect.
Hubo un año, que un carro
tuvo un desgraciado accidente, que provoco esta canción, recopilada con la
ayuda de Engracia Coronado y su hermano Domingo y decía así.
De Aceuchal a Monte Virgen
un carro ha volteado
y las niñas que iban
dentro
que mal han quedado
Las niñas de la Gira del
Altozano
que mal se han portado
que no se pararon a
socorrer
al oír los gritos que allí se oían. Una decía, mi
pierna, otra mi pie.
Ahí virgen de las Nieves
un manto te regalamos.
Y por el suelo rodaban
los chorizos y quesos
y Maria Josefa decía
Por dios Bruno, recoge
eso,
y Bruno le ha contestado,
Déjate de tonterías
lo que quiero es que te
pongas buenas.
Como venias Mariquilla.
Gozo la Gira de la Cruz
de mucha tradición, donde mozos y mozas, iban montados en carros engalanados y
tirados por mulas que emprendían el camino hacía Monte Virgen, gentes que iban
y venían disfrutando del ambiente de las “jiras”.
A la salida del pueblo,
en la carretera Aceuchal se ponía una feria con puestos de golosinas, quincalla
ect.
No todas las Giras iban a
Monte Virgen, muchas se quedaban en la Caseta de Peones Camineros, en la curva
conocida por Medía Legua; otra más cerca o antes de llegar “al Escambrón”,
tierra baldía, cubierta de espinos.
Al llegar la “jira”
a Aceuchal era costumbre parar y entrar
en las casas que tenían sus puertas abiertas, para ver las Cruces de Mayo, que
tuvieron fama por su belleza, donde eran obsequiados con dulces caseros. Después
de la parada, se proseguía hasta Monte Virgen, donde se pasaba, la jornada, comiendo,
cantando y bailando.
La bulliciosa juventud, disfrutaba del día y
campiña, salteada de amapolas, margaritas y lirios, que cubría la pradera donde
tenía lugar la fiesta.
Las mozas, iban ataviadas
con mantones y coloridos pañuelos cubriendo la cabeza que también adornaban con
ramilletes de flores y los mozos con pantalón de pana fina, faja, chanbra,
sombrero de copa alta y botos finos.
Gira llena de historias y
anécdotas, como la ocurrida a un romero, que andando y envuelto en una manta volvía
de la romería y por mucho que apremio el paso se le hizo de noche y al pasar
por “el Escambrón”, sintió que le tiraban de la manta, cosa que le hizo sentir
tanto miedo, que quedo paralizado, pensando que pudiera ser un Alma en Pena o la
Santa Compaña y tartamudeando empezó a pedir que le soltaran y le dejaran
marchar.
Al venir el día unos
labriegos que iban a sus quehaceres, lo vieron y le preguntaron que haces
Perico, que le estas pidiendo a los espinos que te suelten, este que se vuelve,
ante las risa de los presentes, vio, que sus miedos y temores era tan solo
maleza y no tuvo mejor ocurrencia que decir; menos mal que son espinos que si
es una persona me lo cargo.
Y sin más salio acorrer ante las burlas y
risas de los demás.
Tradiciones que cuestan mantener.
ISABEL CORONADO
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