CUMBRES SOBRE MAR ESMERALDA
Cuando navegas al encuentro de un camino lleno de ese pisar que te va guiando por una ruta tan legendaria, que cada piedra sale a tu encuentro, para ser correspondida con una mirada y aveces gustosa de ser impulsada con un punta pie.
La tierra puebla y se sumerge, en la corteza apeadero de semillas y lustrosas vides, también alineadas perfectas perdiéndose, en formas de líneos que parecen que vallan a empezar a bailar, una detrás de otra, danzando con sus sarmientos alzados, como brazos esbeltos, donde los racimos abitan.
Se van mirando como si la inmensidad fulminante sin forma ni sentidos, como tontos y alelados, en un paraíso tan grande que cada forma que da sentido a las plantas, que navegan.
Al fondo se fueron las hojas, caducas que cada otoño se iban alejando movidas por el viento que las alejaban sin rumbo, sin poder asirse a la tierra de donde era arrancadas relejadas en cualquier camino, que el transeúnte, pueda pisar y la sequedad del sol, la rompe y se vuelva energia, para futuras materias que resurgirán, cuando las lluvias del otoño, recoja todo los sequedades del verano
Alojada en el regazo de la tierra, que abrigara del duro invierno para que en la primavera fructifique y renazca con la fuerza que da la primavera una explosion, de colores en tierra de barros.
Donde el valle se entiende de cumbre a cumbre, refugio de temporales y regazo de abrigos, que aran que se vuelva todo un valle verde, como un mar inmerso, donde el sol al ponerse sobre el padrón redondo, dejara sus rayos a descansar debajo de la lomas cobijo de los últimos rayos del día y los sentidos se llenaran de alergias y de olores de una nueva forma de ver el secano de la tierra de Barros.
Isabel Coronado
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