Mi pequeña historia de Almendralejo

miércoles, enero 08, 2025

 

HISTORIA DE UN PASADO “LAS CHIMENEAS”

 Sociedad Cueva y franco Alcoholes y bodega.



Cada chimenea que vemos encierran vivencias de etapas pasadas, de un Almendralejo inquieto deseoso de aperturas, progresos, las que han logrado mantenerse, con su historia almacenada en su estructura, testimonio de una industria en la quema y trasformación.

 

Las personas que formaron parte del lugar, con un trabajo duro, soportaron con sacrificios por aportar un sueldo mayor a sus familias.

 Nada queda de aquella alcoholera y chimenea, que estuvo en la carretera Santa Marta, frente las traseras del museo del vino, sus primeros

 dueños fue Sociedad Cueva y franco Alcoholes y bodega.

Esta sociedad se deshace y Franco se queda con la bodega que hacia esquina con calle Ortega Muñoz y Santa Marta.

Alonso Cueva continua con la alcoholera con el nombre de Alonso Cueva e hijos SL.

Industria que iba bien, pero Francisco Cueva Maqueda sufre un accidente en 1973 cuando 51 año y muere.

Continuará, pero será vendida a Alfonso Iglesias Infante, que, durante un tiempo continua, pero es vendida la industria y convertido en el edificio de pisos que hoy vemos.

 Empresas con bastantes trabajadores, a mi memoria viene cuando de niña mi vecina Antonia llegaba a casa y pedía que acompañara a su hija Domin, de edad semejante a la mía a llevarle la comida al padre, a dicha Alcoholera donde trabajaba su marido Juan Cuevas, pariente de los dueños.

Todos los días, íbamos con una cesta de mimbre roja, con las viandas que tocara, para toda la jornada de 12 horas, de día y otras de noche, vigilando la caldera.

Cuando íbamos llegando de la chimenea salía el humo que se perdía en el cielo y el olor de los gases que expulsaba que nunca he olvidado.

 El recuerdo, de nuestra mano pequeña, llamando en la chapa y abrirse la puerta y escuchar la voz de su padre, llamándola, bajando la escalera para ver a su hija y disfrutar el único instante del día, de verla, pues cuando llegaba estaba durmiendo y se levantaba ella él dormía.

Le tomaba la cesta que abultaba más que ella, de la mano, nos subía a arriba a la terraza, al lado la chimenea, que no dejaba de expulsar sin cesar.

Juan se sentaba pegado a la chimenea, indicando que hiciéramos lo mismo, empezaba abrir la fiambrera blanca, herméticamente cerrada con, guiso sabroso, degustando y acariciaba a su hija,

 Trabajos muy duros, olor pegado a su piel, que nunca más se le iba, sus poros absorbían la fetidez que desprendían las calderas.

 En la zona solo había bodegas, la fábrica de hielo y en la esquina de Ortega Muñoz con Carretera Santa Marta el chale de Lorenzo Albares.

 

Otra chimenea “ La Alcoholera Extremeña",  hoy Museo del Vino, me trae el recuerdos del Pedro Zamora, Padre de Conchi, era fogonero, surgiéndome imágenes viéndole  echar las palas de carbón a la chimenea para calentar las calderas, donde saldría el alcohol.

 Trabajaban por turnos lo mismo era de noche que de día.

Más de una vez acompañe a Conchi, con su cesta de mimbre rojo a llevarle la comida.

Trabajo duro, arriesgado, de sacrificios, de día y noche con turno agotadores.

 Otra alcoholera fue la de Zacarías de la Hera donde trabajaba el padre de Age Arrabal, de fogonero, recuerda con amor el sacrificio que, hacia su padre, en las navidades, aun viniendo de la fábrica hartito de trabajar, de una caldera de quemar alcohol, su madre lo entraba en la habitación y le hacía vestirse de rey mago.

Las chimeneas hoy nos contemplan calladas y como compaña a Cigüeñas que anida en su altura

Cada alcoholera tenía su chimenea de diferente altura, donde se quemaban el vino convirtiendo se en alcohol.

 

 La de Montero recordando un pasado glorioso.

 Empresa punteras de Almendralejo, abrió caminos, salida a la producción vitivinícolas en la zona y alternativa.

 Bodegas Montero era conocida en el extranjero, su ginebra, vermú, Ron caballo blanco, mistela o Brandy especial Magalino de gran calidad.

 En 1960 tenía más de treinta empleados, con una flota importante de camiones cisternas para trasportar los caldos, oficinas con un nutrido grupo de Escribientes.

 

Su sirena, potente señalaba la entrada al trabajo, se espacia por todo el pueblo, señalando el comienzo de la jornada y salida, sonido atronador que ha quedado en los sentidos y parece que las oigamos.

ISABEL CORONADO ZAMORA

 

 

 

 

 

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