Mi pequeña historia de Almendralejo

domingo, enero 25, 2009

CUENTOS DE MEDIA NOCHE

CUENTOS DE MEDIA NOCHE

Patio que hubo en el Palacio de Monsalud.

Estábamos sentados en el suelo viendo como la candela ardía y sus brasas chisporroteaban, el invierno se presentaba frió y lluvioso, en el corral se oían las canales del tejado, cayendo su agua en el tarro de arcilla realizado por los alfareros de Salbatierra de los Barros.
El viento silbaba y chocaba contra la puerta de la calle y del corral, queriendo entrar dentro de la cocina de la abuela.

Los niños queríamos olvidar el miedo que sentíamos, por el ruido que hacia el viento, al abatir la chimenea, queriendo introducirse dentro de la estancia y empezamos atizar la candela con ramitas de sarmiento, pensando que al monstruo del tejado, lo podríamos asustar.Y empezaron a surgir historias y las porfías de como eran nuestros campos y hablar de un lugar llamado Villargordo que dista de Almendralejo una legua.

Los ojos de los concurrentes brillaban con el reflejo de las llamas de la candela.
Todos atentos haber de que iba la historia de aquella noche.

Contaba uno de los narradores que Villargordo fue en tiempos remotos un poblado muy importante en el imperio romano, que se suministraba de la cantera de las pizarra.

Con estas piedras construían sus casas y hacían su fortaleza y defensas más seguras.
El arroyo que pasaba junto al poblado, le abastecía de agua y le servía de protección, al hacer este barrera, evitando, posibles ataque.

Al ser asentamiento tan importante en la comarca, le hizo buscar los recursos que la zona le pudiera abastecer de hay que tuviera una mina, el camino que iba a ella conocido por el de las minitas y ha prevalecido al igual que el nombre por el que es conocido hasta nuestros días.

Las grandes oquedades dejadas por las excavaciones, estuvieron presente en la zona hasta hace unos cincuenta años, las cuales eran llenadas con el agua de lluvia y esta era utilizada por los campesinos para regar y beber.

Fue este lugar de gran notoriedad también por estar cercano a la Vía de la Plata y la Calzada Romana, pero además, tenia hoy camino entonces calzada que iba hacia la ciudad de Córdoba.

De nada faltaba en aquel lugar había un templo grandioso de grandes torres y pasadizos. Contaba mi abuelo, por donde en tiempo de asedio los pobladores huían o se refugiaban.

En su gran plaza había varias fuentes y más a bajo los manantiales era abundantes además la tierra era fértil y nada ase escaseaba.

El nombre de Villargordo, le venía, porque su jefe o comandante era muy corpulento y los lugareños dieron en llamar al lugar así y quedo para la eternidad este nombre en la zona.

Contaban que de niños ellos conocieron vestigios que habían sobrevivido a la rapiña del ser humano y presentes estaban el día que unos cazadores entraron por una especie de cueva que daba aun pasadizo de barios metros, pero les causo miedo y retrocedieron, a pesar de su curiosidad por continuar.

Pasado un tiempo, detrás de los perros por cazar una libre se encontraron otra vez delante de la cueva, temeroso pensaron que era mejor proseguir.

Época donde era frecuente en la zona haber Linces y Zorros, a los que los podencos gustaban perseguir, aunque los gatos monteses, así llamados, eran muy diestros y después de una lucha encarnizada los canes mal heridos los dejaban y volvían con sus amos lamiendo se las heridas.
Los cazadores eran muy listos, sabían seguir el rastro de los animales hasta sus madrigueras.

Por los excrementos conocían el tiempo que hacia que habían pasado por el lugar y que las liebres, por mucho que se comentaba no eran carnívoras, tal bulo era porque a estas les gusta hacer su cama, cerca de animales muertos, los cuales evita, pues sus huellas, no se ven cerca de los cadáveres de los bichos.
Eran cazadores que conocían el campo con exactitud, sus atajos, padrones , veredas y tajos par regresar a su punto de partida, se sentían orgulloso de nunca haberse perdido en el campo, que puede suceder.
Los amigos, mientras caminaban entre terrones, se había puesto de acuerdo en no bajar más aquel lugar.
Pero la curiosidad del ser humano es grande y sus cabezas no dejaban de pensar en tan enigmático lugar.

Al ir avanzando la jornada, hicieron un alto en uno de los cabezos, aprovechando unas piedras, donde depositaron las fiambreras, que sacaron de la talegas, donde tenían a demás fruta y una bota de buen vino de la Comarca de Barros, para calmar la sed y el frió de la niebla, que iba apareciendo y llenando de brumas los claros por donde los rayos del sol intentaban filtrarse.

Mientras comían, hablaban y se fijaron en la piedra que utilizaban de mesa y asiento y en sus esculpidos geométricos, que no alcanzaban comprender.

Sorprendidos, miraban la losa sin saber que pudiera ser y pensaron en la cueva cercana, por si tuvieran relación, pero el miedo a lo desconocido les hacía rechazar la idea de bajar al interior y investigar.

Comieron y se recostados en el tronco de un olivo, calentándose con la candela, que había echo y empezaron a liar un cigarro, con la picadura de tabaco que sacaron del interior de la petaca, que compartieron.
Los perros se esperanzaban, de pronto vieron como sus orejas se ponían tiesa en señal de peligro o de alerta a una posible presa.

Se incorporaron rápidos, sintiendo leves roces sobre la tierra recién roada, con surcos profundos que servían de refugio y ocultación a la posible pieza que cazar.

De pronto vieron levantarse una polvareda galopante, que se mezclaban, con la bruma, haciendo aparecer delante de ellos un animal fiero, que les miraba con ojos brillantes, en posición de ataque.
De un salto el animal se fue ala rama del olivo donde ellos estaban, los perros ladraban e intentaban enseñando sus dientes, amedrentar a lo que tenían delante.

Los amigos aterrorizados intentaron correr, pero el monstruo fue más rápido y se puso delante de ellos, los perros, animales fieles a sus amos, intentaban abatir aquella fiera, mientras sus dueños emprendía la huida.

Desaforíos, no sabían donde refugiarse y como la boca de la cueva, estaba, al paso en ella se introdujeron, mientras el miedo les hacia temblar tanto que el sonido de sus dientes retumbaba en el habitáculo oscuro.

Taparon la entrada con piedras de su interior y tientas se fueron deslizando hacia su interior.
Para ver lo que les rodeaba con unos jaramagos secos hicieron una entorcha, que encendieron con el mechero de yesca.

Los amigos pegados espaldas con espaldas, girando sobre ellos mismos, pisando con miedo sin saber lo que había debajo de sus pies, temerosos de su miedo.

La luz fabricada dejaba ver paredes llenas de raíces y forradas de piedras.
No habían avanzado apenas unos pies, cuando sintieron, como la tierra se movía, tragándolos hacia su interior, mientras rodaban por un pasadizo, divisaron claridad y al llegar al final, empezaron a reptar y como pudieron, salieron al exterior y oían un gran trueno en el interior y una polvareda.

La tierra empezó a temblar, los olivos amoverse, las piedras asaltar el agua del arroyo a crecer, la niebla aumento y ellos seguidos de sus perros, empezaron a correr, mientras veían como la tierra les perseguía en un continuo movimiento en querer atraparlos.

En su gran galopada pues no corrían volaban, fueron aparar, al lugar llamado la pizarrillas laguna llena de agua, de manantiales que brotaban de las piedras y de la lluvia.

Se detuvieron sedientos, jade osos y vieron aparecer una figura de las profundidades de las aguas.
Sus tentáculos intentaban abrazarles, quisieron corres, pero los brazos del monstruo, se deslizaban por la tierra como si fueran látigos, que restallaban e intentaban atrapar los.

La niebla no dejaba ver, intentaron recuperarse de tal sometimiento y emprendieron una loca huida, hacía las luces apenas divisibles del pueblo.
Tomando el padrón de las pizarrillas desesperad amente, sin darse cuenta, como la niebla iba desapareciendo y el monstruo no les seguía.


Pero sus caras vieron como habían cambiado en vez de ser blancos eran negros, como la noche, por más que se frotaban no recobraban su color.

En esto estaban cuando vieron aparecer a una anciana, que se tapaba con una túnica y se apoyaba en un callado, arrastraba sus pies y con dificultad se aproximo a ellos y les hizo saber, que era conocedora de sus problemas, por haber profanado un lugar improfanable.

Y para volver a su normal apariencia, debían volver al lugar que habían dejado, se miraron y se dijeron preferir ser negros para toda su vida, diciendo esto temblaban pues el miedo era tanto que estaban paralizados, en medio de una noche que se había vuelto clara, iluminada por luna llena.

La anciana les obligo regresar, cuando de pronto, sintieron, que los perros regresaban junto a ellos, su aspecto habían cambiado, tenían cuerpo de can y cabeza de Lince con ojos tan brillante que parecían linternas, aunque los animales no guardaban la fiereza del gato montes.

Los animales se revolvían sobre ellos mismos al verse extraños. Obligados emprendieron la vuelta al lugar, atravesaron el padrón redondo que dejaron y el camino Rivera, pasaron por la Vía de la Plata y los animales aullaban entre si y no querían proseguir, al mirarse entre ellos y verse echo unos gatos, a los que ellos repelían.

Llegaron al lugar y la luna estaba en lo alto del firmamento y iluminaba la campiña haciendo un circulo sus rayos en una zona señalando toda la campiña y vieron, a la anciana en el centro del lugar señalado, ¿como había llegado ha este lugar tan lejanos? se preguntaron y no sabiendo como pues el miedo no les dejaba razonar, como había logrado llegar y caminar sobre una piernas tullidas.

De pronto salto la vieja riendo y dejando ver una dentadura negra y mellada, salto como un saltimbanqui, sobre la tierra, su pelo empezó a crecer hasta el suelo como si fuera una alfombra, a la paz, que se movía y moverse, con gran furia su cuerpo, que empezó a girar sobre ella como un torbellino, perforando el terreno, introduciéndose, en las profundidades y entrañas de la tierra.

Volvieron a sentir tanto terror, que quisieron corres pero el callado de la anciana que había quedado cerca de ellos, se enderezo e impidió, la partida, indicándoles, que se pusiera en el centro del circulo, dejado, que volvió a dar vueltas vertiginosamente.

Y eran zarandeados, como si estuvieran en una batidora y fueran batidos en el interior de la tierra.
Mientras la anciana, volvía a surgir de las entrañas de la tierra, convertía en la hermosa diosa del templo profanado.

Los canes recobraron su apariencia, al igual que sus amos. El cielo se ilumino las estrellas bajaron ala tierra, los astros, se posaron sobre el terreno, tan cercas que casi se podían tocarse y penetrar en su interior.

La luna, rozaba el suelo de los sembrados, dejando les ver sus cráter, y superficie desigual, que les atrajo a su interior, alejando los de la tierra y vieron montados en ella como se separaban de la tierra, pero cuando el miedo y terror era mayor, sintieron una gran atracción gravitatoria, que los iban haciendo caer al espacio, girando en una loca bajada, en un tobogán de desenfreno que se fue apaciguando y lentamente les deposito en el patio de su casa.

Al verse en el lugar más deseado que ellos podían querer, corrieron a sus camas arropándose con mantas y deseando que todo hubiera sido un sueño.

ISABEL CORONADO

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