Mi pequeña historia de Almendralejo

jueves, noviembre 07, 2013




ESTRELLAS DEL ANOCHECER




Día de la Madre de años pasados, recuerdos de niñez, de la primera maestra y de un pasado muy diferente al que vivimos y no por eso mejor ni peor, eso si diferente.
Vivencias de un día de la madre, cundo se celebraba el ocho de diciembre festividad de la Purificación o Inmaculada.
  Doña Beatriz a tan señalada fecha le gustaba darle ilusión, sabedora que la  economía de sus alumnas no era para tirar cohetes, con imaginación y deseo que la chiquillería sorprendieran  a las madres, con la alegría de la sorpresas de no esperar nada. Nos confeccionaba postales de la forma más económica, como era en una cartulina que ella decoraba con  lápices de colores y de una estampa con virgen que nosotras le llevábamos, recortábamos y luego pegábamos en la cartulina ya decorada y difuminada con colores de Goya.
En la pizarra la maestra escribía una dedicatoria, que copiábamos en un rincón de la felicitación, terminado el regalo, lo guardábamos con celo, para darse  el día de la madre,  atención que las llenaban de tanta felicidad.
Mi madre las guardaba todas con sumo cariño, y cuando ella emprendió el viaje hacia nunca volver, encontramos una bonita caja de caoba, de aquellas que las mozas de la época solían tener, donde guardaban sus bisuterías y algunas alhajitas, acompañadas de cartas y recuerdos queridos. Estaba cerrada y la llave puesta en la cerradura, al abrirla su contenido se expandió por la mesa camilla, como si  ansiara ver la luz. Los recuerdos de una vida se habían ido depositando en aquella caja de color azul, con tapa decoradas con  dibujos de príncipes y princesas bailando y en su interior un espejo con señales de vejez, cuantas ilusiones y momentos felices fueron guardados entre las madera de aquella caja de caoba, en la que aun resonaban las risas de mi madre mientras se miraba en su espejo, al dejar caer su tapadera para cerrar una intimidad que le perteneció a lo lago de su vida.
De niña ansiaba tenerla y por más que se la pedí, fue en vano, era su tesoro.
Todos pensamos que nuestra madre es igual de perennes a las hojas del olivo, que siempre  va a estar con nosotros,  no concebimos que un día partan del mundo terrenal, se pueden ir las de los de más, pero la nuestra no entra en nuestros sentidos que deje de estar junto a nosotros.
Siempre la recordare a la mía cantando aquella colombianas que también entonaba, que arte tenia para hacerlo. Recuerdo siendo una niña, a mi querida vecina Antonia Cuevas, (conocida por el apellido de su marido ya que el suyo fue Pérez), cuando se ponía alabar en la panera y sentía a mi madre trajinar por el corral le decía, Manola cántame, que así la faena se me hace mas leve y ella disfrutaba que alguien valorara su cante y como un ruiseñor su voz empezaba a trinar, haciendo que la brisa a las sabanas tendidas las alzaran al cielo, prendiendo en ellas  las melodías  que salían de su garganta, como si las quisiera elevar y esparcir por el universo. Las canciones que más recuerdo eran los campanilleros de la Niña la Puebla.
 Fue una persona que tuvo facilidad para todo lo que fuera arte, verdad es que en aquella época no se valoraba a la mujer, bien para que  así no destacara más que el marido o porque la sociedad de aquel momento a la féminas se le daba tan poca importancia, que persona, virtudes, cualidades e inteligencia quedaban anuladas.
En el lugar donde reposa su ultimo suspiro, anidan Tórtola, que se posa sobre la fuente a tomar agua del surtidor, y cuando me ven llorar  revolotean a mi alrededor, las miro y se elevan al cielo, las veo elevarse y mis lagrimas desaparecen, que dando me ensimismada con tan majestuoso revoloteo, mientras pienso que quizás un poco de ella se aya depositado en sus alas,  queriendo con su vuelo llevarse, las lagrimas y la penas de estar sin ella.
Son ilusiones que dan consuelo y remplazan imagines que duelen ser recordadas.
A ti madre mía, que viajas en ese espacio etéreo de lo divino, donde la imaginación pude volar hacia ti, unida al deseo de estar contigo y verte en ese lugar donde todo es posible. En el día de la palabra más maravillosa que idioma tiene,  quiero que mi voz se alce al firmamento y como cuando era una niña y venia toda la calle corriendo con el regalo en la mano y tu con los brazos abiertos deseando de verlo y llenarme la sonrosada y helada cara por el frío de diciembre de besos hoy tengo ganas de decirte  MAMA FELICIDADES es el día de la Madre.

ISABEL CORONADO ZAMORA

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