ESTRELLAS DEL ANOCHECER
Día de la Madre de años
pasados, recuerdos de niñez, de la primera maestra y de un pasado muy diferente
al que vivimos y no por eso mejor ni peor, eso si diferente.
Vivencias de un día de la
madre, cundo se celebraba el ocho de diciembre festividad de la Purificación o Inmaculada.
Doña
Beatriz a tan señalada fecha le gustaba darle ilusión, sabedora que la economía de sus alumnas no era para tirar
cohetes, con imaginación y deseo que la chiquillería sorprendieran a las madres, con la alegría de la sorpresas
de no esperar nada. Nos confeccionaba postales de la forma más económica, como
era en una cartulina que ella decoraba con lápices de colores y de una estampa con virgen
que nosotras le llevábamos, recortábamos y luego pegábamos en la cartulina ya
decorada y difuminada con colores de Goya.
En la pizarra la maestra
escribía una dedicatoria, que copiábamos en un rincón de la felicitación,
terminado el regalo, lo guardábamos con celo, para darse el día de la madre, atención que las llenaban de tanta felicidad.
Mi madre las guardaba
todas con sumo cariño, y cuando ella emprendió el viaje hacia nunca volver,
encontramos una bonita caja de caoba, de aquellas que las mozas de la época solían
tener, donde guardaban sus bisuterías y algunas alhajitas, acompañadas de
cartas y recuerdos queridos. Estaba cerrada y la llave puesta en la cerradura,
al abrirla su contenido se expandió por la mesa camilla, como si ansiara ver la luz. Los recuerdos de una vida se
habían ido depositando en aquella caja de color azul, con tapa decoradas con dibujos de príncipes y princesas bailando y en
su interior un espejo con señales de vejez, cuantas ilusiones y momentos
felices fueron guardados entre las madera de aquella caja de caoba, en la que
aun resonaban las risas de mi madre mientras se miraba en su espejo, al dejar
caer su tapadera para cerrar una intimidad que le perteneció a lo lago de su
vida.
De niña ansiaba tenerla y
por más que se la pedí, fue en vano, era su tesoro.
Todos pensamos que nuestra
madre es igual de perennes a las hojas del olivo, que siempre va a estar con nosotros, no concebimos que un día partan del mundo
terrenal, se pueden ir las de los de más, pero la nuestra no entra en nuestros
sentidos que deje de estar junto a nosotros.
Siempre la recordare a la
mía cantando aquella colombianas que también entonaba, que arte tenia para hacerlo.
Recuerdo siendo una niña, a mi querida vecina Antonia Cuevas, (conocida por el
apellido de su marido ya que el suyo fue Pérez), cuando se ponía alabar en la
panera y sentía a mi madre trajinar por el corral le decía, Manola cántame, que
así la faena se me hace mas leve y ella disfrutaba que alguien valorara su
cante y como un ruiseñor su voz empezaba a trinar, haciendo que la brisa a las
sabanas tendidas las alzaran al cielo, prendiendo en ellas las melodías que salían de su garganta, como si las
quisiera elevar y esparcir por el universo. Las canciones que más recuerdo eran
los campanilleros de la Niña la Puebla.
Fue una persona que tuvo facilidad para todo
lo que fuera arte, verdad es que en aquella época no se valoraba a la mujer,
bien para que así no destacara más que
el marido o porque la sociedad de aquel momento a la féminas se le daba tan
poca importancia, que persona, virtudes, cualidades e inteligencia quedaban
anuladas.
En el lugar donde reposa
su ultimo suspiro, anidan Tórtola, que se posa sobre la fuente a tomar agua del
surtidor, y cuando me ven llorar
revolotean a mi alrededor, las miro y se elevan al cielo, las veo elevarse
y mis lagrimas desaparecen, que dando me ensimismada con tan majestuoso revoloteo,
mientras pienso que quizás un poco de ella se aya depositado en sus alas, queriendo con su vuelo llevarse, las lagrimas
y la penas de estar sin ella.
Son ilusiones que dan
consuelo y remplazan imagines que duelen ser recordadas.
A ti madre mía, que
viajas en ese espacio etéreo de lo divino, donde la imaginación pude volar
hacia ti, unida al deseo de estar contigo y verte en ese lugar donde todo es
posible. En el día de la palabra más maravillosa que idioma tiene, quiero que mi voz se alce al firmamento y
como cuando era una niña y venia toda la calle corriendo con el regalo en la
mano y tu con los brazos abiertos deseando de verlo y llenarme la sonrosada y
helada cara por el frío de diciembre de besos hoy tengo ganas de decirte MAMA FELICIDADES es el día de la Madre.
ISABEL CORONADO ZAMORA
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