CABEZO DE SAN MARCOS
Si cuando pensó, vio el camino que conducía al lugar donde se podía divisar el lugar calmado de las estrella, solo estaba la oscuridad y un cielo plagado de estrella.
Estaba en el cabezo de San Marcos, la noche era ideal todas las estrellas palpitando sobre ellos en el horizonte, el castillo de Feria.
Sobre saliendo las luces en la lejanía de Nogales que le sobre salia el castillo.
Y en las cercanías la luminosidad del pueblo, era todo ideal, si miraba la Osa Mayor, la Estrella Polar y la estrella llamada Arturo palpitante.
La constelación de Andromeda, la vía Láctea, que caminaba sobre nosotros. Descubrimos con el telescopio a Saturno, sus anillos y el cercano Martes.
Era todo celestial, estábamos sobre ruinas de hacia cuatro mil años, sobre grabado en piedras que hablaba de habitantes de la zona que se regían por las estrellas, constelaciones, los cambios de luna. Que les hablaban de los cambios de estaciones con los solsticios.
De pronto la luna se hizo presente, señorial, despacio, sin prisa rotando, estaba encima de nosotros. Con el telescopio vimos sus mares y hasta sus ojos.
Una noche en que se debieron despertar los anidados preistoricos, que dejaron huellas permanentes, que tomaban vida y empezaba a estar junto a los avances, que decían lo mismo que ellos a base de observar descubriendo en la bobeada celeste y hablaba con ella y ella le respondía, con una pronta primavera y un breve invierno, diciéndole cuando se debía realizar la siembra.
ISABEL CORONADO ZAMORA
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