FUENTE LA NEGRAFUENTE LA NEGRA -1
Con timidez y agradecimiento hacia, (LA CAPITAL) me dispongo a escribir este breve relato popular, sobre uno de los rincones más emblemáticos de nuestra ciudad o pueblo como guste cada uno llamarlo.
Lo que vais a leer son recuerdos, pequeñas historias vividas por personas que compartieron una época en la Fuente la Negra, donde según ellos estuvo la Ermita de los Mártires y un cementerio.
Otros como José Coronado cuenta que siendo él un crió aparecieron restos humanos en las inmediaciones. El por qué es llamada y conocida con este nombre son varias las versiones. La mía según mi abuela Isabel Cano, conocida por la Nena que dedicó toda su vida a curar los huesos de gran parte de los habitantes de Almendralejo, contaba que en el lugar hubo un lavadero donde las mujeres lavaban su ropa y la de otras personas que pagaban sus servicios, pero a una lavandera se la encontraban siempre lavando y las compañeras al verla tan esclava del trabajo dieron en decir (Esta hecha una Negra) y se fue quedando vamos a lavar a la fuente de la negra, desde niña se lo oí contar así.
Tal vez alguien desconoce cómo llegaba el agua a la fuente, pues por su peso desde un pozo en el camino de Villafranca, el cual tenía dos registros uno a cada lado del cabezo, hoy Poli Deportivo, que mediante un canal subterráneo llegaba hasta el surtidor, el agua era muy buena y nunca faltó, de ella bebieron peregrinos, rondadores y viandantes sedientos; a todos calmó la sed y fluía abundantemente de los cuatro caños. Uno era llamado popularmente el de la “Paciencia”, por necesitar horas para llenar un cántaro. En la fuente se formaban grandes colas y en tiempo de sequías más, los vecinos para poder llenar sus vasijas iban de madrugada, además era gratis, nunca dejó de fluir.
La Fuente la Negra fue para los habitantes de Almendralejo uno de los principales puntos de abastecimiento de agua. Todo el que llegaba pedía la vez, excepto empleados de negocios cercanos que iban a llenar un barril y labradores cuando iban al campo y llenaban la cantarilla.
Este emblemático rincón fué punto de encuentro de vecinos, que acudían a suministrarse de agua, gozando de extraordinario ambiente. Por estar la zona circundante más baja la fuente quedaba mas elevada y en sus orígenes tuvo un cerramiento que la rodeaba, con una separación hasta ella de un metro o poco más, cerco en forma de poyetes que era usado para poner los cantaros y sentarse mientras se esperaba. Para acceder a los caños el cerramiento tenía cuatro entradas con varios escalones que subir.
En el lugar se celebraba la velada de San Juan el 24 de junio y las fogatas de la noche San Juanera, decía mi madre que los mozos las saltaban con unas varas largas.
Mi abuelo contaba que de joven empujaban el tiempo para que llegara este día y su madre sacaba del arca el traje negro de pana fina como el terciopelo y el sombrero de ala y copa alta, que había permanecido guardado y para que la polilla no acudiera, en un pañuelo se ponía romero y picadura de tabaco fuertemente atado, (llamado muñequilla) a la ropa para que se le fuera olor y arrugas y se tenía varios días al aire.
Al recordar sus ajos azules chispeaban al ir contando cómo los mozos de mulas, en la “era “, ansiaban que llegara el atardecer para volver a casa y en pandillas ir a la plaza, donde estaba la fiesta y poder bailar con las mozas y comer la jeringa del puesto de Enrique.
Decía que la noche iba dando paso al amanecer y las campanas de la purificación empezaban a tocar, era la señal para que los mozos de mulas dejaran la juerga y volvieran al tajo. Apurando la fiesta, la claridad del día iba llegando y desde la “fuente” se divisaba la Parba para ser trillada en la Era y la paja ser cargada en carros de yuntas. Los mozos daban los últimos adiós a futuros amores, las tinieblas iban dejando ver la silera de San Roque y la vega del pozo Airón sembradas de huertas. Las campanas volvían a sonar y los Mozos de Mulas corrían a los pajares de los amos, cambiando el terno de fiestas por el de labranza.
En la plaza estuvo la barbería de José, lugar de tertulia al caer la tarde, la pela y afeitado se pagaba por años, llamada igualas. La escuela de Dieguito fue muy popular en aquellos años por ser buen maestro y músico. En la esquina calle Mártires y Pozo se hallaba el estanco de Lobato, la taberna de Castaño y la tienda de comestibles de Evaristo, hombre cariñoso que mientras atendía a las madres no le importaba que la chillería alborotara y a veces regalaba palo-luz.
Al remodelar la plaza los canales son destruidos y la fuente dejó de echar agua.
ISABEL CORONADO ZAMORA
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