Mi pequeña historia de Almendralejo

jueves, febrero 10, 2011

Francisco Hurtado GIL





Francisco Hurtado de 93 años tiene: cuatro hijos trece nietos y ocho bisnietos.
Cuenta que con cinco años, fue a la escuela de la calle Harnina, con el maestro D. Leopoldo y a los 10 años dejo de asistir para trabajar en el campo.
Sus primeros jornales fueron arrancando “Parrones” (cepas viejas), con el azadón, cobrando cuatro pesetas.
Por la noche iba a la escuela de Sangentene, que estaba esquina calle Martos con Santa Marta y de Zagalón le gustaba leer el libro de sus padre, de historia de España.
Y de niño, en los carnavales se disfrazaba con las sayas, pañuelo y bastón de su abuela.
Pero después de la guerra, las mascaras son prohibidas, por posibles represalias.
En su niñez los juguetes fueron escasos: un caballito, un sable y una escopeta.
En Noche Buena, se juntaban las familias y saboreaban arroz con leche, papas de harina, sopa de boda, y escabeche. Reuniones que acabada la guerra cesan pues en todas las casas había luto.
Después de la cena navideña, se hacia una reunión entre amigos, llamada “Zambomba”. Los había gorrones que no ponían nada, otros se valían de su gracia y disfrutaban de la juerga sin pagar y eran dejados para hacer la fiesta más divertida.
Recuerda aquella zambomba en la calle Martos, estuvo llovió toda la noche, y a las seis de la mañana se fue a casa.
Su padre le había dicho el día antes que iban a coger aceitunas si no llovía y como la lluvia no había cesado; pensó que no irían.
Al llegar a casa, llamo suavemente a la ventana, para que le abriera su madre, temiendo la bronca del padre, que estaba en la cocina haciendo la candela, para poner en las brasas la estrébedes y encima el perol para hacer las migas y arrimar el puchero, a la lumbre para hacer el café.
El padre, al verlo, le dijo -vamos nos a coger aceitunas -- con el agua que había caído durante toda la noche, después de una juerga, bebiendo bailando, pensó que era broma.
Pero sin rechistar, hizo lo que el padre dijo y montado en la bestia, iba de un lado a otro, hasta la parte, donde los olivos estaban chorreando, y mientras ponía el telón, empezó a llover, agua que no despejo los vapores de la juerga, cayendo de bruces, encima de las aceitunas. Su padre, fue hombre embrutecidos por los trabajos y la vida.
El cante le ha gustado e iba a los cantaores, cuando venían al cine y teatro Espronceda, y en frente, en lo que hoy es el parque, hubo un cine de verano, sus paredes eran de tablas y uralitas.
En el teatro Carolina Coronado, había cine en invierno y espectáculos y se celebraban en su salón: bodas, banquetes y los carnavales.
En el Obrero en su patio central, había bailes y allí fue donde conoció y se enamoró de su señora.
Tuvo tres novias: Teresa, Luisa y Visitación, con la que después de tres años de novio se caso.
Las diversiones, era pasear en invierno por la calle real y en verano por los paseos de la Piedad, las feria de San Antonio, Santiago la Piedad, la pascua de Navidad y Semana santa.
El día que entraban en quinta, se juntaban los amigos y con los padres iban al ayuntamiento, donde los median y pesaban.
Luego una caldereta, con el borrego criado por la familia, bien regado con vino y solo para los hombres.
Las mujeres en casa, las amistades visitaban a la madre, para consolarla, por que al año siguiente el hijo se iba a la “Mili”.
Al ser movilizada su quinta su padre lo llevo a Badajoz, (viaje pagado por el ayuntamiento) al cuartel de Menacho, donde lo miden, reconocen, y llevan a la estación, tomando el Correo para el frente, con diecinueve años, después de terminada la contienda, estuvo un año más.
De la guerra de 1936 le cuesta hablar, estuvo en el frente de Granada, en sierra Nevada, con los Nacionales, sufriendo muchas carencias, el hambre, les hizo buscar alimentos en el Hotel Duque, que al estar en la línea de combate, había quedado destruido, buscaron comida que no hallaron, tomando, sumieres y colchones que llevaron a las trincheras, para no dormir en el suelo.
Los pueblos, estaban destrozados sin nada en pie, no comprendían el horror que les rodeaba y un día los mandos de los dos bandos, acuerdan, parar la lucha, y reunirse ambas tropa en medio de las dos líneas, él entabla conversación con un miliciano de Sevilla, que le pide que le escriba una líneas a su familia y a su novia, pues no sabia hacerlo y desde su posición no podía mandar carta, y si iba a Sevilla fuera haber a sus gentes y le diera noticias de él.
Al final se intercambiaron la gorra, y reanudaron la lucha.
En el frente el rancho era frió, latas de sardinas, cuando las había, en otras posiciones, hubo guisos de garbanzos ect.
Los mejores tiradores, eran elegidos para fusilar, siendo él uno, pero gracias a Dios no tuvo que hacerlo, pues al tirarse al suelo haciendo instrucción en un barbecho, una mata llamada “Gatuna” al rozarse con los espinos venenosos les produjo una erupción muy dolorosa, que le fue hinchando la mano, e inmovilizando se la.
Al ver le la herida el teniente instructor, lo mando al botiquín, librando lo, los que hacían estas ejecuciones, no volvían a ser los mismos, cuenta.
En los combates se tomaban, rehenes y el tiroteo era intenso, para salir de las trincheras en un palo ponían un plato que era agujereado en cuanto lo asomaban.
En el frente de Granada, perecieron muchas personas, y el coronel de la posición, con el bando contrario, acordó hacer un alto, y enterrar o quemar a los muertos de cada uno, los cadáveres en descomposición, hacia irresistible respirar.
En el frente se pasaba, mucho frió, apenas tenían ropa, horrores sufrido por una juventud envuelta en una lucha sin razón.
Al ir terminando la guerra iban ocupando pueblos, partidarios de la republica, e iban abriendo las puertas y en una casa vieron unas latas enormes y sin saber lo que era, se las echaron a pecho, bebiendo se su contenido, resultando ser mermelada, que no conocían pues nunca la habían comido, la necesidad les hacia alimentarse de lo que encontraban.
En los mandos, hubo personas malas y otros buenos militares, como el sargento Vergara.
No a olvidado el parte de guerra de franco que decía “Hoy 1 de abril de 1939 cautivo y desarmado el ejercito Rojo, las tropas Nacionales cumplen los últimos objetivos Nacionales----“ Francisco Franco”.
Terminada la guerra y llega a casa, le dice a la familia, que no se arrimen a él, pues venia infestado de piojos y eso que en una acequia se habían aseado. Durmiendo en el suelo envuelto en una manta aquella noche por miedo de contagiar a su familia.
Al día siguiente, su madre lo baño, desinfectaron con alcohol y la ropa fue cocida para matar tanta miseria.
Durante toda la guerra solo vino una vez con ocho dias y él se tomo quince.
Su mujer Visitación Hernández, vivía en la calle Villalba, bordaba a maquina, bolillos, y ganchillos.
Para la pedida fue su madre a casa de la novia, para formalizar la relación, haciendo un refrigerio, las dos familias, llamada “Entrada” donde se fijaba la fecha, de la boda y gastos, que eran a medias.
Desde ese día el novio entraba en casa de los suegros, pues hasta entonces, por respeto, permanecía en la puerta, sin trato con la familia de la novia y esta igual.
Se casaron en la Parroquia, y se fueron a vivir a una habitación con derecho a cocina, en la calle Villalba con otros caseros.
Los novios, cuando llegaban de la iglesia al lugar del convite, se ponían en el zaguán de la casa delante de una mesa, donde los invitados iban echando el dinero que podían en una fuente.
El baile fue animado con la acordeón, tocada por una mujer, sentada en una silla encima de la camilla.
No hubo viaje de novios, y las sobras de la boda se las comieron al otro día con la familia y a la jornada siguiente a trabajar, siempre con su padre que le daba el jornal y el beneficio de una fanega de viñas.
Su mujer, confeccionaba la ropa interior, siendo contratada por la familia Casilla, para hacerle, el ajuar, la lencería no era vendida en las tienda del pueblo se confeccionaba.
Visita de soltera, cosía todo el año en la casa de Lorenzo Álvarez, donde las piezas de tela e hilos estaban en estanterías, en una habitación dedicada para la costura, para confeccionar lo que la familia precisara, sabanas combinaciones y los ajuares.
Y mientras cosía, Petra la mujer de Lorenzo Álvarez le ponía la cuna de uno de los doce hijos que tuvo para que se los vigilara.
En los años 1945 hubo una sequía muy grande y las cosechas fueron muy escasas y se van a vivir a la casa de los padres de Francisco, en la calle Rafia, donde nacen sus cuatros hijos.
Era una vida muy dura, había mucha hambre aunque en su casa gracias a Dios no falto un plato de comida.
Su mujer, ayudaba la economía de la casa con la costura, que deja, no quería que su suegra hiciera todas las tareas domesticas, el fregar era a mano y de rodilla, lavar en la panera y acarrear el agua de pozos cercanos.
Cuenta que la calle Rafia, hoy Pablo Ruiz Picasso, solo tenia el primer tramo y el segundo una sola cera y enfrente un descampado y la Era llamada la “Estaca” con pozos (de forma de Huevos) y el llamado Santo, zona rodeada de veneros, estaba el pozo de Tomas Fernandez, de Cerezo, Bote Pitarra, con una casita y guardesa encargada de vender el agua, el de Salvatierra, Fabián y el de Teresa.
En la esquina de División azul, con Pablo Ruiz Picasso, estuvo la fabrica lejía la Paloma, propiedad de “Cuadrado”, que era vendida en botellas de cristal, donde también había un pozo y en la casa siguiente de Juan Retamar “el Canario” otro.
Vivencias, difíciles de resumir, Francisco no olvida, amigos ya desaparecidos como Alonso el de la “Garabata”, Joaquín el de la “Regala” y sus primos José y Francisco Pelliquita.

ISABEL CORONADO ZAMORA

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