Mi pequeña historia de Almendralejo

domingo, diciembre 17, 2017

                              LA FERIA




Como los acordes de unas notas van detrás de las  las estrellas a si fuimos al cabezo de San Marcos.
 Los luceros relucían,  las luces a lo lejos hacían  Almendrlajo una postal.

 Como si la verdad se empezara descubrir con las explicaciones que escuchábamos dada por entendidos, delante de telescopios  de grandes dimensiones que la curiosidad nos podía y empezamos a formar una cola.
Que bonita era la noche las estrellas pestañeaban haciéndonos guiños mientras se tapaban con las sabanas de las nebulosas.

Los luceros brillaban en la bobeda celestial como si pudieran llevarnos caminando sobre los meteoritos habitantes del cosmos.
La noche era tan reluciente y clara, que tomaba vida, con las constelaciones que nos iban señalando con un visor de láser.

Sentí cerca las estrellas, parecían surcar el espacio, venir hacia donde estábamos.

 Era una linea del horizonte estelar que marcaba las formas que el camino de Santiago nebulosa que tantas veces en la noches de mi niñez, sentados en la puerta de mi casa, tomando el fresco habíamos contemplado.
Cuando la divisábamos, era la señal que la feria de Santiago estaba cera.
Nunca supe porque deseaba la feria, cuando el disfrute de las atracciones, era escaso y poco mas hacíamos que pasea y tragar polvo.

La visita a la ermita del santo, todos los años igual, ver un cuadro donde según la historia,  Santiago
  expulsaba con una espada en la mano a los Árabes.

 Cosa que esa noche me producía pesadillas.
A la entrada de la ermita colgaba, una vieja soga de esparto, que hacia sonar la campana que estaba en la  espadaña, que la ermita tenia arriba, de la puerta trasera.

Aquella feria que se hacia en la era del silo  las atraiciones, la casetas de bebidas y pin-chito morunos asados en el carbón en nafres de las caseta, a lo largo de la carretera, donde hoy esta la avenida de Sevilla, hoy paso de  múltiples coches, que en aquella época eran escasos.

Para no mesclar los lujos, con las escaseces de tiempos de cajones bocios, donde un vestido era para verano y otro para invierno para como se decía entonces de paseo.
Pero daban las horas de aburrimiento mirando a las personas mientras la peseta que llevaba se había acabado en darle una vuelta en las voladoras a  temprana hora.

 Aguantabamos horas porque era la feria.

De pronto veía auno de mis tíos, personas tan expendidas y queridas, un convite tan gran capital un DURO DE PESETA-- 3 céntimos de euro---
Con tan gran tesoro, me compre una peseta de turrón de almendra que rico que estaba, como era duro lo paladeaba y degustaba.
Con otra peseta me la gaste en un capirucho de helado de turrón rico rico.

Recuerdo que me compre una pelota de tela con una goma que estiraba al hacerla botar con la mano.
Eran pelotas que se hacían con tela, que ponían duras con cal que luego secaban y le daban tantas capas hasta que la tela endurecida. Luego se rellenaban con paja y era cosida las costuras y lista.
Me gusto mas otra pelota de colores, pero valía un duro y me conforme con la de trapo.

 Me monte en dos cacharritos que valían  "dos reales de peseta".

ISABEL CORONADO



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