BARRIL DE BARRO DE ALMENDRALEJO
La historia popular de Almendralejo que os voy a contar es la escuchada al calor de la candela de una cocina en las frías noches de invierno y en mesas camillas, calentada con braseros de “picón” y en las veladas veraniegas, sentado en las puertas de las casas, a la llegada de la noche cuando los vecinos salían ansiosos de tomar un poco de fresco y sacaban sus sillas, que algunos ponían inclinadas en el quicio de la puertas, después de un duro día de trabajo y en cuanto observaban que enfrente o al lado la conversación podía ser una distracción , se iban poco a poco incorporando con sus asientos hacía donde estaban reunidos en corros sin más luz que la luna.
Noches de calor sofocante mitigadas con el agua del barril, puesto al fresco en la ventana mientras te echabas aire con cualquier cosa o con aquellos abanicos de cartón, que regalaban.
En el silencio de la noche todos siguiendo con atención las narraciones, escuchadas bajo un cielo estrellado y de vez en cuando mirando la nebulosa o camino de Santiago, señal que la feria de igual nombre estaba cercana.
Los niños al percatarse de la animada e intrigante conversación de los mayores dejaban los juegos y entraban en sus casas por su “sillinas” de juncia, y con suma atención observaban y escuchaban a José y a otros vecinos de la misma edad, cómo empezaban a contar a los presentes historias populares, mientras sacaban la petaca, llena de tabaco picado, que se ofrecían entre ellos y empezaban a liar un cigarrillo pausad amente, a la vez que iban contando lo que escucharan a sus mayores.
Siempre surgían porfías, por saber uno más que el otro o que él contaba mejor las cosas que el compañero o simplemente querer ser protagonista del monólogo y así lograr que los presente tuvieran su atención puesta en él.
Veladas y conversaciones transcurrirían unidas, logrando que todos permaneciéramos embobados escudando el por qué de llamarse el pueblo Almendralejo.
Según los presentes en la antigüedad en el lugar había almendros y los primeros asentamientos para identificar y situarse lo hacían diciendo donde están los Almendros-lejos, nombre que se iría uniendo y afianzando por las personas que llegaban de paso o permaneciendo en el lugar, quedando sus huellas a generaciones venideras.
Según contaba Don Pedro Moreno y señora Doña Francisca Casado, ambos nacidos y criados en la localidad de Don Benito (Badajoz), sus paisanos participaron en los orígenes de Almendralejo, pues vinieron a nuestro pueblo cuando era un bosque de jara, retama y “torvises”, (monte bajo), a la llamada de la fertilidad de la tierra, que admitía cultivos diversos sobre un suelo rojizo y arcilloso que le dan el nombre de Tierra de Barros.
A los primeros pobladores les sorprende la belleza de nuestra llanura, limitada por la sierra de Monsalud y la del Arroyo de San Serván, que hacen que los vientos choquen en ella y se apacigüen, sobre un valle donde todo abundaba: la caza era variada (mi abuelo me contaba que muchas veces al limpiar olivos (podarlo) se vio sorprendido por linces, gatos monteses y en las dehesas por jabalíes).
Se podía pescar en los regachos Palomino, Airón, Charnecal y Cagancha, que des embocaban en el Lorin, aguas que corrían alegres hacía la vega de Arnina y le daba nombre al arroyo, que en el pasado oliera a manzano y laurel, dice en uno de sus poemas Juan Luis Ortíz, poeta de la localidad.
Corriente cristalina que iba haciendo surco profundo en la tierra para desembocar en el río Guajira.
La abundancia de agua aria ser fértil a la tierra y llegarían colonos de otros lugares cercanos y lejanos a los que se les ofrecieron tierras temporal mente y gratuitamente a cambio de hacerla productiva.
Estas buenas gentes limpiaron los campos de maleza y los sembraron de viñas, olivos, cereales ect, que fructificaron sobre los campos tomando el color esmeralda que como tapices se extendieron hacia el horizonte, el sol doraría la espiga haciendo le parir un trigo rubio.
Y los venidos de otros lugares al igual que los “Donbenitenses”, consiguieron grandes capitales, algunos volvieron a sus orígenes y otros se quedaron y construyeron bodegas, molinos de trigo y almazaras, logrando hacer despuntar lo que empezara como un poblado, aldea y más tarde como villa. Consiguiendo ser, una de de las más ricas de la comarca.
La similitud de los habitantes de Almendralejo en costumbres y comportamientos con los moradores de Don Benito, hicieron en el pasado que estos dos pueblos se sintieran y reconsideraran hermanos.
Los primeros habitantes para mejor protección se asentarán donde el terreno le ofrecía más defensa y facilidad para la construcción de sus viviendas y con materiales fáciles de conseguir.
Después de hacer un descanso el narrador proseguía con su historia, que nosotros transformábamos en una película, que nos transportaba al pasado y nuestra imaginación, nos devolvía imágenes de cómo pudo haber sido el lugar que ocupa hoy la parroquia de la Purificación, en el pasado una elevación de rocas desde donde se dominaba todo el valle y en pendiente bajaba por una ladera llena de jaras hacía lo que hoy es la calle Real, por donde pasaba el regacho Cagancha.
En su otra orilla hoy plaza de Espronceda, se encontraba una gran mole de rocas, contaban que fue utilizadas como cantera, piedras que fueron utilizadas por los pobladores para la construcción de las primeras casas.
Qué mejor lugar para empezar a hacer una aldea que en alto, rodeado de arroyos, manantiales y cañaverales, cuyas cañas valdrían para hacer los techos de las viviendas que eran tapadas con las tejas de adobes, echas con la tierra arcillosa del lugar.
Al llegar a este punto de la conversación, al orador se le había secado la garganta y llamó a su niño para que le acercara el barril, botijo de arcilla roja de Salvatierra, y tomándolo en alto dejó caer el agua por el Pichi (pito te) formando un arco hacia su boca, cuando terminó se limpió las gotitas sobrantes de la comisura de la boca con el dorso de la mano.
Prosiguiendo con la narración y situándonos en la gran cuesta que conocemos como Calle Carolina Coronado (antaño llamada el Caño), que al ser rebasada, al final (hoy calle el pozo) se hallaba otra elevación llena de rocas y de gran pendiente que descendía hacia el regacho y pozo Airòn, que cruzaba y dividía la vega, donde las garzas y otras aves acuáticas, caminaban entre los berros, poleos y juncos que estaban sobre las aguas de la laguna que se formaba, hoy avenida de la Paz.
ISABEL CORONADO ZAMORA
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