MARY Y SUS FANTASIAS INFANTILE

PUNTO DONDDE SE UNE EL RIO MATACHEL CON EL RIO GUADIANA.

Mari decía José, era la niña más linda que vino al mundo en los Antrines de Almendralejo.

Contaba que sus ojos eran alegres y cuando reía le salían, unos hoyuelos en los mofletes y su cabecita estaba llena de rizos de oro.

Su fantasía la hacia viajar a países lejanos, donde habitaba el príncipe, que aparecería para salvarla.

Sueños que tomaban vida en el pajar, refugio y donde era más fácil desarrollar su fantasía y no ser molestada.

Soñaba con el príncipe que entraría por la puerta de la cuadra de la casa de la abuela y la salvaría de que haceres, palizas y de riñas, que no comprendía, al sentirse buena y dulce.

Después de una reprimenda, haciendo pucheros se escondía en su castillo encantado que era el pesebre del pajar, donde se acostaba y se volvía invisible, para que nadie la viera.

Y dejar libre su fantasía y volaba sobre la estela de los sueños, que la depositarían en las cimas de las nubes, des donde podía contemplar, un lugar llamado Maravilla.

A Mari le gustaba compartir sus sueños, y vagar por el patio de la casa oliendo y acariciando plantas.

Y así la encontré un día y al llegar me invito a jugar con ella,
y esperar al príncipe que vendría a salvarla.
Con la inocencia de la niñez le pregunte, que donde estaba y ella con ojos soñadores respondió, que de un momento a otro con su corcel, entraría ha toda prisa con su caballo volador, y montada en su grupa, nos llevaría al país de una y mil una noches.

Como no lograba comprenderla, con gran esfuerzo por su parte, me subió en brazos al pesebre y luego lo hizo ella y nos tumbamos encima de la paja esperando al príncipe.

Pero nadie hacía acto de presencia. Si para Mari, donde en la pantalla de la imaginación, delante de sus ojos, se estaban proyectando imágenes soñadoras y divertidas, que lograron hacer llegar el sopor y detrás el sueño, que logro dormir a las niñas.
Siendo despertadas por unas manos que impidieron la oportunidad de conocer aquel príncipe Encantado que me quede sin conocer.

ISABEL CORONADO ZAMORA