ALMENDRALEJO HISTORIAS
POPULARES DE VIDAS ANOMIMAS
Las vecinas-os, en
tiempos pasados, la unión les llegaba a
ser una parte de la familia.
Se reunían, en aquellas
tranquilas tardes de invierno, en la cocina sentadas unas veces alrededor de la candela y otras en
la mesa camilla.
Los niños, mientras se
comía la merendilla; un bollo con una jícara de chocolate, o pan con mucho
miajón bien impregnado de aceite y el terrón de azúcar, encima del hoyo.
Atardeceres, donde no
había reloj, el tiempo pasaba tan lento que para que mirar el minutero del
despertador, de la mesilla que por la mañana temprano, sonaba escandalosamente.
Los niños, reunidos
mientras comían, la merendilla, sentados en el asiento de uncía de la silla,
que en dos patas la ponían apoyada en la
pared mientras se balanceaban, a veces esta cedía y se daban contra el
suelo, sufriendo chinchones y el
bofetones por no estar se quietos.
Llantina , que iba
cediendo, mientras se refregaban con los puños de las manso, los ojos, al oír en la emisora de radio Madrid (S:E:R) el programa, Perico Periquin y
Matilde, interpretado por Pedro Pablo Ayuso Matilde Conesa y Matilde Vilariño,
serial radiado muy divertido, que se emitía los martes a las siete y media o
las ochos de la noche. Una vez terminado, a la cama, las demas noches oír
cuentos o narraciones.
La buenas vecinas, compartía, problemas, necesidades y alegrías sí
las hubiera.
En la calle Divinos Morales, estaban la
familia Andito, una de sus hijas se llamaba, Enriqueta, los villas con sus
hijas Mari y Aleandra.
Familias que a veces, habitaban todas
juntas en la misma casa: abuelos, padres hijos y nietos ect.
Estaba los apodados Anditos, Roía, Catorce,
Bota, Maria la de Gonzalo, Pepa la de Joaquín Loza, Catalina la Bota, Frasca.
Los Riverina ect.
Las casas en estos tiempos, las paredes
medianiles de los corrales, se caían, unas veces se restauraban otras se
dejaban caídas y se remplazaba por tabla de cajas de pescado, para separar y no
ser visto el corral y el hoyo del estierco donde se echaba la basura y se
hacían, las necesidades y la paja vieja y suciedad de los animales.
Las cuadras, llenas de telarañas, las paredes
de tapias sin lucir y sin blanquear, y a veces en el medianil había un pozo de
agua salobre, usada para conservar las aceitunas.
La vida transcurría todos los días
prácticamente igual, la Navidades, lograba alterar la monotonía, al reunir
después de la cena, a familiares, vecinos y amigos, para cantar y tocar la
zambomba, mientras se tomaban, unas copita de anís, acompañadas con dulces y
papas de harina.
María la de Gonzalo, nombrada a sí por ser el
nombre de su marido, el cual se dedicaban a la compra venta de ganado y tenía
una carnicería, en la plaza de abastos,
su casa era la mejor de la calle, en la primera habitación, cosa no habitual en
aquellos años, había sillones, vivienda donde no faltaba de nada. Tenían cinco
hijos: Juan, Rosario, Mary, Periqui y Marcelino.
En la parte trasera de la casa, tenían
una gran variedad de animales: pichones, palomas, y un caballo.
Frasca la Bota, casada con Manolo,
primo de Manuela que siempre en las bodas de los hermanos de esta, le
ayudaba hacer los dulces para el festín.
CONTINUARA
ISABEL CORONADO
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