ALBERCA NUEVA DE ALMENDRALEJO
El salidero de la alberca
Vieja, convertido en regacho, atravesaba la vereda de malos Vinos y desembocaba
en la “Alberca Nueva”, cuya toma de varios metros de altura, más alta que la
Vieja, su construcción fue realizada en año 1910 para la primera feria de
ganado habida en Almendralejo el 24 de septiembre de 1911. Esta charca ocupaba lo que hoy es la avenida
de Goya.
En su margen derecha se
edificaron las trescientas viviendas, lugar que en el pasado fue una alameda de
eucaliptos más extensa a la que existe a día de hoy en el parque de las
Mercedes, construido en la orilla izquierda de la charca.
Los eucaliptos fueron plantados alrededor de 1915 y para no sufrir desmanes eran vigilados por un
guarda apodado el “Cabo”.
Siempre recordaré la
alameda de eucaliptos de la alberca, que desde la ventana de la casa de mi abuela
divisaba sus copas y en las placidas tardes de invierno.
cuando nos sentábamos
en la mesa camilla, muy juntitos unos con otros, comiéndonos sobre el pan de
“miajón” (miga) blanco el trozo de queso fresco con sabor agrio, oía llegar a
mi abuela por el pasillo, con su paso lento, firme, seguro y diciendo estáis
listos y se sentaba en aquella silla de madera fina y hondón de uncía muy bien
tejida que le regalara su Ama el día que se casó y empezaba a cantarnos
canciones, cuentos e historias llenas de misterios.
Mi sitio era el que estaba enfrente de la
ventana y mientras ella narraba mi imaginación se deslizaba hasta las copas de los árboles, el suave movimiento
de sus ramas parecían manos que estuvieran avanzando lentamente hasta nosotros,
el murmullo del viento chocando sobre sus hojas provocaba silbidos como si una
mano restallara un látigo sobre la corteza de su tronco, que al chocar en su
madera despidiera al viento contra los cristales de la contraventana, que
frágil temblaba sin querer dejarlo entrar, mientras mugía con rabia.
En una
ocasión fue tan fuerte el temporal, que en la década de 1960, estando sentados
en la camilla temerosos de las historias narradas, oíamos la madera de la
puerta de la calle crujir al ser abatida por el aire, que yo imaginaba como un
monstruo envuelto en una sabana blanca.
Cuando de pronto la contraventana saltó
de su marco y el viento entró sin freno como un torbellino girando por encima
de nuestras cabezas, cayendo a su paso el tabique de la habitación, abriendo la
puerta del patio y del corral, continuando aquel torbellino sin dejar de girar
por encima del tejado, cayendo la pared de la cuadra del vecino.
Sorprendente
fue que a ninguno de los presentes nos pasara nada.
Los eucaliptos de una de
las márgenes de la Alberca Nueva, a un permanecen en el parque de la Mercedes,
que fuera en el pasado una de las eras
más grandes del pueblo donde se trillaban los cereales y también donde
más se ha jugado y pasado miedo.
Cuando, a la Charca utilizada como abrevadero,
llegaban las vacas respingonas, que daban miedo con su
mirada fija que te llenaban de espanto.
El lugar era frecuentado también para
hacer columpios con una soga, que se colgaba de las ramas de los eucaliptos,
donde nos “remábamos” (balanceábamos). Sorprendidos en ocasiones y envestidos
por las vacas que los vaqueros llevaban todos los días a beber a la charca en
manada, era tanto el miedo que le teníamos a estos animales que corríamos
aterrorizados a escondernos en una casa en ruinas, próxima hoy a la asociación
de las Mercedes, que tenía un tramo de escalera en pie donde todos nos
subíamos.
A los pastores le debía divertir nuestro miedo y siempre decían, no
temáis, no hacen nada. Mi padre cuando se lo contaba me decía: “Contéstale que
a “bicho que no conozcas no le pises el rabo y el miedo es libre, cada cual
lleva el que quiere”.
En 1924 siendo alcalde Don Francisco Montero
de Espinosa y de la Barrera decide convertir la Alberca Nueva en estanque donde
se echan aves acuáticas y da permiso para pasear en ella con barcas, que unas
eran de propiedad privada y otras alquiladas en una fábrica de conos de vino,
propiedad de Juan Villa, en la esquina de las calles Abelardo Covarsí y Coronel
Golfín.
En estos años el alcalde mencionado quiso
hacer un parque donde hoy está el de las Mercedes. El proyecto no se hizo
debido a una gran tormenta que provocó una riada tan espectacular que fue
recordada durante años. Contaban que las “parvas” y haces de trigo de la era se
los llevó por delante arrasándolo todo y causando tal ruina y desánimo que se
dejó el asunto de hacer un parque.
Las riadas eran terribles se llevaban todo lo
que encontraban a su paso y con fuerza entraban en la alberca, que las frenaba
cuando no saltaban por en cima de su toma, y cuando esto pasaba era un espectáculo
aterrador o a mi así me lo pareció, cuando siendo niña lo presencié y vi el
agua llegar hasta cerca de la casa de mi abuela, en los Antrines hoy avenida de
América, inundando una fragua y halagando las primeras casas de la calle la
Fuente.
Cuando todo estaba en
calma por el aliviadero de la toma salía constantemente agua, formando un
caudaloso arroyo, en sus orillas mi “chacha Manuela” (llamadas así a las tías)
cogía Poleo, plantas olorosas y juncos, sus agua corrían claras debajo del puente de varios metros de altura
que hubo en la carretera de Fuente del Maestre, enterrado cuando el lugar se
rellenó.
Este regacho conocido por Airón atravesaba la hoy avenida Miajadas,
cruzaba la carretera Aceuchal debajo de un puente de un solo ojo y bastante
elevado, a la altura de las cuarenta y cuatro viviendas, tapado cuando el lugar es nivelado y se
canaliza el arroyo continuando por el
margen izquierdo de la avenida de la Paz.
Me contaron que en este lugar hubo
una bodega, cuando se dispusieron hacer en ella un pozo no lograron encontrar
venero e idearon hacer un canal, más bajo
que fuera a este regacho y así el agua por su peso fuera a el pozo de
dicha bodega, llenándose de agua del arroyo, hoy canalizado y tapado.
ISABEL CORONADO
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