Mi pequeña historia de Almendralejo

sábado, octubre 17, 2015

ALBERCA NUEVA DE ALMENDRALEJO



El salidero de la alberca Vieja, convertido en regacho, atravesaba la vereda de malos Vinos y desembocaba en la “Alberca Nueva”, cuya toma de varios metros de altura, más alta que la Vieja, su construcción fue realizada en año 1910 para la primera feria de ganado habida en Almendralejo el 24 de septiembre de 1911.  Esta charca ocupaba lo que hoy es la avenida de Goya. 

 En su margen derecha se edificaron las trescientas viviendas, lugar que en el pasado fue una alameda de eucaliptos más extensa a la que existe a día de hoy en el parque de las Mercedes, construido en la orilla izquierda de la charca.

Los eucaliptos  fueron plantados alrededor de 1915 y  para no sufrir desmanes eran vigilados por un guarda apodado el “Cabo”.

Siempre recordaré la alameda de eucaliptos de la alberca, que desde la ventana de la casa de mi abuela divisaba sus copas y en las placidas tardes de invierno.

 cuando nos sentábamos en la mesa camilla, muy juntitos unos con otros, comiéndonos sobre el pan de “miajón” (miga) blanco el trozo de queso fresco con sabor agrio, oía llegar a mi abuela por el pasillo, con su paso lento, firme, seguro y diciendo estáis listos y se sentaba en aquella silla de madera fina y hondón de uncía muy bien tejida que le regalara su Ama el día que se casó y empezaba a cantarnos canciones, cuentos e historias llenas de misterios.

 Mi sitio era el que estaba enfrente de la ventana y mientras ella narraba mi imaginación se deslizaba hasta  las copas de los árboles, el suave movimiento de sus ramas parecían manos que estuvieran avanzando lentamente hasta nosotros, el murmullo del viento chocando sobre sus hojas provocaba silbidos como si una mano restallara un látigo sobre la corteza de su tronco, que al chocar en su madera despidiera al viento contra los cristales de la contraventana, que frágil temblaba sin querer dejarlo entrar, mientras mugía con rabia.

 En una ocasión fue tan fuerte el temporal, que en la década de 1960, estando sentados en la camilla temerosos de las historias narradas, oíamos la madera de la puerta de la calle crujir al ser abatida por el aire, que yo imaginaba como un monstruo envuelto en una sabana blanca.

 Cuando de pronto la contraventana saltó de su marco y el viento entró sin freno como un torbellino girando por encima de nuestras cabezas, cayendo a su paso el tabique de la habitación, abriendo la puerta del patio y del corral, continuando aquel torbellino sin dejar de girar por encima del tejado, cayendo la pared de la cuadra del vecino. 

Sorprendente fue que a ninguno de los presentes nos pasara nada.
Los eucaliptos de una de las márgenes de la Alberca Nueva, a un permanecen en el parque de la Mercedes, que fuera en el pasado una de las eras  más grandes del pueblo donde se trillaban los cereales y también donde más se ha jugado y pasado miedo.

 Cuando, a la Charca utilizada como abrevadero, llegaban  las  vacas respingonas, que daban miedo con su mirada fija que te llenaban de espanto. 

El lugar era frecuentado también para hacer columpios con una soga, que se colgaba de las ramas de los eucaliptos, donde nos “remábamos” (balanceábamos). Sorprendidos en ocasiones y envestidos por las vacas que los vaqueros llevaban todos los días a beber a la charca en manada, era tanto el miedo que le teníamos a estos animales que corríamos aterrorizados a escondernos en una casa en ruinas, próxima hoy a la asociación de las Mercedes, que tenía un tramo de escalera en pie donde todos nos subíamos. 

A los pastores le debía divertir nuestro miedo y siempre decían, no temáis, no hacen nada. Mi padre cuando se lo contaba me decía: “Contéstale que a “bicho que no conozcas no le pises el rabo y el miedo es libre, cada cual lleva el que quiere”.


 En 1924 siendo alcalde Don Francisco Montero de Espinosa y de la Barrera decide convertir la Alberca Nueva en estanque donde se echan aves acuáticas y da permiso para pasear en ella con barcas, que unas eran de propiedad privada y otras alquiladas en una fábrica de conos de vino, propiedad de Juan Villa, en la esquina de las calles Abelardo Covarsí y Coronel Golfín.

 En estos años el alcalde mencionado quiso hacer un parque donde hoy está el de las Mercedes. El proyecto no se hizo debido a una gran tormenta que provocó una riada tan espectacular que fue recordada durante años. Contaban que las “parvas” y haces de trigo de la era se los llevó por delante arrasándolo todo y causando tal ruina y desánimo que se dejó el asunto de hacer un parque.

 Las riadas eran terribles se llevaban todo lo que encontraban a su paso y con fuerza entraban en la alberca, que las frenaba cuando no saltaban por en cima de su toma, y cuando esto pasaba era un espectáculo aterrador o a mi así me lo pareció, cuando siendo niña lo presencié y vi el agua llegar hasta cerca de la casa de mi abuela, en los Antrines hoy avenida de América, inundando una fragua y halagando las primeras casas de la calle la Fuente.

Cuando todo estaba en calma por el aliviadero de la toma salía constantemente agua, formando un caudaloso arroyo, en sus orillas mi “chacha Manuela” (llamadas así a las tías) cogía Poleo, plantas olorosas y juncos, sus agua corrían claras  debajo del puente de varios metros de altura que hubo en la carretera de Fuente del Maestre, enterrado cuando el lugar se rellenó. 

Este regacho conocido por Airón atravesaba la hoy avenida Miajadas, cruzaba la carretera Aceuchal debajo de un puente de un solo ojo y bastante elevado, a la altura de las cuarenta y cuatro viviendas,  tapado cuando el lugar es nivelado y se canaliza el  arroyo continuando por el margen izquierdo de la avenida de la Paz.

 Me contaron que en este lugar hubo una bodega, cuando se dispusieron hacer en ella un pozo no lograron encontrar venero e idearon hacer un canal, más bajo  que fuera a este regacho y así el agua por su peso fuera a el pozo de dicha bodega, llenándose de agua del arroyo, hoy canalizado y tapado.

ISABEL CORONADO

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