Mi pequeña historia de Almendralejo

sábado, enero 09, 2016

SENTIMIENTO DE TIERRA



La fuente del amor, lugar de mi tristeza, mi regalo mi cielo,  extendida sobre la estirpe, corriente de un arroyo,  sentimiento  que camina por padrones colmados de tierra roja, que se siente en la suela de unas botas áridas,  que caminan hacia los collados donde  divisar un mar de olivos, navegando con sus velas al viento, queriendo llegar y alcanzar el horizonte.

Sembrados donde las semillas alojadas en los granos de la tierra llenas de  sentir, sobre sentimientos pedidos, en una senderos que los labradores de antaño lucharon por conseguir ventajas.

 Amarguras de contiendas, por ver esa realidad que es el estío, que les llevo hacia los lugares de un campo, que se alcanzaba  la vista sobre mesas de tierras extendidas por los senderos de un mar tan extenso, que hiciera falta bergantín.

 Conocer labradores que patean la comarca y a un a si no conocen todo el termino, sembrado de vides y olivares.

Solo el jornalero de antaño conocía el termino y contornos, ávido por buscar la vida como cazador en tiempo de escaseces.
 Tierra que esta llena de historia en cada recodo de camino, risco que extendidos  por las tierras labras, deseos que la mirada del caminante se pare sobre piedras blancas de mármol, maltratadas que un día ornamentaron, bellas estancia, dando forma a busto, que quedaron caídas y mal heridas, convertidas en guijarros.

La música del viento lo llevo con su zurro, con botas ásperas de labrar la tierra, esperando en la piedra del camino, sin ver el pueblo ni el camino que no tiene tiempo ni estación.

Amores que volvieron parando al pie de  arboles al volver la vista infantil, de un verano, cansado de no ver una flor  en aquel lugar apeaderos de amores olvidados en una tierra que fiel al lecho de espera,  mirando, sin saber que mas daba,  sin saber mirar ni oír ni sonrisa.

 lugareños sin camino,  ni barco para navegar, en una tierra sin rió,  dejando de crecer y menguando de  amor a la tierra, que le sonrió y dejo que su cara se ajara, se convirtiera en el zurrón alojo de las botas, que esperan sobre la barranca del camino queriendo ver a lo lejos el pueblo sobre el mapa, de una tierra tan extensa  que la vista se duerme y cansa por alcanzar su horizonte.

Vamos caminando sobre la cuesta donde estamos y al fondo la torre que navega sin rumbo, mecida por las vistas de la bruma.

Que la quietud de aquel eucalipto que esoconde lo que fue y quedo de un lugar olvidado, sediento de aquel desierto de alcornocales .

ISABEL COROANDO

0 Comments:

Publicar un comentario



<< Home