UN SENDERO EN TIERRA DE BARROS
Quisiera ser hojas de vides sobre cepas desgreñadas mientras esperan ser podadas de sus sarmientos, llamando a ser vista, hace reír a la mano que la acariciar mientras mira con sus plegarias, llevar al limite del cielo donde la vista alcanza el anochecer, junto aquel nublado vagabundo que rodando va en busca de historias, que vuelan por las profundidades de los pensamientos del labrador.
Que va caminando, viendo el horizonte con ojos, de navegante, que se fue sin saber el sentir de las teclas de un piano, dando un sentido al querer agarrar el cariño.
No podría ver a Dios sin saber donde están las nubes, que se fueron dejando la lluvia que hizo brillar la felicidad sobre el tesoro que dejo sobre los arroyos, de una vida que corrió, buscando las orillas sin sentir el rumbo de la corriente, que apretaba la desesperación que el cielo con el sol iluminaba.
Sueños dejados sobre el barranco de la vida, que cuesta abajo se fue, sobre los puntos de vistas que la belleza fue dejando un campo, un mundo y lugar esplendido.
La belleza se gasto, esperando que el amor, que dio color a la tierra, haciendo sentir y brillar, el camino, que se entendía hacia el horizonte llenos de cepas.
Camino hacia un destinos, donde el teclado de las casualidades, va marcando pausas y uniendo letras, que se resisten a expresar, sentimientos, llenos de sentidos desportillados, que corriendo van una detrás de la otra, ansiosas por alcanzarse y formar la palabra, que da sentido a una escritura, que toma de referencia un valle, donde el rojo de su tierra hace a los "HABITANTES ACALORADOS, FUERTES DIFERENTES
.
Prados donde la lluvia hace brillar el verdor, dejando la vistas en los collados, donde las colinas parecen caminar, buscando la esquina del camino donde la música de la lluvia, dejo un sueño encima de la almohada de un pie de olivos, que pudiera alcanzar las montañas y su cima, posándose sobre el prado de su cumbre.
Amores que la tierra da con la vista: sus sierras extendidas, se pierden para dormitar viendo el vuelo del alcon, que busca la oquedad, para anidar, sintiendo la música del viento, al chocar, con risco.
Sintiendo la tierra, bajo los pies, que se esfuerzan por divisar, mientras los pensamientos del la figura, hace cabales al ver el alcornoque centenario, negándose a dejar sus raíces y agarrase en las rocas desgarradas de un monte herido por la erosión, navegando sus ramas, hacia los cielos, que fueron la cuna del águila rapaz.
ISABEL CORONADO
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