Mi pequeña historia de Almendralejo

miércoles, enero 06, 2016





UN SENDERO EN TIERRA DE BARROS

Quisiera ser hojas de vides sobre cepas desgreñadas mientras esperan ser podadas de sus sarmientos, llamando  a ser  vista, hace reír a  la mano que la acariciar mientras mira con sus plegarias,  llevar al limite del cielo donde la vista alcanza el anochecer, junto aquel nublado vagabundo que  rodando va en busca de historias, que vuelan por las profundidades de los pensamientos del labrador.

 Que va caminando, viendo el horizonte con  ojos, de navegante, que se fue sin saber el  sentir de  las teclas de un piano, dando un sentido al querer  agarrar  el cariño.

 No podría ver a Dios sin saber donde están las nubes, que se fueron dejando la lluvia que hizo brillar la felicidad sobre el tesoro que dejo sobre los arroyos, de una vida que corrió, buscando las orillas sin sentir el rumbo de la corriente, que apretaba la desesperación que el cielo  con el sol iluminaba.

 Sueños dejados sobre el barranco de la vida, que cuesta abajo se fue, sobre los puntos de vistas que la belleza fue dejando un campo, un mundo y lugar  esplendido.

La belleza se gasto, esperando que el amor, que dio  color a la tierra, haciendo sentir y brillar, el camino, que se  entendía hacia el horizonte llenos de cepas.

Camino hacia un destinos, donde el teclado de las casualidades, va  marcando pausas y uniendo  letras, que se resisten a expresar,  sentimientos, llenos  de sentidos desportillados, que  corriendo van  una detrás de la otra, ansiosas  por alcanzarse y formar la palabra, que da sentido a una escritura, que toma de referencia un valle,  donde el rojo de su tierra hace a los "HABITANTES ACALORADOS, FUERTES DIFERENTES
.
 Prados donde la lluvia hace  brillar el verdor, dejando la vistas en  los collados, donde las colinas parecen caminar, buscando la esquina del camino donde la música de la lluvia,  dejo un sueño encima de la almohada de un pie de olivos, que pudiera alcanzar las montañas y su cima, posándose sobre el prado de su cumbre.

Amores que la tierra da  con la vista: sus sierras extendidas, se pierden para dormitar viendo el vuelo del alcon, que busca la oquedad, para anidar, sintiendo la música del viento, al chocar, con risco.

 Sintiendo la tierra,  bajo los pies, que se esfuerzan por divisar, mientras los pensamientos del la figura, hace cabales al ver el alcornoque centenario, negándose a dejar sus raíces y agarrase en las rocas desgarradas de un monte herido por la erosión, navegando sus ramas, hacia los cielos, que fueron la cuna del águila rapaz.

ISABEL CORONADO

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