SIESTAS EN TIERRA DE BARRO
ALBERCA NUEVA QUE PRIMERO FUERA UNA GRAN LAGUNA DONDE DESEMBOCABAN LAS AGUAS DEL ARROYO CHARNECAL CON AGUAS DEL ARROYO PALOMINO, PIZARRILAS Y OTRO MAS.
Siempre cuando viene el verano con el calor recuerdo los veranos de los años de mi niñez aquellos de barril y abanico.
Siestas interminables donde por narices había que dormir, acompañada muchas veces de zapatillazos que picaban en las nalgas y la paliza te hacía llorar de tal forma que el sofocón te hacia dormir.
El miedo al Sacamantecas aquel que salia por las siestas para cazar niños meterlos en saco y sacarle las manteca.
La siestas en silencio, la cortina de tela en la cocina moviéndose y batiendo al montón de moscas que acampaban a su alrededor, el olor a sequedad y a estiércol que entraba por la puerta del patio.
Silencio, solo alterado por un mosquito que buscaba sangre y se agarraba al cuerpo mas dormido y relajado.
De pronto un ruido en la calle, perros ladrando en la lejanía, roces de pasos en la calle, el corazón palpitaba tan intensamente, que te hacia sudar tanto que tu cuerpo se bañaba en sudor.
Te agazapaba querías volverte invisible, pensabas - habrá cerrado la puerta de la calle con llave o tan solo estará encajada o sujetada con una silla.
Silla que sentías como se iba deslizando empujada por la puerta, de pronto en la oscuridad del pasillo se iba abriendo un filo de luz, cada vez mas grande y una sombra a largada, que se iba acercando a la puerta de la habitación y se quedaba delante de ella .
El miedo hacia que los sentidos tomaran forma, que quisieras tener alas para bolar del lugar y pasa por encima del monstruo que estaba delante de la puerta.
De pronto se oí en la lejanía una campanadas del reloj de la torre de la iglesia, informando a los vecinos la hora del día.
La sombra se movía, tomaba forma se iba introduciendo en la habitación, sin que los demás se dieran cuenta, solo tu la percibía, respirar, sus roces eran escalofriantes.
El miedo daba lugar a imágenes de secuencias contadas de crímenes del Saca Manteca, que entraba en las casa y se llevaba a los niños.
De pronto sentí que algo se ponía encima del brazo que debajo del embozo de la sabana garraba para esconder la cara y ser invisible.
Sacando el miedo al exterior de la garganta salio un chillido tan penetrante que toda la casa y sus moradores se despearon llenos de susto, pidiendo explicaciones de tanto jaleo que había sido producido por Canelo el perro de la casa que había ido a espabilar a los niños de la siesta y poder salir con ellos a la era y jugar juntos.
ISABEL CORONAPDO
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