LA ESCUELA UNA ÉPOCA
VISTA AÉREA DE ALMENDRALEJO --CAMINO RIVERA´-- HOY ORTEGA MUÑO-
La escuela era para no recordar, pocas personas de mi edad puede recordar la con gratitud.
Siempre había una líder, que tomaba este puesto sin saber, porque desde niña sabia darle a la profesora el arte que ella quería y a si se la iba ganando, era la que siempre estaba dispuesta ante la señorita, para hacer todo lo que ella precisara, que iba desde encenderle el brasero, hasta rascar le la espalda.
Dando le gracia de no ser la la preferida, pues me daba asco aquella persona sebosa, de risa mellada.
No recuerdo con gratitud a ninguna profesora que me diera ganas de asistir a la escuela.
Me enseño mi padre a leer después de un año asistiendo a la escuela, lo que mejor aprendí fue del catecismo --Ser cristiano es ser discípulo de cristo-- esto me lo sabia de memoria, nunca pase de hay.
Esto me supuso delante de mi señorita mucho disgusto, delante de mi padre hombre liberal, de ideas distinta a las que la sociedad imponía en estos años, que cuando llegaba su niña de su vida y le preguntaba que has aprendido hoy en la escuela, la tomaba de la mano, la sentaba y muy solemne, me puse delante de él y con el brazo en alto, empece a cantar "el cara al sol" - el hombre fue poniéndose de todos los colores e impotente, me tomo lentamente de la mano y me saco al patio me sentó sobre unas piedras y se sereno.
Y me dijo palabras que una niña no comprendía, daban miedo como lo contaba, los años me hicieron comprender que aquella canción, no era bonita y que había personas que mientras eran asesinadas le ponían esta canción como un sin bolo.
La escuela era un algo que todas las mañanas una campana tocada por una niña que madrugaba mas que ninguna, haciendo la sonar, alertaba ha todo el barrio la entrada en la escuela.
Bebiendo rápido el café con chicoria, migando en él miajon blanco del pan. Los calcetines asomando muchas vece tomates (calcañares) sobre zapatos en chancletas mal abrochados.
Salias a correr con rapidez para llegar a la hora de entrada, subiendo las escaleras y vas viendo ha todas las niñas, muy bien alineadas, frente a la capilla delante, de la virgen de Fatima, que había que rezarle a la entrada y salida, mientras una niña tenia en alza una bandera de España y todos los día se cantaban cara al sol y el himno de España al llegar. Una experiencia, entrabas en la clase ya con miedo.
Había aprendidos a leer cosa que la profesora no comprendía, pues había tres cursos, en los que te tirabas en cada uno de ellos dos o tres años, mezclados los que sabían, con los que menos sabia, un lió que anulaba a los niño.
Cuando pase al segundo curso, donde estaban mezcladas, edades diferentes, de niñas espabiladas, que te decían cosas que no entendían, de sabiondas, que la inocencia la hacían despertar horrorizada.
Se aprendía poco en cultura, pero si en cosas que no eran necesaria y por no ser rara y querer ser amigas de las preferentes tenias que aguantarlas.
Para poder adquirir nivel y aprender saber mas, los profesores daban clases particulares, que habían que pagar, en aquellos años en que se le daba poca importancia a el saber inalcanzable.
Hay se esmeraban y se aprendía algo más mientras se pagaba religiosamente.
Mi padre los concepto de la matemática no lo había aprendido de nadie, sabia lo que con sus esfuerzo había aprendido y desarrollado y no muy buenos para enseñar a un niño.
Quedaron en mi mente, aquello de las unidades de los millares y billones, me enseño la tabla de multiplicar cuando en la clase iban por la de sumar.
Y aquí pasaba mi suplicio, que mi padre decía que la tabla de sumar no era necesaria, que para eso estaban los dedos para contar y no me la enseñaba si la de multiplicar que me gustaba sobre todo la del cinco.
Cuando llegaba al colegio me preguntaban por la tabla de suma, no me la sabia, me quedaba aterrada, muda como si la garganta se hubiera paralizado, imposible de responder, me castigaban , la profesora me paso al otro curso sin saber que yo sabia la tabla de multiplicar te pasaba al otro curso cuando el cupo de la clase estaba cubierto, en la otra hacia falta sin saber que nivel tenían los niños.
Fue bueno cuando mi padre me llevo a la biblioteca del Obrero Extremeño,--- me dijo coge el libro que quiera-- me dejo ante una librería inmensa, llena de libros mientras el tomaba el un tomo de la historia universal, que el sueño y cansancio de sus tareas, hacia que no pudiera nunca terminar de leer.
Aquellos tomos que el pobre encargado de la librería, cuando pasaban los quince días, que daban a menos, que fueras a decir, que pedías mas tiempo, el pobre hombre iba a recogerlo.
Ante aquellas estanterías inmensas, me quede atónita, imposible de alcanzar ninguna, como la balda de la estantería estaba en bajo, me fije en un libro casi oculto, sin saber bien, viendo que mi padre acababa, tome el primero que me vino a mano.
A si tuve la gran suerte de leer con apenas 13 años --La Colmena de Camino Jose Cela-- obra que en aquellos años estaba muy discutido leerla y no se como estaba en una biblioteca de estas características.
La verdad que no es la mejor lectura para una niña de corta edad, pero fue soberano cuando mi padre viendo mi interés por la lectura, le llamo la atención y dijo --voy echarle un vistazo, como ya la había leído, yo solo me dijo la próxima vec es mejor que cojas cuentos de Caperucita, a lo que le conteste pues ya no voy mas.
Mi padre era un tipo muy adelantado, a si me mando el profesor que me comparar el enciclopedia 1º grado de Albares.
Fue a la librería de Dolores Amados, pido el enciclopedia mas adelantado que hubiera, mientras yo le decía que no que ese no, pero nada un drama cuando le enseñe al día siguiente a la profesora el libro y me dijo este no vale.
Y un jamón, cuando llegue a casa, mi madre que estaba lavando en la panera me recibió, diciendo que tal con el libro,-- le respondo- no vale, como con 26 pesetas que ha costado, como no va a valer, pues de que venga, no se que va a pasar con tu padre, pero si te digo una cosa este libro es el que tiene a si que arregla telas.
Mi padre había tenido, la feliz idea de poner mi nombre en la primera hoja, para que nadie me lo sustrajera.
Mi madre, me mando a la librería, la mujer lo vio escrito, fue tan cruel, in compresiva pues defendia su negocio y con los años comprendes las cosas.
Salí a correr, deje el libro en el mostrador, fue mi padre a por el, luego a la escuela, diciendo le a la profesora-- usted dirá lo que que quiera, pero lo que hay en este libro es lo que tenían que saber con esta edad a si que yo a mi hija no le compro ningún otro.
Que suplicio, con un libro diferente al de todas las compis, sin que la profesora te hiciera caso, como un cosa rara en la clase, sin amigas pues las compañeras tenían que irse a favor de las que eran las lideres que eran las preferidas de las señoritas.
Por las noches mi padre me aba las lecciones del libro, que había comprado, el a su manera sin comprender a mi padre ni la a la profesora.
Un sufrimiento, aquellas noches que temía, teniendo que estudiar y aguantar a mi padre, mientras mi abuelo decía-- déjala ya que quiere jugar al parchís-- nada que pesadilla infantil, para hacer una película.
Temía la mañana para ir a la escuela, la noche para estudiar con mi padre, lo que por la mañana era azul por la noche era rojo.
A veces tenia la necesidad de salir acorrer por un camino, irme a las montañas donde poder estar lejos de un mundo donde me sentía atrapada, como tantos niños, en sucesivas épocas.
Los padres nunca hacemos bien las cosas, las complicamos, por querer tanto, debiéramos salir fuera de nosotros.
A veces los de fuera conocen mejor a nuestros hijos que nosotros, descubriendo un día de pronto que son grandes desconocidos para nosotros.
ISABEL CORONADO.
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