AQUELLOS VERANO
En esta parte de la calle real, según se bajaba estuvo la sastrería de fama del llamado popularmente Pico Roto, apodo dado porque a este señor el labio lo tenia un poco partido, a continuación estuvo en sus principios el colegio de Santo Ángel, a continuación La fabrica de Caramelos Velascos, seguido del comercio textil de Loza, la droguera de Fernandez y ferretería de Medel el Chico que daba para dos calles
¿Cómo eran Los veranos en
el pasado? Corramos esa fina sabana que tapa recuerdos acumulados con los años
y aparecerán tiempos donde los habitantes del pueblo aguantaban el calor
aireándose con abanicos, con el agua fresca en basada en barriles (botijo) y cantaros
de arcilla, que eran colocados en cantadera de maderas puestas en el rincón más
oscuro y fresco de la cocina.
Para el agua se
utilizaban Vasijas de barro cocido,
compradas a los alfareros de Salvatierra, que sobre los lomos de borriquillos
colocaban unas jarillas en formas de redes donde transportaban su mercancía
para ser vendida por los pueblos de los contornos.
Hombres de recia cara cutidas por el sol de
los caminos y manos ásperas de luchar con el barro y el torno para lograr
recipientes, vendidos por ellos mismos por toda la zona de barros.
En el verano en una calle
podías encontrar diversos vendedores: estaba el hombre que andando o montado en
una bestia venía desde Aceuchal a vender ajos a Almendralejo.
Colocándose sobre sus
hombros varias ristres y entraba en las calles boceado (ajos vendo buenos y
castaños) avisando que estaba con su carga como cada año, para que (clientas)
asiduas los compraran para las matanzas ect. Había un refrán que decía “El
dinero debía ser como los ajos par el año”
Las calles se llenaban de niños bulliciosos y
las vecinas se quejaban y salían a reñirles cuando estos se apoderaban de sus
puertas.
Sentado en la cera a la sombra, hasta que iba siendo comida por el
sol. En los umbrale, formaban corros en el suelo, jugando al “Candaje” o lo que
tocara, las niñas a las casitas y haciendo muñecas de trapos, vestiditos con
trocitos de telas que les pedían a modistas o a las madres o recortando
magiquitas (recortables de papel con
figuras de muñecas con trajecitos).
Pero las chiquillas desde
pequeñas tenían que ayudar a las madres, desde ir a los mandados, fregar loza,
barrer y atender a los hermanos pequeños que en el cuadril escarranchados los
llevaban con ellas, participando en sus juegos.
Los barones estaban dispensados en las tareas domésticas,
eso sí empezaba a trabajar a edad
temprana y pasaban rápidamente de la inocencia de la infancia a la picaresca de
la supervivencia.
El verano con su calor,
la vida se hacía más en el exterior, a
la hora de la siesta el silencio reinaba en las casas, todo el mundo dormían,
las calles eran las de un pueblo fantasma, donde solo se veían caminar por ella
perros callejeros, (vagabundos) que con boca a vierta y babeando se les veía a
los pobres animales caminar, rozándose por las pares para aprovechar mejor la
sombra evitando el sol, buscando agua para beber y comida ambas cosas escasa.
Para lograr que la
chiquillería durmiera la siesta se les contaban cuentos y se les hablaba de
personaje que raptaban a los niños para sacarle la manteca (el saca manteca)
que durante las siestas vagaba por las calle, luego estaba la terrorífica,
nunca vista, si imaginada “Mano Negra”. El tío del saco personaje con el que
lograban reducir y hacer dormir a sus proles.
El miedos, era usados
como protección y así el terror se clavaba en las caras infantiles. Temor que
iba aferrando a lo largo de sus vida, haciéndose fuerte con el famoso dicho
“que van a decir las gentes” y el temor a caer en boca, como se decía,
provocaba agobio al tener que dar explicaciones de todo, que a veces era en
vano.
Al atardecer en las puertas de las casa salían
las vecinas hacer labores, los tema de conversar eran diversos, sobre todo el
de la decencia, los de la honra, que era
sagrada
Había que guardarla como
decía el dicho “El buen paño en arca cerrada se guarda”.
Una vez que unas pequeñas
de tanto oír hablar, no sabiendo su significado de lo que escuchaba, pensaron que la honra era la manta de su
padre, que su abuela le regalo cuando se casó, con sus iniciales bordada por
“Mariana” y que celosamente era guardada en el arca, con romero y otras hierbas
para alejar las polillas y que solo era sacada en la romería, colocada sobre el
lomo de la mula, dando categoría, pues no todos tenían o si la tuvieron la
necesidad de no pasa frio la había hecho desaparecer.
En la casa los hombres
estaban exentos de tareas domésticas, eso si, se iban despojando de la ropas y calzado, sin miramiento de que todo
estuviera ordenado. En verano había que tenerle lista la jofaina llena de agua
en el palanganero, al sol para que estuviera templada y la toalla limpia que
dejaban como un cristo.
Se sentaban en la mesa y
sobre ella, estaba todo colocado y las mujeres pendientes de ellos, aunque
ellas tuvieran otros trabajos fuera y llegaran exhaustas, había que servir a
los barones de la casa.
Pero en las cálidas noches, los vecinos salían asentarse a la
puertas de la calle a tomar el fresco y conversar unos con otros sin más luz
que las estrellas y la luna o la luz de la esquina, los crios en cuanto veían
reunidos a los mayores dejaban sus juegos, sentando se a escucharlos, si la
conversación era algo picante se miraban los mayores y se decían “ hay ropa
tendida” evitando hablar del parto de la vecina, según ellos los niños y
jóvenes y solteras no debían escuchar estas conversación, aunque la solterita
fuera mayor.
Veladas de dinámica
conversación donde abundaban cuentos, leyendas, refranes y dichos populares y
no por eso ningún tiempo pasado fue mejor si diferente y bueno de conocer.
ISABEL CORONADO ZAMORA
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