Mi pequeña historia de Almendralejo

miércoles, julio 30, 2025

 


                                                           En la lejanía

                                                  


     Los encuentros en la lejanía como las olas en el horizonte.

 Cuanto se fue y se vino a mis brazos siento puntos lejanos, calmado por las mareas que van llenando la orillas de los brazos que salen a nuestro encuentro.

Pienso en los pasos qué quedaron calmados sobre la arena de una playa olvidada intentando corre al encuentro de aquella caricias que se fueron alejando en aquellas puestas de sol sobre  palabras y caricias .

No se puede alcanzar las nubes como el avión, imagina que triunfando alcanzarlas y vuelve a salir a una realidad de un día el amor.

Por que el perdón esa palabra que es una ilusión sobre esos abrazos de perdón.

Que fue  aquellas  palabras que caminaban a mi encuentro buscando un sitio entre otras muchas.

La estupidez de un perdón que soñamos y te agarras a el cielo y la tierra.

Como caminar sin sentir una orilla que se aleja, se mece en nuestros puntos de encuentro.

Aquí vengo, el cielo se expanda, sin ver las palabras que se fueron, ternura si ese día, cuando te encuentres, mas sin sueños de enredaderas liadas a mis palabras, sin ver las entradas de la luna navegando sobre mi.

Días sobre el ocaso de la puesta de sol.

Se van tan rápidos como el sueño sin ver la luz de mis pensamientos.

Palabras que fueron todo si no estas con migo.

Que fue del ayer sin nunca un ramo en mis manos, si te hablo y te acaricio la tarro se ilumina sin luz sobre el reloj, que navega sobre mis almohada.

Ver el día sin ver la noche, como caminar sin caminos.

Los años son un circulo que empieza con notros y se cierra con nuestra ausencia.

Mañana seremos un anillo colgado en el tiempo, que otros tal vez miraran o olvidaran sin pensar que estuviste, en el circulo de la vida.

Que engañoso todo, hacernos creer distintos, luchar por la eternidad, que es la de otros, que tambien serán engañados por este profeta.

    Que hizo el mundo tan perfecto y tan único, siempre él mismo, como un arete empezara y terminara con nosotros y vuelta empezar, con odios, guerras envidias, dinero, poder y vuelta, siempre es igual un planta con raíces que renace en el vientre de una mujer.

ISABEL CORONADO 





lunes, julio 14, 2025

Juan Zamora Gómez 


Mi abuelo Juan Zamora Gómez, Mozo de mula de los de renombre y buena persona, a caminar por el mundo de la nuevas tecnologías.  Siempre decías lo que conoceréis que  no veré.


Siempre recordare aquella calle como la mejor etapa de mi niñez, por lo cual necesitare tiempo para cortar tantas cosas que se agolpan en mi memoria.

Si cierro los ojos veo el día, en que unas primas que habían venido de la capital con maquinas de fotografiar, nos sacaron a mi abuelo y a mí a la puerta de la calle, para hacernos a los dos una foto, para ello mi madre le saco de la cómoda un traje negro con gran olor a alcanfor, también el sombrero de copa alta como eran antiguamente en esta zona. Aquel día recuerdo que me hicieron más fotos, una con mi tío Antonio muy graciosa pues me pusieron una piel de chivo cubriendo me el cuerpo, mientras se hacían las fotografías, las risas y bromas eran abundantes, a veces pienso que si pudiera meterme dentro de esta foto encontraría a tantos seres que se quedaron en el camino de la vida.

Vería a mi madre llena de juventud e ilusiones preparando la cena en aquella vieja cocina de adobe que le había construido mi padre, tan pobre era la casa que ni fogón tenía. Recuerdo que me gustaba meterme con ella al calor de la lumbre, hacia tanto frío en ella en invierno, el aire entraba por las rendijas de las tablas que hacia de puerta y por las cañas del tejado, el viento se había llevado las pocas tejas y cuando llovía, tenia que guisar con paraguas, mi madre me cogía las manos y me las metía dentro del agujero de la nafre y me decía, deja las a la entrada no las introduzcas mas adentro que te puedes quemar, pero una vez el brillo de las brasas me llamarían mas la atención que las introducid hasta dentro, sufriendo quemaduras, recuerdo la cara de espanto y miedo de mi madre por la negligencia cometida.

En la vivienda, cuando llovía las cañas del tejado y las tejas tenían tantos claros que la lluvia se colaba y caía dentro de la casa como si estuviera en la calle para no mojarnos, mientras dormíamos tenias que poner paraguas en las camas y llenar toda la casa de cacharros para que cayera el agua en ellos, esto le hacia mucha gracia a la prima de Madrid, que también pasaban penurias en la capital, pero eran menos y esto no lo veían en su destartalado, viejo y con olor a pís de gato del calle de Divino Valles en el paseo de las Delicias. Recuerdo que eran niñas muy limpias de piel blanca, bien habladas y educadas, eran cariñosas y siempre que venían al pueblo nos traían obsequios llamativos que eran admirados y sanamente envidiados por vecinos y amiguitos, eran chucherías, pues ellas no se podían permitir muchos excesos, de ahí cuando se iban a la capital, mi madre y familiares le llenaban de viandas la maleta de madera forrada con tela a rallas y color caqui para que en el transbordo de un tren a otro no se rozara.





ISABEL CORONADO