Mi pequeña historia de Almendralejo

lunes, diciembre 15, 2025

,SONIDOS 



Sonidos que empiezas tu,  una vuelta al instrumento que enseñas que te ha tocado.

Haber cuando los sonidos son absorbidos, cuando sabes la alegria que cual es la misión imposible que tu entiendes.

Pare imposible lograr que una melodía toque tambien, que las ganas de disfrutar , sin emitir la fuerza de los sonidos .

Los años que van cumpliendo, notas de  sonidos increíbles que la sensibilidad une y otra ves, toca sin los atentos de saber que hace.

Sin saber el bailes de una noche que intentas pedir,   un clavel que traes las olas de los sonidos , cuando  no sabe coger los acordes de un sonido, de las hojas de un libro, al ser pasadas con el la yema de tu índice, haciendo situar el marca paginas de tu vida.

Suerte de lograr pasar el giro de un paño que vuela sobre ti.

La bayeta de la vida que en volandas de la existencia, esta en ser la magia de ver .

Al sentar la puesta en escena de un acordar, sin ser visto, la película sin ver en la pantalla.

Las caricias de los sentidos pasar por delante de un ser pequeño.

Todo lo encontrado se formo en un circulo de olas, que baten sobre las rocas las llamadas de un ser que su cabeza gira en busca de ver la visión de un cielo.

Precio de un pasado actuar, en un error que intuía el cuento .

La señal de un pasillo se ve en la lejanía que gira en las funciones de las imágenes de pasar un error en que no marca los meses en el candelario de la vida.

La lucha de ser  tan imagen que no se ven sobre el cristal manchado de lluvias que el criterio de ser los pasos que van llevando siempre la compra de al que no puede ser la felicidad.

 Ideal que la colección de la vida te hace viajar a una escultura puesto sobre  lo que la colección de un brillo de la joya se gasto sin ser olvidada en la imagen de una camiseta gastada.

ISABEL CORONADO

REFRANES

REFRÁN DE SANTA LUCIA
EN SANTA LUCIA CRECEN LOS DÍAS Y MENGUAS LAS NOCHES. PERO NI CRECIÓ NI MENGUO HASTA QUE EL NIÑO CRECIÓ.
ESTE REFRÁN, LO HAN DADO PARA ADIVINAR EL EN TIEMPO DE TELE EXTREMADURA.
FERÍA, LLAMADO FARO DE EXTREMADURA.


 Hoy con Adrian y Pablo, ha sido estupendo, viéndolos evolucionar, su baño y alegria.

Están enormes, constipados, pero muy felices. Con su árbol de navidad, cuando lo he visto, recordé, el primer año que lo monte con su padre delante, Dios que prisa llevan los años. El Árbol lleno de luces palpitantes, tan llenas de amor como el que reina en el hogar de estos soles, . Me ha producido emoción al ver el abeto, los niños expectante, con sus manitas lindas. Son tan inteligentes y están creciendo rápidos en altura y sabiduría. .

Luego ha sido peor pues de dormir nada y los Padres luchar con ellos.
Un lugar que a sus Papis le gusta mucho.

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COLEGIO LOS ESCOLARES ALMENDRALEJO--CLASE DE DON JOSE FLORES



LA NIÑEZ

La niñez aquellos días de pan y queso comido al atardecer al sol, esperando aun amigo que doblara la esquina y jugar con él. Mientras sujetabas el pan con el dedo índice. La voz de tu madre que chillaba y desdés la casa, decía-- no juegues hasta que comas, quédate sentado en el umbral mientras come-.
La calle empedrada, seca en verano, y embarrada en invierno, donde las rodillas caían, dolorosamente, cuando tropezabas al correr detrás de la pelota.
Piernas ensangrentadas, con heridas protegidas por vendas echas de sabanas viejas.
Cabezas llenas de brechas, por alguna pedrada desorientaba que se estrellaba en tu frente, provocan dote aquella "Pitera" que era un trofeo.
Coscorrones que eran calmados por una moneda que era sujetada por una venda liada al rededor de la cabeza.


ISABEL CORONADO

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     NAVIDAD  EN UNOS ESPACIOS 

         



Había llegado diciembre como siempre era un mes que nos llenaba de alegria, poco sobraba en casa y las carencias en el barrio eran semejantes, pero cuando diciembre llegaba, sacábamos las zambombas, sonajeros, realizados a bases de latillas machadas una sobre la otra, sobre una madera con una punta que atravesaba las chapas.

Cuando la tarde iba convirtiéndose en anochecer, salíamos todos a la calle,  si no íbamos casa por casa, llamando en las  casa de los vecinos llamando a los amigos para que todos juntos fuéramos por las calles cantando,  haciendo sonar zambombas y sonajeros.

Con canciones navideñas, nuestros cantos alegraban a la vecindad, que salían ala calle, en puerta de sus casas empezaban a cantar canciones navideñas con nosotros.

Eran sonidos que nunca he olvidado, quedado en los sentidos de recuerdos de aquellas navidades.

Los niños cantaban sin cesar esperando la golosina que los mas dadivosos nos daban, .
Juntábamos las garrapiñadas,  trocitos de turrón de Castuera, que cuando terminábamos el recorrido, nos íbamos a casa de algunos,  allí al calor del brasero repartíamos nuestras golosinas.

La navidad en cada casa eran escasas con pocos adornos, en la mía era la única que mi madre había heredado, un belén mal trecho, todos los años lo montaban con alguna figurita que iba incorporando, con las pesetinas que iba ahorrando en una hucha todo el año.

Un año mi padre se presento en casa, con un pino que no sabemos como lo adquirió, pero el sabia que teníamos ilusión de tener uno, el nos trajo uno enorme que cuando paso la navidad lo llevo a un lugar y lo replanto, volviendo  agarrarse a la tierra que abandono por unos días.


Lo mejor de la navidad eran las reuniones, en las casas solo lo hacíamos cantando sin cesar con una copa de licor 43 y una botella de anís Espino.

Los turrones eran escasos, igual que las golosinas, los regalos de los reyes tan pocos que duraban de un año para otro.

Con imaginación en verano  la muñeca desaparecía,  en en reye vestida de distinta forma, la encontrábamos, en los zapatos, lo mismo pasaba con el triciclo que con distinto color o el caballito de cartón igual que el camión de latòn.

Las calles eran una gran familia, socorro de escaseces, tiendas familiares que en navidad traían polvorones una caja  que iba vendiendo a cuarto quilo.

Unas cuantas barra de turrón duro y otro blando, era lo que se compraban, un cuarto de figuritas, calabazate almendras rellenas.

En cuanto pasaba la noche buena, el día de  pascuas, se comía las sobras, que eran pocas sopa de boda o pepitoria, que era comida por la mediodía, luego estaba el segundo día de pascua, mitad festivo.

En esta fiestas, salías de paseo a la calle real paseando por ella, mi padre como era socio del Obrero Extremeño íbamos en Navidad que había fiesta.

La noche vieja se festejaba poco, nos comíamos las uvas escuchando por la radio las campanadas y  a la cama.

El año nuevo era el santo de mi madre, las vecinas venían a felicitarla, ella hacia prestiños, rosquilla fritas con una copa de anís Espino, 

Era una forma de empezar el día, una charla, saboreando los dulces que eran obsequiadas, con aquellos dulces, realizados con tanto cariño,  agradecidos en un tiempo.

 Como digo que la calle estaba llena de una amistad que acabo con la marcha de aquellos vecinos que juntos viajaron al firmamentos, saboreando aquellos prestiños, alegrándose con el sonido de los sones de zambomba y sonajeros con canciones de niños.

ISABEL CORONADO

domingo, diciembre 14, 2025



                                                      NAVIDAD





Todos los años llegaba la navidad , despacito sin apenas darnos cuenta, el frio de diciembre,  oscurecían rápidos eran días sin apenas tardes.

El frio fino, ese que se colaba por las astillas de las puertas, el olor del humo que cuando revocaba el aire dentro de la chimenea se entraba para dentro de la estancia haciéndonos, llenando los lagrimales de una llantina.

El fuego de la chimenea, estaba echo de cuernos de cepas y sarmientos, unidos a ramas de poda de olivos  que al estar a un verde ardían mal y daban un olor a "Zorruno".


Los cuentos navideños eran tan imaginativos, que hacia que esperáramos ilusionados que vinieran del campo de los quehaceres de jornalearía, sentarnos alrededor de la chimenea debajo de aquel enorme topetón.

Cuanta fantasía había en aquella paredes, imprimidas, el rugir de las cañas del techo cuando la escarcha se adueñaba de la arcillas de las tejas, y el calor de la candela, convertía en agua, que rodaba sobre las canales, cayendo el agua en el tarro o tinaja del patio.


Pronto venían vecinos a curiosear, a sentarse, buscar sitio para recibir, calor que había que repartir.

Mi abuelo con el pitillo en la comisura del labio, se levantaba, abría la puerta de la cocina,  se colocaba bien la pelliza sobre los hombros, se calaba la gorrilla, miraba para el cielo, diciendo siempre que estaba raso que no iba a llover.

 Cosa que siempre era lo mismo, una vez, cogidos los troncos,  abrir la puerta y volvía entrar en la cocina, se iba a la chimenea, hurgaba la lumbre, colocando bien la leña, se refregaba las manos, la ponía cerca de la lumbre para calentárselas.

Todos expectantes, para que  empezaran, con sus relatos, comiendo, aceitunas machadas que  tanto gustaban,  escuchado la lluvia, caer en encima de las tejas.

Eran atardeceres lánguidas, en que pronto se mesclaba, con la noche, caminando por las mentes de los presentes.

Un silencio se hacia presente era como si todo se parar, solo se escuchaba el desvencijado reloj de la abuela que le costaba marcar el tiempo.

De pronto uno salía diciendo, que en las noches de inviernos siempre con la llegada de la navidad, en las casa aprecian duendes, que dormían en las ramas de los arboles, que entraban en las casa buscando calor.

Era necesario quedar encendida la chimenea con lumbre, era mejor que durmieran, para evitar su magia, que con la llegada de la Navidad, se volvían revoltosos, haciendo que los regalos se acababa rápidos y abecés no habían bastantes para todos los moradores de las casas.

Y como  los duendes, eran muy frioleros, buscaban casa calentitas, para hacer realidad, los deseos, no gustando las casas frías, no eran su preferidas.

Quien vieron estos duendes, contaban, que tenían cascabeles en sus orejas, para hacerse sentir, pues no querían ser vistos, eran llamados  los duendes de la navidad.

Intentando consolarnos, de esta manera,  la posibilidad de la carecía de un presente en la mañana de reyes.

Tambien gustaban que tuvieran los pies limpios los habitantes de la casa, de hay que la noche antes todos la noche antes, corrieran a lavárselos, refregando con estropajo de soga, calentando agua en un cubo, de cid arrimado a la candela que ponía el agua tan calienten, que abecés los pies mas que lavarlos el agua los escaldaban, pero aguantaban para que el jabón desecho con el calor es comandaran mas 

El orador proseguía, pero al hablar todos a la vez, se daba cuenta, de las carencias falta de fantasía, riendo, proseguía,  que creer es tener fe, ser listo, evitar a los espabilados, que esos son los que no quieren los duendes.

El caso era entrar en situación los presentes, que el que llegaba y se iba incorporando a la tertulia, haciendo que la interrupción, quitara emoción a la historias.

En contador, sabia darle emoción a la estancia, solo bastaba mover los troncos que las chispas chillaran que saltaran con el puñado de sal que le echaba a la lumbre.

La paredes tomaban vidas, reflejaban sombras que se movían, accionadas por el viento que entraba por la chimenea, que hacían, que las sombras de la paredes empezaran a tomar movimientos.

Y mas cuando alguno se revolvía, en la silla estas se hacían crecer, como si el duende viniera hacia uno.

Eran dueños de sus temores,  historia llena de miedos, cada uno le sabían, de sus miedos, diferentes llevados en su ser, que los hacían caminar por encima de las cabezas, de los presentes que los  arrimaba, al que estaba a su lado, sintiendo el miedo en sus espaldas.

Cada presente hacia dueño de la historia que, por temor, no hablaba por ser centro de las risas y quitar el el encanto del miedo, acabando todos por si acaso terminar la velada, diciendo que duendes hay.

 Seguro que los sentimos, son invisibles cada cual los lleva en sus hombros y colorín colorado hasta mañana, que era hora de cada uno se fuera con su Mochuelo a sus casa.

A si terminaba la velada.

ISABEL CORONADO