LA BARRIADA DE SANTIAGO Y ERMITA, 2 Sin dejar de poner datos
Es la historia que vas a leer, que son
recuerdos de personas que ya no están con nosotros sí su testimonio del pasado
con el que vamos a recorrer rincones de las calles y plaza de la Barrida de
Santiago.
Vivencias que un anochece, viendo llegar la
precesión de Santiago y a su hijo con la cruz de guía me conto Don Andrés
Rodríguez Rastrollo.
Contándome delante de la ermita, la cual me
dijo que muy bien puede tener tres siglos y las imágenes más antiguas del altar
son: “San Sebastián, Santa Bárbara y un crucifijo, las demás son posteriores.
En tan educativa conversación me contó que la
imagen de Santiago, que sale en procesión, fue regalada por Carmen Campos y en
la ermita hay otra imagen del Santo montado a Caballo que fue comprado con el
dinero de la hermandad, siendo presidenta. Doña Dolores Pérez Cortés, cargo que
mantuvo durante treinta años.
En saber cómo fue el
entorno que rodeó la plaza colaboró su suegra con vivencias de una vida
consumida en el barrio que la viera nacer.
Persona encantadora fue contándome la
trayectoria de las personas que habían participado en mantener en buen estado
tan emblemático lugar.
Me contó que la última presidenta que estuvo
treinta años y al morir ésta tomaron el cargo cuatro personas, las cuales le
pusieron mucha voluntad al tener que enfrentarse a los problemas de una ermita
que precisaba muchas reparaciones para mantenerla decente para el culto.
Y pocos recursos
disponibles y sin apenas ingresos para llevar a cabo las muchas reformas que
precisaba.
Con ayudas e ilusión y
ganas estas personas consiguieron ir haciendo arreglos, reparaciones, con
donativos realizados por los fieles, logrando comprar también la imagen de San
Agustín, reparar la bóveda que estaba en muy mal estado.
Cuando los albañiles suben al tejado
descubren, al levantar las tejas, que el techo estaba completamente cubierto de
tierra tupida, circunstancia que dificultaba y encarecía su reparación.
Comentaba, Andrés Rodríguez que esto de la
tierra se hacía antiguamente en las ermitas alejadas de la población, para que
los raterillos no tuvieran buen acceso a su interior.
Al final se logró
arreglar la cubierta y bóveda de la ermita de Santiago y prosiguió narrándome
su madre política.
Que en el pasado la iglesia estaba al tanto de
ella una Ermitaña llamada Concha Tebas, encargada de todo lo afín a ella y
poner la mesa, que aún se conserva, donde se colocaba en los sepelios los
féretros.
Hace años todos los entierros y “repiquetes”
se despedían en esta iglesia, mientras el cura daba el responso, ponían la caja
del difunto en dicha mesa.
Al ser la ermita pequeña no se cabía en ella y
los allegados y dolientes recibían las condolencias en la puerta que da a la
plaza, pues todo era breve.
Al sepelio no iban las mujeres, se quedaban en
casa haciendo el duelo que duraba dos días y los hombres lo hacían en otra
casa, nunca juntos.
Hablar del lugar a estas
personas les era gratificante, era volver al veinticinco y veintiséis de julio,
festividad de Santiago y Santa Ana, fiestas grandes de Almendralejo, celebradas
en su plaza.
Donde era instalada la caseta de baile
“Chicago”, con Matinée (baile de mañana).
Para poder entrar en el
recinto era necesario como mínimo hacer una consumición de un refresco, llamado
(Orange) naranja, que costaba tres reales de peseta; como en aquella época no
había hielo para enfriarlos se calentaba siendo un caldo que nada refrescaba.
La fiesta de Santiago fue
muy celebrada, se extendía hasta la barriada de la Farola llegando hasta la vía
del tren, enfrente al Silo de trigo.
La plazoleta y barriada
ha ido variando con los años sólo la ermita ha permanecido inalterable, eso sí
en sus orígenes ninguna casa la rodeaba, en 1895 la cera de la ermita que lleva
su nombre ya tenía viviendas y también la de enfrente.
Barrio en su mayoría
creado por los labradores que llegaron a Almendralejo en sus orígenes, en sus
calles se desarrollaron industrias familiares, dotando a la zona de lo
necesario, haciéndose depender unos de otros, esto los acercaba y unía más.
Este rincón está lleno de
nostalgias, como al evocar el puesto de “jeringas” (churros) del Nene, que
todos los días muy de mañana montaba delante de la puerta de la ermita, la que
mira para la calle Santiago.
Al dejar el oficio el
Nene continuó echando jeringas el Pirri y su señora llamada Manuela en la calle
Palomar, después continuaría Patricio Paredes, que se ponía pegado a la ermita,
que fue municipal posteriormente.
Después de dejarlo él
nadie continuó con este negocio, que todos los días había que montar y
desmontar por ser al aire libre, sin más protección que un telón para el viento
y la lluvia, que era sujetado con maderos a especie de palenque o trípodes.
Al proseguir caminando
por el ayer, llegas a la esquina de la calle Santiago, veremos la taberna del
Rata, desaparecida y ocupada por un edificio, tasca que antes de él tuvo varios
dueños.
La primera persona que hizo este negocio, fue una mujer
apodada “la Haba” luego
la tendría Cándido, después de su muerte
continúa con ella su señora y por último el Rata, que le daría el nombre por la
que fue conocida esta taberna.
Punto de encuentro de los
hombres antes de ir al campo, al atardecer y día de aguaje y donde nunca
entraban mujeres, sólo era apta para el género masculino.
En el lugar hubo una gran
diversidad de oficios y también para la cultura hubo sitio, pues las personas
ansiaban aprender a leer, sapiencia que era enseñada en la escuela del maestro Juan,
apodado el Gato, en la calle Santiago.
Sin salir de la calle
para un buen afeitado y corte de pelo estaba la Barbería de Salguero. Siendo el
lugar una zona de labradores no podía faltar la Albardería de Picatoste, donde
se hacían las albardas, que se le colocaban encima a las bestias, calle donde
también estuvo la Carnicería de María “la de Emilio” ocupada después esta casa
por la escuela del Maestro Peguero.
Enfrente la bodega y tienda de comestibles de
Hipólito Calvo, que hacía esquina con la calle Herrería donde estuvo la
Espartería de Lázaro, que tejía el esparto para realizar con él aguaderas de
cuatro departamentos, que se colocaban encima de la albarda para llevar los
aperos de labranza, cántaro o barril con agua y talega al campo, también
realizaba serones, esteras, etc.
El caminar por el pasado
nos conduce a la calle Mérida donde estaba la Tahona de Melitón, que se encontraba
dentro de su vivienda, las mujeres del barrio iban a hacer el pan que comían
cada día los suyos.
Sin dejar esta calle veremos la escuela de
Pepa para niños pequeños, hoy una farmacia y a continuación la carpintería de
Barrientos, seguida de la Ebanistería de Lorenzo González, apodado “el Gallo”,
que fuera maestro en este oficio, manos que tallaron trabajos que aún perduran.
Fue el carpintero encargado de todos los trabajos
que precisaba la ermita de Nuestra Señora de la Piedad y la Parroquia de la
Purificación, donde están parte de sus obras.
En el pasado la calle
Mérida estuvo llena de arte que salía del taller de Escultura de “Zambrano”,
maestro en esculpir la Piedra, su obra se puede observar en un busto de
Santiago Ramón y Cajal, donada al pueblo de Almendralejo, que se encuentra en
el parque de la Libertad.
Sin dejar la andadura por
el ayer en la calle Mérida vemos el estanco y al lado tiendas de comestibles de
Manolo Martínez “Franganillo”, hoy de Manolito Campos, que perdura en el lugar
dando testimonio de una época.
Que convirtió a la barriada con sus múltiples
negocios, en la más negociante del pueblo, pues en ella estuvieron también los
molinos de aceite de los Díaz, el Vizconde y la Molineta, hoy el bar Bristol.
Enfrente de la ermita de Santiago, fue en la
antigüedad parada de Postas, donde las diligencias tomaban aprovisionamiento,
según la persona que me lo contó fue punto de llegada de carruajes de viajeros
por estar Mérida y Alange a igual distancia de Almendralejo.
Sin dejar la calle
mencionada, cerca del actual ayuntamiento, estuvo el baile llamado Monsalud
cuyo dueño fue Manuel Coronado “Cartilla”.
La historia de un pueblo
dice que se hace andando, sin dejar de caminar por el pasado llegamos a la
calle Ermita y encontraremos la carbonería de Dolores, que vendía el carbón tan
necesario para calentar y guisar la comida, combustible que se ponía en un hornillo
“anafre” que primero había que encender, después soplar con un soplillo, hasta
que tomaba la combustión necesaria para hacer los guisos.
Enfrente de ella el taller de mecánico del
“Gordo” y la muy querida zapatería de Demetrio, lugar de reunión y tertulia
mientras el zapatero remendaba los zapatos.
El mapa del ayer está
lleno de surcos, hechos por las personas que hicieron un pueblo, con ellos
industrias.
En la carretera Sevilla, la ya desaparecida Bodega
de “Domec”, seguida de la Herrería de Borzas.
Lugares que motivan recuerdos que quieren
hacernos ver cómo fue una de las industrias más importantes, que en el pasado
hubo en Almendralejo.
En la esquina de la
carretera Sevilla con Santa Ana, se fabricaba jabón, alcoholes, también en el
mismo recinto hubo un molino de aceite y bodegas, cuyo dueño fue Don Zacarías
de la Hera.
Este complejo industrial se suministraba de agua
del pozo que estaba en la huerta de Jaime, que también fuera una vaquería en la
carretera de Badajoz, la cual llegaba al pueblo mediante un motor que hacía
subir el líquido a un depósito que aún se puede ver en lo alto del cortijo de
Zacarías de la Hera, y a través de tubos, que estaban al aire y en alto
sujetados con barras de hierro y otros artilugios, por su peso llegaban al
industrial mencionado, que cogía casi toda la manzana.
Esta agua también
suministraba a unos cañitos que estuvieron detrás de la fábrica, que su dueño
facilitaba a los vecinos gratis el agua.
El pozo continúa con su
venero facilitándole el riego a los sembrados de la zona y a los ajos que los
piporros siembran o sembraban en esta zona.
Después de lo narrado
sólo podemos pararnos a pensar que las personas que han ido haciendo
Almendralejo, se preocuparon por él y que nunca se estancaron en la historia.
Ni vivieron de ella, pues para ello cada día cuando salía el sol empezaba una aventura que les llevaba a una lucha diaria donde el ayer era pasado.
La escuela del gato estaba más abajo, fuerte a la calle Santa Teresa. Como bien dice Francisco por bajo de la taberna del Rata estaba el maestro Peguero . Fui a los dos sitios
En esta esquina aparece a la izquierda, se encontraba la taberna del Rata , un poco más abajo, la escuela, creo que de el maestro Peguero.
La acera de la derecha en la rinconada de la Ermita, la casa de la ermitaña, siempre conocí el comercio de Calvo.
Creo que el maestro represaliado por el Régimen de Franco era El Gato. Tengo entendido que era maestro, no como la mayoría, que solo hacían un cursillo y a enseñar.
La escuela del gato estaba más abajo, frente a la calle Santa Teresa. Como bien dice Francisco por bajo de la taberna del Rata estaba el maestro Peguero . Fui a los dos sitios.
En la cera de la izquierda es taba pegero y en la derecha frente a la calle el barro Juan y Rafael
En el rincón estaba la bodega de García Calvo. El Rata el viejo tenía dos gatos y cuando venía a media mañana con los aperitivos a la altura de donde vivía Bruno Zamora, los dos gatos le salían al encuentro sabían que también le traía su ración.
ISABEL CORONADO ZAMORA